30 septiembre 2010

El área de la calle en donde la diversidad explota

Cuando la escuela termina, yo me dirijo a casa. A veces nos quedamos mirando la fachada del edificio sin vecinos y pensamos en lo vacío y silenzzioso que está.

Echo de minus (menos en latín) ver la puerta de la entrada abierta, sostenida por la mano de un amable vecino o mascota superdotada para dejarme entrar. Ahora tenemos que hacer uso de nuestra masa corporal y dedos para abrirla.

Tres graciosos segundos después de haber entrado, me sentí violentamente penetradə por la nostalgia. De mi boca salió un ''¡¡AAAYY!!'' de sorpresa. La nostalgia hizo de las suyas y me quedé triste contemplando la escalera y el ascensor al recordar cómo mis viejos vecinos SUBIR Y BAJAR como viciosos por ambos sitios. La inspiración vino después de la melancolía y me trajo consigo una idea: quería hacer ''algo'' aprovechando la ausencia de vecinos… quería sentirme como un bebeh…

En la planta baja del edificio yo imaginé que era un bebé dentro de mamá-preñada. Tenía que elegir entre DARME A LUZ (que se hacía yendo hacia el piso de arriba por la escalera) o ABORTARME (que se hacía metiéndose en el área vecinosa). Decidí nacer.

Ya en el primer piso, en la era de la caca traviesa, quise hacer algunos ruidos de bebé como mmmguuuuu o mwaaaah, pero a mi edad resulta demasiado patético emitir tales sonidos. En el segundo piso me recreé en mi infancia y entré en la etapa de la adolescencia a partir del tercero. «Ay, estos granos de mierda. Tengo la cara como un cangrejo reviradox»pensé. El espectáculo acabó en la cuarta planta, donde nuestra casa está adherida.

¿Has comprendido el porqué de todo esto? Con esa actuación quise dar a entender que el edificio es mi vida; en él viví mis primeros días de existencia y hasta ahora sigo habitando en él. Mis vecinos formaban parte de mí, ellos también eran piezas de mi día a día. Pero, como lo importante es que yo no he muerto, pues no tenerlos aquí es como haber perdido las caspas de una herida. La vida es así y yo tengo que almorzar. Además… No todos los vecinos me caían bien…

Tras el almuerzo salí a la calle porque quería pasear con cuidado. Pero mi verdadera intención era comprar un ambientador. La casa huele un poco mal. Cuando iba a redoblar la esquina, me encontré a dos crías de persona. Eran los pobres niños pobres, Poubbideux y Poubbidoux. Habían emigrado de Marruco.


Poubbideux era la hermana mayor y Poubbidoux el hermano menor. Con tristeza empezaron a hablarme SIN PERMISO.

—Salut, pou-pou —Dijo Poubbidoux.
—Salut, peu-peu —Dijo Poubbideux.
—Salut, doubidoi —Dije yo.
—Tu es très sympathique, peu-peu.
—Muchas merci, doubidoi.
Avez-vous de l'argent, peu-peu?
—Nous avons fair, pou-pou.
—Oui, Argentina et La Patagonia son très merveillosas, doubidoi. 
—Hein, peu-peu—Expresó Poubbideux algo confusa.
—Je suis desolé, pero je solo tengo deux monedés y las voy a usar para comprar un ambientadoir para ma maison ¿Entendéis, doubidoi?
—Mais…, pou-pou?
—A ver, me tengo que ir. Mademoiselle and bon appétit, doubidoi.

Dejé a los niños africanos derramando lágrimas saladas. Sé que lo prioritario es la supervivencia de nuestros semejantes, pero de ellos no me fío. Ni siquiera parecían hermanos; tenían los ojos muy diferentes.

No me libré de encontrarme con otros individuos. Trisco Treisi deambulaba cerca de su casa y nos cruzamos inevitablemente. Trisco es una mujer que hace veinticinco años resplandecía en los escenarios como una niña prodigio de la actuación. Su propio manager, cuando vio que Trisco cumplió dieciséis años, aconsejó a la chica que tomara sustancias que dejasen su aspecto lo más cucu-aniñado posible. El resultado final fue la pérdida de la movilidad de un ojo y una baja estatura, más las características de un rostro avejentado. Trisco pudo haber dejado el consumo de las drogas que su manager le ofreció, pero no quiso hacerlo porque sus ganas de famah y mucha pasta turbaron su consciencia. Ahora es una vieja gloria olvidada que se pasea por las calles esperando a que los periodistas la acosen como las moscas al mierdo. Esta es Trisco.


—Hola, Trisco. No pensé que iba a verte ahora por aquí.
—Pues aquí me ves.
—Te diré una cosa, ese peinado que llevas es una obscenidad. Si fuera tú me haría dos trenzas alemanas.
—Yo me peino como me sale de la vulva.
—Ya no eres famosa, entiéndelo. No llames la atención como si fueras Lady Glagla, ya nadie se acuerda de tu cara. Conserva tu preciada dignidad, es un consejo de cuervo a plaqueta.
—¿Quieres callarte la boca y dejarme tranquila? Si no te gusta mi tocado arráncate los ojos.

De la seriedad saltó al enojo. Yo levanté los dedos para distraerla y calmarla pero me derrotó las manos con una bofetada poco coqueta. Para vengarme le deshice los nudos de sus lazos. Su peinado acabó destruido. Nosotros salimos huyendo de la cabreada Trisco en dirección a la tienda. Trisco era muy lenta y no pudo seguirnos. Esperé unos minutos, y, luego, con el ambientador recién comprado en la bolsa, me moví en zig & zag hacia casa. Es la estrategia perfecta para esquivar personas de calle. ¿Acaso no estás de acuerdo? Pues piensa y decide con el corazón, que el tiempo se acaba.

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