16 octubre 2010

Vitaminas y celulosa para todos

Aquellos que tenían pensado ir a la Fiesta de la Fruta debían haber quedado hoy a las 09:30 en el borde del parque de Maraguarrada. Yonson Marcelo y yo habíamos decidido ir a la fiesta y lo teníamos todo preparado.

Yonson Marcelo fue el primero en llegar al parque. Estuvo junto a una acumulación de personas que parecía girar en torno a la parada del Fiesta Bus, un autobús exclusivo para gente sonriente con ganas de juerga y sed de diversión. Yo me retrasé un poco por culpa de los obstáculos, despistes, contraturnos y minitiempos que cayeron como meteoritos en mi vida justo después de desayunar. Pero gracias al tráfico, el Fiesta Bus llegó más tarde que yo.

Cuando llegó el colorido transporte, la gente se introdujo a cuentagotas en el Fiesta Bus por el orificio de la entrada. Yonson y yo nos sentamos en dos sitios de las profundidades: mi compañero en el asiento de la ventana y yo en el otro-otrete. Estábamos ansiosos por llegar a una de las mejores fiestas de la humanidad. El Fiesta Bus tardó más de hora y media en pasar por carreteras y pueblos hasta llegar a su destino. Algunos ''graciosos'' estaban esparciendo confeti de colores muy provocativos durante el trayecto solo para llamar la atención, pero ninguno de nosotros hizo caso a esos mendrugos escandalosos. Tales individuos deben ser siempre ignorados (toma nota de lo que digo).

El viaje había mareado a Yonson con crueldad. Creo que le hizo un ZOOM en la curva maldita y le viruleó el ojo hasta dejarlo aturdido. Su aspecto indispuesto le hacía parecer más zombi de lo habitual (pero yo no le dije nada para no ofenderle…).


—Yonson, ¿por qué no ingerir la famosa pastilla de mareo, nunca más a su debido tiempo? ¿No te das cuenta de que da más asco el sabor de los jugos gástricos que el sabor a capuchino del fármaco? —le dije al aturdido de Yonson.
—Joder, cállate, no me marees más de lo que estoy. Es que se me quedó la pastilla del mareo en la mesa de la cocina.

Fue un cuarto de hora después cuando Yonson Marcelo se volvió sano y desmareado. Al llegar al monte, las treinta y ocho personas del Fiesta Bus abandonaron la parada para dirigirse al lugar donde se celebraba el gran evento, justo en frente de un pequeño hayedo en cuyo interior se erguía una ruinosa atalaya. Allí, a las 11:40, nos recibieron la anfitriona de la fiesta y sus principales ayudantes.


Nos sentimos cautivados y emocionados por el ambiente frutal. Pudimos ver a la conocida Patri luciendo su espectacular tatuaje en su potente brazo y a Glenda Sabrosón, la animadora de eventos festivos con su bikini ambarino. Gustavo Estrugo, el primo lejano de Patri, sonreía cual uña recién cortada con UNA PIÑA EN LA MANO.

—¿Qué pasa, peña? ¿Hubo mareillo en el viaje, eh? Espero que no, porque tenemos que terminar de preparar todo esto y mi cuerpo rechonchito no está para tanto jaleo, así que necesito colaboración de la buena —comunicó Patri a los recién llegados.

Patri (Patricia Limonero para los que no tienen mucha confianza con ellah) es una miembro del clan Quincollado y tiene sangre de líder y de cumplidora. Su voz fuerte puede transmitir cualquier mensaje y siempre será oído por todo ser que ande cerca. Además Patri tiene style y sabe lucirse bien. Aquel día llevaba un vestido de cebra de frambuesa en donde se hallaba embutido su jamónico cuerpo.

Para que la fiesta estuviera animada hasta la saciedad, Patri propuso contratar a Glenda, que es una experta en dar marsha al cuerpo con todo tipo de músicas, gestos y contoneos. Cada uno debió aportar unos seis euros para pagar el oficio de Glenda entre otras cosas.

Parecía que todo iba a ir bien… La fiesta se sustentaba del Infalible Método de Patri (IMPAT), un método eficaz para que toda fiesta se desarrolle en orden y armonía. Y los tres pilares fundamentales que mantienen la Fiesta de la Fruta en pie son ese método, la energía fiestera de Glenda y obviamentosamente las frutas. Sin esos tres pilares la fiesta se sumiría en el CAOS ABSOLUTO para acabar finalmente en una destrucción completa. Pero eso no ocurrió.

Yonson Marcelo y yo nos sentamos en una mesa por orden de Patri a pelar frutas para hacer la gran macedonia. Fue en ese sitio donde algo dio a luz a un tema de conversación.

—Oye, ¿por qué siempre llevas esa mochila a todas partes? La has llevado hoy aquí, la llevas también a clase y cuando sales de paseo —nos cuestionó Yonson…
—La llevo porque sí, por que en ella llevo mis cosas y mis cosas las llevo porque sí.
—Ya…
—Ayayay…

Hubo un silencio muy chiqui y luego seguimos hablando.

