13 septiembre 2010

Nos topamos con todo el mundo y no nos quejamos

Fuera de casa hay todo un mundo por descubrir. Pero a veces, sin querer, descubres cosas que no quieres descubrir. Por ejemplo, la madre de Poesía...

Eran las diez de la mañana diurna. Era evidente que me iba a expulsar una CUESTIÓN, me iba a preguntar si había visto a su pequeño feto cabezón.

—No, Mamá Bebé. Aún Poesía no ha sido visto por mi ojo —le dijimos nosotros.
—Qué pena. Ya no sé en dónde puede estar...

Su rostro expresaba tristeza mexclada con un agotamiento extremo.


—Mamá Bebé, es usted una irresponsable. Siento decírselo pero es verdada.
—Lo sé, lo sé, ¡no me mortifiques MÁS!

A continuación emitió un llanto que sonó como un muee-he-he. Será porque tenía la boca sequita. Luego se fue.

Mamá Bebé tiene veintidós años, es demasiado joven para ser una Mami. Su novio tiene la misma edad.

Muchas veces pienso que ella y su novio merecían quedarse sin el bebé, porque son unos FRACASOS COMO PADRES. Habían abandonado el instituto porque las drogas pegajosas que consumían no les permitían leer los ejercicios de los exámenes. Además siempre suspendían una y otra vez y cuando no tenían droga esnifaban el polvo blanco que suelta la barrita blanca que sirve para escribir en la pizarra. Ahora viven en una vivienda indeseable y no tienen visitas. Yo tampoco los visito, solo los pillo a veces en el parque y cerca de la comisaria de policía.

Mamá Bebé tiene la cara grasienta. Le debí haber dado una de mis toallitas personales...

Aunque haya dicho que era una irresponsable PORQUE LO ES, deseo desde el fondo más profundo del fondo de mi alma que su hijo vuelva a sus brazos para ser amamantado con su leche juvenil de madre inexperta.

(Eh, tú)

Unas horas más tarde me fui por los alrededores de las afueras. Fue allí donde atisbé un cuerpo sonrosado. Llegué a pensar que eran las nalgas desnudas del bebé o simplemente su cadáver.
Cuando me acerqué fui consciente de que me había topado con un topo. En realidad… no era un topo, era una especie de persona sin brazos que amaba el ballet y que por ello deseaba ser bailarina. Me entristeció ver que su sueño acabó truncado...

Aún la recuerdo en esa postura retorcida y con ese aspecto ultraperjudicado.


No comprendo cómo pudo acabar así. Pero a pesar de su sufrimiento seguía sonriendo. Adoré su sonrisé…

Ahora estamos en casa.

Oh, me pica la curiosidad en su estado puro. Algo verde había excretado la bailarina frustrada ¿qué será? O mejor ¿En dónde ha conseguido esos pompones rosados? Son preciosos.

—¿Quieres comprarte unos iguales?
—Sí —le dije.

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