10 septiembre 2010

Los vecinos que formaron parte de mí

La escuela hizo un ruido extraño: era algo como un RIIIIIING. Al oír el ruido, los estudiantes, profesores y terceras personas salieron del lugar y se esparcieron en todas direcciones. Nosotros nos fuimos al lugar donde habitamos, comemos y nos desarrollamos. Ese sitio se conoce como casa.

Casa fue adjudicada por un edificio de siete plantas donde se esconden ellos. Ellos son los vecinos.

Como siempre, al llegar a casa, vi la puerta abierta del área vecinosa, lugar donde se recrean los vecinos. Lo que había ocurrido hoy allí dentro me dolió un kilogramo (o kg.). Los vecinos habían sufrido el accidente.

Estuvieron jugando al BINGO hasta que se les cayó el reloj de Cuca encima de sus cabezas. Cuando entré en esa área, los vi en un estado deplorablex.

A la primera que vi fue a la vecina del -7b. Estaba irreconocible.


Intenté animarla pero no sirvió de mucho. La siguiente que pude ver fue a la del 7a*.


La pobre estaba muy deterioradita, pero seguía siendo tan maja como siempre. La otra era Cáncela. Estaba ensimismada.










Otro que estaba allí era Josuelo.




Ese chico y yo nos bañábamos desnudos en la BAÑERA de su abuela cuando éramos peques. Justo cuando me vio con los ojos se sonrojó. Y yo comprendí su sonrojo.

—Vaya, Josuelo —le dije yo.

Las siguientes eran las Maricon Sisters. Una de ellas aún sufría el dolor del accidente. Era la mayor de las dos.


La otra miraba a su ex-viudo. Ella era la más cachonda de las dos.


El ex-viudo estaba al lado de la zona más catastrófica. También estaba muy aplastadito.


Y, por último, estaba la del 8º R. Era estricta, pero muy simpática. Ella me pidió que me acercara para decirme lo siguiente:

—Ay, mi sielito lindo, tú cierra la puerta antes de despedirte, que ya sabes que no quiero que te enfermes, anda. Venga, que aquí el jaleo ya se ha acabado.


Entre uñas y dientes, hice lo que ella me pidió. Sabía lo que tenía que hacer...

Cerré la puerta del área vecinosa con el gas abierto y las ventanas cerradas. Esa era la manera de acabar con el sufrimiento de ese trágico accidente. En un principio quise llamar a la ambulancia, pero me daba vergüenza que escucharan mi voz sucia. Ellos entendieron mi situación.

Un minuto de SILENCIO POR MIS VECINOS. OS QUIERO.
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Ya.

Ahora el edificio entero nos pertenece. Ya no tiene vecinos.

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