01 octubre 2010

La difícil vida de un nene

Comenzaba una nueva jornada en la escuela.

Hace un par de días la profesora nos prometió que nos daría un regalo; sus dientes alargados no mentían. Hoy llegaba un ninio nuevo a la clase y quedaba un solo minuto para tal acontecimiento…

De pronto la puerta de la clase se abrió y vimos a la profesora con su jersey de color verde (roña). Detrás de ella percibimos una silueta infantil. Esta se acercó y sin decir nada estiró sus brazos al estilo Bebesitu pidiendo amore (por cierto, ¿dónde estás, Bebesitu?).


Maselillo de por Vida, el chico nuevo con cara de bebé, fue muy atrevido al hacer tal gesto con las manos. Sinceramente me pareció una falta de respeto para su primer día de escuelita. Dicho acto provocó un aumento de la libido en algunas jembras de la clase. Su excitación superaba a la de un osito amamantado de manera casera.

Conseguí captar varios rostros. Entre ellos el de Mamá Vegas. Ella es una de las mayores de la clase, tiene ojos de caniche y es dulce como la nozilla untada en babilounia. Se la veía muy enamorada.


A continuación capté el rostro de Little Aurora (o la Frussie). La nena estaba llorando; tenía vergüencita y ya no había más compañeras gordas en la clase para esconderse tras sus espaldas. Little Aurora, a pesar de tener una espalda perfecta para esconderse detrás, no pudo ocultarse tras ella porque era su PROPIA ESPALDA.

—Ey, Yamiley ¡sal de ahí! —gritó entre lágrimas a la chica que se agazapaba detrás de ella.

Pobre Aurora… su cara estaba llena de líquido salado.


—Buaaaah.

Luego se oyó un gritito pardo a la vez que húmedo al fondo de la clase, algo así como un ¡mwguaaaah! Muchos pensamos que había sido el pobre Ñangas al despertarse con tanto jaleo bebiense, pero nos equivocamos. El grito en cuestión provenía de Mamikala Binbo, la chica chinponesa (de chinpo y mayonesa). En su país gozó de cierta fama musical pero se cansó y se vino a la escuela con nosotros. Sus dotes musicales se debían en parte a su larga lengua y a su poder de salivación; segregaba más baba que una flor agachada en panties.

Lo que no me podía imaginar era que estuviese tan fascinada y excitada. Ya no era esa chica misteriosa de adornos místicos; se había convertido en un objeto digno de investigación.


¡¡Enguaah!! ¡¡Mwaaah!!

En fin, el día acabó con la profesora mandando al nuevo nene al despacho de la Cuerva (la directora). Se merecía un castigo por ese acto tan obsceno, pero creo que solo fue al despacho para coger un papel.

Desde hoy creo que algunas de mis compañeras no serán las mismas. Ahora que estamos en casa esperamos que para mañana las feromonas y la excitación bulbosa hayan desaparecido del ambiente…

¡Eh, chao!

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