21 septiembre 2010

Siluetas de ensueño

Ha sido una semana intensa… Después de lo de Pelafrú, no he parado de soñar con amor y más amor. He notado que estuve expandiendo ondas de amor por toda nuestra casa. Donde hay más amor es en la cocina, lo sé porque así lo percibe nuestro corazón gástrico.

Necesito un ambientadore nuevo con aroma de palomas frescas de otoño. Sí, me hace falta.

Hace unos días, la profesora me echó una liviana bronca maternal porque el día 13 de septiembreh por la mañana no hice acto de presencia en el aula, en donde los compañeros con los que convivo se sientan en sus respectivas sillas verdes. Reconozco que no fui porque me levanté tarde y me entretuve hablando con Mamá Bebé. Tengo un sentimiento de culpa encajado en mi cuerpo… Está muy adentro y me duele como si fuera una pinchosa familia de cactus.

Pero soy un ángel rectificador. Prometí ante la pizarra que eso NO VOLVERÍA A OCURRIR JAMÁS. Juré sobre la Balanza, la Divina Señora y la Gloriosa Letra Biselada de Oro que nunca jamás faltaría a clase a excepción de que me enferme, me rapten, me escondan o me muera.

Después de la clase del lunes, me fui a la parada de autobuff. En la ciudad los autobuffes son más ecológicos y apasionantes que los autobuses de toda la vida. ¿O me estoy confundiendo? No sé, no quiero volver a llorar por confusiones primarias.

En la parada había muchos bultos que se movían hacia todos lados. Cuando me acerqué a ellos descubrí que eran personas de calle completamente secas. Estaban todas desordenadas, mal colocadas. No se ponían en fila india para subirse al transporte, colocándose la persona más decente primero y la menos decente al final. Pero eso me dio igual ¿no?

Yo me puse en el primer puesto y mientras esperaba al dichoso autobuff/autobús empecé a practicar haciendo caras guays (aún sigo entrenando). Una señora china llamada Fung Wong, que estaba hablando con una maruja desprestigiada, me miró de reojito. Le oí decir lo siguiente:

—Deberían seguir enviando soldados a la guerra para acabar con los terroristas que asolan la ciudad y matan a sus pobres ciudadanos.

No pude evitar entrometerme en su conversación. Así que le dije:

—Perdone ¿Acaso usted misma en su totalidad no comprende los grandes riesgos que conlleva enviar nuevos soldados a la guerra?

Fung me miró y tuvo que contestarme:


—¡No! Usted entenderá mi idioma, pero de la guerra no sabe nada. Si enviamos soldados nuevos, estos intentarán ser los mejores soldados del ejército y competirán contra aquellos que ya llevan tiempo en la batalla. Como solo desean ser mejores que los veteranos, se verán forzados a meterse en situaciones peligrosas solo para fardar de que son unos valientes. Finalmente acabarán maltratados, heridos, pellizcados, decapitados, ignorados o insultados por los mismísimos enemigos, simplemente por que no son conscientes de sus actos. ¿Acaso no cree que deberíamos evitar esta odiososa situación? Por eso le digo ¡Chiuuuuuuuups!

La conversación, que dejó perpleja a Fung, acabó justo cuando llegó el autobús. Pero antes pude percatarme de que había un inacabado dibujo en el metal de la cosa esa que estaba ahí. Un niñín lo había tallado con un objeto punzante. No estaba acabado porque el destino lo ha decidido así. Este es el dibujo.


Ya en casa me planteé salir fuera del edificio. Por la noche hacía un frescor muy suave y no me importaba en absoluto.

A unas cuantas calles de distancia de nuestra casa está la casa de Mamá Bebé. Eran las 21:35 de la noche y pude ver desde la acera cómo ella discutía con Papá Bebé cerca de la ventana, aunque tenían el estor superbajado.


Estarían discutiendo por lo de Poesía… (¿ella debió haber abortado?).

Por favor, no seas mal pensado. Papá Bebé no tiene esa cabeza… Es una de esas odiosas coleccióname & pégame (o pegatinas, aunque suena ofensivo) del famoso ratón Donald Dunks, protagonista de una popularísima serie de dibujos de colores. Estaba adherida a la ventana.

Espera… Me he debido equivocar de nombre. El ratón es Micky Maws, el de las risas torcidas. Donald es el perro amarillo, ¿no? Bueno, sean lo que sean, al fin y al cabo son todos igual de chuecos.

Duuuuuh. Cuando ya eran las 22:10 me fui a mi casa. Los papás Bebé se fueron a la cama a eso de las 22:00 EN PUNTO Y SE ACABÓ. Nosotros caminamos por las calles sin compañía. Hace una semana, se podía ver a la polishia rondando por la zona buscando bebés, pero ahora apenas se ve. Oh, el cartel de se busca a Poesía está pegadísimo por todas partes. SE PASARON PEGANDO FOTOS, POR DIOS, pero eso siempre es bueno.

Al abrir la puerta del edificio desvecinado oí unos ruiditos de cosas metálicas, maderitas y artilugios diversos, pero no le presté atención. Es curioso que en mi piso, justo cuando estaba delante de MI puerta, hubiera una persona escondida, específicamente en la escalera frente a la puerta de la casa de mi vecina fallecidosa Cáncela (amén).


Di por sentado que era un familiar suyo que iba a poner flores o postales en su puerta. Además, la mano, que era lo único que pude ver de ese individuo tímido y misterioso, estaba cubierta de negro, o sea, de lutox.

Qué locura. El edificio vacío y aún tiene visitas a estas horas tan adormiladas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario