06 octubre 2010

Los héroes de la clase y la fuerza que hay en mí

El ejercicio de historia (o histeria) había hecho mella en mi cerebro rosado y la incertidumbre no me dejaba dormir bien. Sin embargo, sentí que el alivio iba a llegar a la segunda hora de la jornada escolar, justo cuando la profesora revelaría la solución del ejercicio hacia todos los lados de la clase (incluyendo a los alumnos).

Pero antes de esa gran revelación pasaron cosas inexplicables pero memorizables. Me resultaron graciositas, dups…

Lo primero que sucedió fue un problema clásico de comidas y niños gordos, un problema común en la escul. Cuando todos los alumnos entraron al aula a las 8:57 como si fueran gusanos de tequila, Bruno Opupot se ofreció a alimentar a Carpeto. Bruno tiene las manos rechonchitas y no puede ser muy hábil con los dedos porque la grasa no le deja controlar bien sus movimientos. Esto provocó que al abrir la bolsa del pienso de Carpeto cayera al suelo gran parte de su contenido, ya que la rompió al tirar con demasiada fuerza. Se oyó algo como ¡PRRFAAAAGSH! en el momento del desastre. De esta manera acabó lo ocurridoh:


Bruno se había meado del susto. El charco de la entrepierna del niño torpe desprendía un hedor caliente. Ñangas se despertó al olerlo y comenzó a gritar.

—¡¡¡¡¡ÑAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAANNNNG!!!!!

La clase se sorprendió al escuchar tal alarido. Mientras la profesora fue a calmar a Bruno.

—Bruno, no te asustes; cierra el chorrito y recoge los cereales.
—S, sí, camarera…, digo, profesora. Pero yo… ¡mmmuaaaaaaaaaaah!
—No llores, Bruno. Vete al baño, aséate y me avisas cuando estés listo para llamar a tu madre, para que venga a buscarte lo más rápido posible.
—G, gra, gracias…

Pobre Carpeto… esta semana comerá un poco menos de lo habitual. Si pudiese comer los cereales con carne de Ñangas entonces compensaría su escasez de comida, pero es… alérgico a ciertos condimentos.

Ya en mi mesa, mientras la profesora leía el listado de alumnos en alto, pude ver que una silla cercana a mí acabó ocupada por una persona MUY POCO CONOCIDA, de la que apenas tengo datox.

Era Maselillo de por Vida, el ninio nuevo, y sin ninguna indicación previa me dijo algo:













—Hola.
—Hola —dijimos nosotros.
—Soy Maselillo. ¿Tú cómo te llamas?
—¿Has oído el nombre que acaba de decir ahora la profesora? Es el mío.
—Oh, interesante. Lo intentaré recordar.
—Eso espero, Maselines.
—Jejeje, tienes mucha gracia. Oye, ¿es buena la profesora? Me da la impresión de que es antipática.
—Es una persona de las buenas, por ahora no se ha comido a nadie. Y se llama Chelo Carabanchelo.
—Me apuntaré el nombre.
—Por cierto, ¿por qué has empezado el curso tan tarde?
—Porque he estado en el hospital operándome. Tenía las manos demasiado separadas del cuerpo.
—Comprendo tu situación, te lo aseguro.
—Oh, vale, vale. No hace falta que lo asegures.
—¿Qué ocurrió el viernes? Revolucionaste a algunas mujeres escolares y las volviste pícaras. Pero ahora ni siquiera Mamá Vegas te hace miraditas de uuuuh ♥.
—Pues no lo sé. Será por las sustancias que me rociaron en la piel de las manos para curarme —Maselillo se sonrojó a lo fruta-fruta madura.
—Eso habrá que estudiarlo.
—Sí, pues ahora estoy mejor. Quiero hacer amigos y conocerlo todo. Estoy ansioso por ser uno más.
—Lo serás. Otra pregunta, ¿por qué tus ojos son como dos pequeñas judías negras? ¿Acaso eres un familiar de Poubbideux?
—¿Cómo? Eh… No entiendo. N, no sé de quién hablas y mis ojos son la copia exacta de los de mi madre.
—Entendemos —respondimos extrañados.
—¿Eh?

Dejamos que los siguientes minutos fluyesen con normalidada. La profesora Chelo se quedó hablando en el umbral de la puerta con una silueta misteriosa y tímida que no metía las patas dentro del aula. Era la ocasión ideal para enseñarle a Maselillo el oso Ñangas.

—Mira, este es Ñangas.
—Sí, ya lo vi el viernes. Y a Carpeto también.
—Qué dicha. Me alegro —contestamos hipócritamente, pues nosotros queríamos enseñarle el oso antes que nadie.
—Oh, jejeje.









Ñangas seguía perezouso y revoltouso a la vez. No se levantó de su cama hasta las tic, tac… ¡9:30!

Queríamos enseñarle a Maselillo otras cosas. Le habríamos enseñado las dos tortúgulas, Mocio y Silvana, de no ser porque las hermanas Nishastie las mataron a mordiscos como dos leonas furiosas hace un año, cuando se introdujeron sin permiso en nuestra aula. Rompieron sus duros caparazones en un ataque de RABIA.

En la parte cercana a la ventana creímos divisar un cuerpo fálico y carnoso emergiendo del suelo. Pero nuestros sentidos nos fallaron; no era más que el brazo del Bebesitu solicitando leche desayunera.


Su forma de levantar el brazo no resultó ofensiva, a diferencia de cómo Maselillo alzó sus extremidades cuando se presentó ante la clase el viernes. Maselillo se enterneció al ver a Bebesitu, le pareció entrañable y lleno de carne de bebé.

La alemana Milchiga Saftigetitten se encargaba de prestar sus peshos a Bebesitu como una falsa mami para que los desayunara. Estaba al llegar.

Después, nuestra tutora invocó al silencio atmosférico para dar comienzo a la corrección de ejercicios que marcó la semana pasada. Todos abrimos nuestros cuadernos con destreza y agudizamos nuestros oídos.

Ah, doy gracias a todos esos entrometidos que han entrado en mi recopilatorio de vivencias sin mi permiso. Gracias por haber sugerido una respuesta en mi encuesta, aunque no haya servido absolutamente de NADA porque la cara falsa era la número dos. ¡Qué decepción!, pensaba que era la número seis. Yo había visto en sus ojos la palabra falso escrita por los dioses con letras supertecnológicas. Os juro que la vi, pero parece ser que me equivoqué…

Tuturutú… Pienso que Maselillo ha aprendido mucho sobre la escuela en estos días. Sin embargo, aún le quedan muchas otras cosas por ver. Qué inexperto es, joder…

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