—¿Cómo llevas lo de vivir sin tus vecinos?
—Bien, ya he superado la depresión post-aplastamiento.
—Tiene que ser raro eso de vivir en un edificio de viviendas sin ningún vecino.
—Sí, lo es. Pero se sobreviveh.

Me da la impresión de que Yonson Marcelo me ha propuesto ir a la fiesta por petición de su madre. Pensamos que su sentimiento maternal la ha impulsado a convencer a su hijo para que viniese conmigo hoy aquí. Creo que ella piensa que soy una persona solitaria que está pasando momentos difícileps y que necesita animarse. Pero es solo una impresión, aunque Marcelo y yo somos amiguillos.

Unos minutos más tarde apareció una cosa pelirroja con cara de gusano puntillista. Era Gustavo Estrugo, que vino a reprocharnos algo. 

—A ver, estáis hablando mucho y no os concentráis, y la fruta tiene que estar pelada para antes de las dos de la tarde —nos avisó el pequeño Gustavo.
—Estamos hablando pero pelamos igual de rápido como cuando estamos callados —le contesté yo.
—Ya, pero, a ver, no es lo mismo. Y… ¡Oh! Niño, tienes manchas amarillentas en el cuello y la ropa. ¡Eres un cochino! Seguro que también tienes las manos sucias.
—Pues no las tengo sucias —replicó Yonson Marcelo.
—Pero, a ver, algo de sucio tendrás. Venga, lávate con esas toallitas, que nos infectas la comida.
—Ya voy, mocoso.
—A ver, no me llames así, idiota. Y aprende a pelar más rápido —Gustavo cogió un mango del frutero para demostrar cómo se pelaba una fruta.


—Pero, a ver, ¿me estáis haciendo caso? La fruta se pela así —Gustavo alcanzó un cuchillo que estaba cerca del enorme recipiente lleno de arándanos.
—Yo la estoy pelando así.
—A ver, si hablas tan cerca de la fruta la vas a llenar de babas.
—Yo siempre controlo mis babas y nunca escupo a la comida. Domino la saliva mejor que nadie.
—A ver, si hablas pelas más lento, así que hazlo rápido ¡Y bien!
—Pues tú no la estás pelando especialmente rápido, chato.
—A ver, yo soy más pequeño que tú y aún así la pelo rápido para ser de mi edad y eso vale mucho.
—Me da igual que seas pequeño, la pelas tan lento como yo.
—A ver, no coges el cuchillo bien.
—Lo estoy cogiendo bien —dije a regañadientes. 
—A ver, no acerques tu bocaza a la fruta.
—No la he acercado.
—Pero, a ver, ¡coge el cuchillo bien! —exigió desesperado.
—Lo estoy haciendo bien, maldito plasta del demonio.
—A ver, te estás pasando y además… ti, tienes ese dedo sucio. ¡eres repugnante! Tira esa fruta a la basura, ya la has contaminado.
—No está contaminada, niñato repelente. Tú sí que estás contaminado con todas esas pecas que tienes en la jeta.
—¡A VER, PATRIII! ¡ME ESTÁ MOLESTANDO ESTA GENTE!

Patri estaba tan liada de manos y vegetales que el nerviosismo afloró en su interior.

—Gustavo, cállate la boca, sigue pelando y no vuelvas a gritar así. ¡Estoy de los nervios!
—Ya, Patri, pero a ver… —Gustavo nos abandonó y se fue tras su prima tercera.

Cuando Marcelo se limpió las manos, las frutas restantes se pelaron en unos quince minutos. Ay… Si la Pelafrú estuviera aquí habría pelado las frutas en un santiamén. Como ella… NO HAY NADIE.

Luego la fiesta empezó y Glenda comenzó a bailar usando los pasos de su etapa clásica pero siempre con un toque juvenil del siglo XXI. Todos los sumnongles allí presentes pusieron un poco de su parte en la preparación del evento, aunque hubo algún que otro perezoso QUE NO SE DIGNÓ NI A LLEVAR LAS BOLSAS.

Patri, en un descuido, dejó caer los melocotonios por la ladera. Desesperada, gritó al niño pelirrojo para que fuera tras ellos. Gustavo casi se despeña por el barranco de no ser por un tronco de haya que lo frenó a él y a la mitad de los melocotonios.

Finalmente, la Fiesta de la Fruta llegó a su desenlace. Solo hubo dos heridos y un vestido sucio (el de Patri, que le costó una fortuna). La fiesta fue una ardua tarea que realizar pero no llegó a culminar en la destrucción total. Quizás el año que viene sea mejor y tal vez traigan frutas más exóticas que las de este año. Pero si Yonson no me propone ir, no iré… Así son las cosas.

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