22 octubre 2011

La fiesta de la fruta

Este es el día señalado. El día la pera y la manzana, el día del kiwi y la guayaba. Hoy, sábado, 22 de octubre, se celebró la fiesta de la fruta. Voy a relataros cómo fue con pelos, señales y letras:

Mi despertador entonó una melodía electrónica que me arrebató el sueño a las 08:00 de la mañanax. Era la música que anunciaba el inicio de un día especial. Luego pillé al desayuno en la cocina y me lo desayuné sin piedad. Después me aseé con destreza y me vestí con ropa de deporte. Por último abandoné mi hogar con todo lo necesario tras haberle dicho adiós a mi minino, que me miraba desconcertado.

Avancé por la ciudad cargando con mi inseparable mochila mochilona hasta llegar al parque más grande del distrito, el parque de Maraguarrada. Allí me esperaba el puntual Juan Jasón Marcelo. ¡Ups! Quería decir Yonson Marcelo.

A las 09:30 de la mañana llegó el Fiesta Bus, o mejor dicho, llegaron los tres Fiesta Buses. A diferencia del año pasado, esta vez había mucha más gente fiestera porque Patri había difundido mejor por las redes sociales la noticia sobre la celebración de la fiesta. Yonson y yo esquivamos varios sumnongles, nos montamos en un Fiesta Bus y disfrutamos de un apacible viaje hacia el norte de la comunidad.

—Este viaje se me hace muy largo y odio los viajes largos —dijo Yonson hastiado mirando por la ventana.
—¿Te estás mareando?
—Que no, que me tomé la dichosa pastilla antes de venir.
—Mira, en esta revista se muestra la verdad: El tomate es una FRUTA FRUTA y no una verdurah. Yo ya lo sabía —anuncié con alegría al leer un pequeño reportaje en una revista que estaba guardada detrás del asiento de delante.
—Mmmf... —Yonson mumfeaba aburrido y apoyó su cabeza en el vidrio de la ventana.
—¿Me estás escuchando?
—Ahora no quiero mirar revistas. Si lo hago me marearé de verdad.
—Oh, entiendodo... —comprendí que mi amigo no estaba cómodo y me mantuve un rato en silencio cabalístico—. Pues me alegra que hayas querido ir de nuevo a la fiesta. Patri me dijo que ésta va a ser mucho mejor. Además, en el foro de Macedonia de las Delicias ponía que hay actividongas nuevas y muy chulas.
—Espero que así sea porque el año pasado la fiesta fue una mierda infumable.
—Cierto es. Era más aburrida que la peli porno de Hola, Don Pepito. Hola, Don José.
—¿Hay una peli porno de eso? —cuestionó Yonson mirándome sorprendido.
—Sí, sale hasta la abuela y todox —comenté animadә.
—Qué frikada.

Cuando cruzamos varios pueblos olvidados por el tiempo, hablamos sobre la medio vacía fiesta de cumpleaños de Yonson, la que celebramos ayer en su casa. A mi amigo, el hecho de que la gente le de regalos y le cante canciones ridículas por ser un año más viejo no le mola muchoh.

Una vez nos bajamos del Fiesta Bus, Yonson y yo respiramos aire de campo y estiramos nuestras extremidades sin rompernos ningún hueso. Yonson estaba especialmente ansioso por moverse por el terreno. Yo me sentía feliz por mi excelente nivel de salud; ya no quedaba ni un atisbo de mi enfermedad fabricada.

El lugar donde la fiestuki frutera se iba a celebrar eran, los alrededores del mismo bosquecillo de siempre. Aunque este año el entorno había cambiado un poco. Patri había mandado a colocar varias cosas nunca vistas que llamaban mucho la atención. Mi amigo y yo y el resto de los sumnongles hablábamos sobre las novedosas instalaciones.

—¿Qué te dije, Yonson? Patri ha planeado algo grandex. Este año no vamos a pelar frutas.
—Joder, ¿y esa grúa? —mi amigo contemplaba pasmado el megatrasto.
—Pronto sabremos su función. Vamos, tenemos que pagarle los seis euros al señor de la mano abierta —dije mientras hurgaba en las intimidades de mi monedero. El señor, que llevaba una gabardina púrpura, ponía un sello de un limón rojo en la muñeca derecha de todo aquel que pagaba la entrada.

La gente se movía de un lado a otro emocionada. Unos miraban los puestos de frutas con curiosidad y otros exploraban el área circundante del bosque sin tropezarse con los pedruscos. Así era cómo los pajaritos veían el panorama:


Sin esperarlo en absoluto, recibimos unas instrucciones sonoras, provenientes de un altavoz, que entraron por nuestros oídos entusiasmados. Nos indicaban que debíamos depositar nuestras pertenencias bultosas dentro de una carpa. No quería dejar a mi amada mochila lejos de mi supervisión pero NO TENÍAMOS OTRA OPCIÓN, MALDITA SEA. Sin embargo, iba a estar a buen recaudo porque un joven amante de las mochilas, maletas, macutos y bolsos iba a proteger nuestras posesiones con eficacia. Pero, ¿por qué teníamos que dejar en aquel sitio nuestras cosas?

—Presiento en mis mejillas que una bomba de diversión nos va a estallar en la careta. Esperamos que IMPAT☆ evite que la fiesta se desmorone.
—Shhhh... Parece que nos van a comunicar algo. A ver si nos dicen ya qué es lo que pasa —Yonson se percató de que el barullo disminuía.

