23 septiembre 2010

Nos guía hasta encontrarlo. Es automático…

La escuela estaba tranquila. Estaba esperando a vomitar la masa niñezca cuando llegase la hora.

¡Y llegó la hora! Los nunca-jamás-bebés, los profesores y los seres adolescentes salieron hacia el lugar ubicado afuera de lo adentro. Sin embargo, yo tuve que alimentar a los osos escolares como castigo antes de salir de la escuela, pero solo tardé siete minutos. Fue fácil, higiénico y alimenticio. Estamos orgullosos de haber cumplido con nuestro trabajo. Nuestra profesora se llenará de felicidad delante de la pizarra.

Cuando me autoexpulsé por la salida del recinto, me atasqué en una bola de niños lloricas y nerviosos. Estaban todos pegados entre ellos por culpa de esos populares y cómodos patucos con tiras de velcro que están de modah. Los profesores más paternales cortaron las tiras de velcro con un cúter y los niños sobrevivieron. En el lugar de la tragedia infantil solo quedó un pequeño charco de mocos y lágrimas puras. Yo me manché un poco pero ya tengo seco lo que antes estaba húmedoh.

Después de almorzar en casa fuimos al cercano parque de Maraguarrada a descansar los vientres. Allí nos sentimos atraídos por una aglomeración de vecinos de barrio. Toto Salamanca estaba allí con su puñetero jersey azul gominola. Sé que es un nenex, pero un día de estos le diré que deje de vestirse con esa prenda repugnante. Me dará igual que llore, pues lo haré por su bien.

Aparte de Toto shupando plano, había otros bonitos pero MUY miserables vecinos. Elsa Arrarra era el centro de atención. Ella y su perro difamador Castrie (llamado así por razones castradas) habían descubierto a la de tres una cosa INTERESANTE en una de las obras inoportunas que han estado haciendo estos días en el parque.


Elsa es una chismosa y la muy pájara tuvo que informar de lo que había encontrado bajo el suelo del parque. Los vecinos dibujaron con sus ojos varias hipótesis sobre quién pudo ser el constructor de ese pasadizo.

Elsa no sabía nada sobre el hallazgo. Estaba más pendiente de que miraran sus perlas de ostras no fecundadas que de documentarse sobre el origen del pasadizo. Nosotros estábamos tensísimos. Yo en concreto pensé que las posibles creadoras de ese corredor son las índugas muslonas, importadas ilegalmente de… no te lo digo, ¡dubidú!

Según dicen mis enciclopeditos preferidos del ciberespacio, esas índugas viven bajo tierra, donde no pueden ser detectadas por la chusma y gentes aludidas. Como nadie en la actualidad las ha visto, la gente dice que nunca existieron.

¿Sabes?, nos alejamos del jaleo y dejamos a Toto solo con los demás curiosos. Intenté no rozar al niño cuando me fui. Los obreros y la policía tendrían que estar al llegar para controlar la zona con sus palitos de goma.

Buscamos un lugar menos bullicioso para reposar mis huesos cansados. En un área muy frondosa y sombría nos topamos con la peruana Remualda Ramírez. Estaba atrapada.


Me di cuenta de cómo iba la cosa. La cara de Remualda expresaba ansiedad y confusión. Quería sacarla de esa red pero analizamos que la red era en realidad la representación de los problemas de su vida. Físicamente no estaba atrapada, solo estaba pasando por un momento muy difícil en su familia y trabajo.

Un segundo más tarde aparecieron transeúntes con tijeros y cuchillas para liberar a Remualda. Yo tuve que hacer algo y por eso intervine.

—¡NO! No cortéis las redes. Esas redes no son más que metáforas. Remualda no está apresada de verdad… Lo que veis no son más que símbolos que no se pueden cortar, son símbolos que encarnan su fatiga emocional y su infortunio. ¡Ella debe cortar las redes por si sola, su corazón tiene la capacidada de hacerlo!

La gente se fue convencida. Nosotros cogimos un folio y con nuestros rotuladores más gruesos escribimos un mensaje para crear un cartel que pegamos en esa zona. En él rezaba: «Por favor, no liberéis a Remualda. Ella PUEDE HACERLO SOLA. Debe afrontar ese problema sin ayuda. Así se hará más fuerteh».

Más tarde apareció una persona macho en el mismo parque. Era Ferlipe, un engreído y pedante señoritingo. No pudo dejar su bocaza cerrada y me dijo algo que llegó a mi OÍDO.

—Opino que tenemos que intervenir y ayudar a Remualda. Ella sola no sabe afrontar sus problemas; es un tanto patética.
—Disculpememe, pero pienso que ella es lo suficiente capaz como para hacerlo sola; solo tiene que ser valiente y fin. Mire, le voy a enseñar el contenido de mi tercera y última carpeta; en ella tengo guardadas imágenes de personas que han sido liberadas por si solas.

Ferlipe se llevó las manos a la cara después de ver mis imágenes y me soltó la patochada del almendruco.


—Váyase usted en dirección al excremento más cercano. No soporto oír semejante insolencia.

Nos fuimos y dejamos a Ferlipe con la boca más abierta que la boca de un sumnongle viendo su peli preferida.

Esto ha sido todo por hoy. Lo sentimos, NO ESTAMOS DE HUMOR.

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