La enorme grúa torre rotó sobre su eje y su pluma (la parte superior horizontal de la grúa) se colocó sobre nuestras cabezas. Un objeto macizo de un tono rosado colgaba del cable de la estructura y se aproximaba hacia donde se aglomeraba la masa humana. Era la Patri, súper feliz y con un arnés de seguridad.


—¿Cómo va todo, gente? Hace fresco, ¿no? Pues vais a entrar en calor porque la fiesta de este año tiene una actividad muy especial y no va de pelar frutas, precisamente. Es como una película de aventuras, con pruebas y peligros que tenéis que superar. Pa que nos entendamos, dentro de este pequeño hayedo hemos montado una yincana con diferentes partes, cada una de ellas con su dificultad. Lo que tenéis que hacer es atravesar el bosque e ir superando todas las pruebas que hay dentro e intentar llegar hasta el centro de todo, donde está la atalaya de Miraencima. Parece un camino corto, pero no lo es. La yincana forma parte de un laberinto hecho con paredes prefabricadas de color azul. No os queda otra que ir probando caminos hasta que encontréis el que os lleva directo hasta el centro del hayedo. Y todos los caminos tienen al menos dos pruebas para que las superéis —Patri informó desde lo alto a todos los allí presentes con su potente voz y sin caerse del chisme en donde estaba agarradah. Parecía que podía controlar el movimiento del cable con un joystick de color amarillo que movía con su mano izquierda.
—Me pregunto si Patri querrá asesinar a los perdedores con esa pistola púrpura —susurré a Yonson.
—El primero que llegue a la atalaya tendrá que entrar en ella y subir hasta lo más alto para coger la bandera que hay allí. Eso lo convertirá en el ganador de este juego. Y el ganador se llevará como premio unos 12 kilos de limones frescos por cortesía de los Limonero y un pack de cremas hidratantes, antiarrugas y rejuvenecedoras que son de lujo, lujo, y de una marca muy cara. Están valoradas en 350 euros y te dejan la piel como la de un melocotón, así, súper sana, brillante y de buen color. Ah, y también se llevará unos bolígrafos con olor a mango.

Yonson escuchaba con atención. Parecía que el premio le interesaba.

—Ah, y una cosa más: Nada de saltar los muros del laberinto ni de darse de hostias, ni puñetazos, ni patadas ni nada que deje pupa ¿eh?. No quiero violencia ni malos perdedores.
—Joder, la Patri este año se ha lucido —dijo una muchacha zalamera y risueña.
—Pero, ¿qué pruebas son esas? No sé si estoy preparado —expresó un hombre maduro con semblante preocupado.
—El premio es un poco caca, pero participaré para pasarlo bien —confesó una señorita con un lunar en forma de sandwichera descatalogada.
—Yonson, ¿estás preparado? Yo no sé si lo estoy-totoy.
—Lo estoy. Tú quédate siempre a mi lado y no te pasará nada.
—Lo estaré ♥ —las palabras de Yonson me dibujaron una sonrisa en mi corazón con un rotulador relleno de felicidad.
—¿Qué pasa, gente?, ¿tenéis miedo? Las pruebas son facilonas y cualquiera puede superarlas. Vamos, todo el mundo en frente de la entrada del bosque. Si tenéis dudas, dentro del bosque estarán los guías para ayudaros —Patri se mecía como un gracioso péndulo de grandes senos mientras señalaba la entrada del boscaje—. Ahora, esperad a la señal de salida que dará mi invitado especial.

Una figura masculina, oscura y draculesca, emergió del hayedo y se detuvo justo delante de la entrada. Su aspecto suscitó muchos comentarios entre los sumnongles espectantes.

—Buenos días a todos. Aquí estamos un año más disfrutando de la fiesta de la fruta, la más sana y nutritiva de todas las fiestas y la preferida de los vegetarianos —dijo el sumnongle misterioso—. A continuación, daré la cuenta atrás para empezar el juego. Recordad, debéis superar las pruebas del laberinto del hayedo y llegar antes que nadie a la atalaya del centro. Bien, ¿preparados todos los jugadores?
—¡Sííííííííí! —gritaron casi todos al unísonox.
—Los que no queráis jugar iros hacia atrás.

Unos treinta cobardes se alejaron de la muchedumbre. Fueron solo sesenta y pico personas las dispuestas a jugar.

—Oye, no se te parece al presentador este... ¿cómo se llama? —preguntó Yonson extrañadou.
—Sí, se parece. ¿será él?
—No creo, este es verdosillo.
—¡Ahí voy! —gritó levantando la barbilla—. Tres, dos, uno…, ¡YA!


El sumnongle alzó sus brazos como si quisiese darle un abrazo a una enorme barriga imaginaria. De su capa salió una gran cantidad de confeti colorido que iba dirigido a los alterados participantes. Justo detrás de ese señor, estallaron bombas de humo de colores con textura de yogurt fantasmagórico.

—¡Aaaaaaaah! ¡Pica, pica! —gritó un chaval adoptando la pose de una mandrágora HORNEADA VIVA.
—¡Joder! ¡DEMONIOS Y HUEVOS, ESTO ESCUECEEEEEEEE! —vociferó otro apuntando con su lengua al cielo.
—¡Cuidado, EL CONFETI ES URTICANTE! —gritó Yonson agarrándome del brazo. Evitó que esos coloridos papelillos del mal contactaran con mi sensible piel de flanchubilún—. Corre, ¡corre!¡Vamos a dentro!
—Qué jaleo. ¡La Patri se ha vuelto loca!

Nos adentramos en el hayedo con alopecia otoñal a toda prisah. Yo miré hacia atrás para comprobar si nuestros doloridos contrincantes seguían quejándose del picor. Todos ellos dejaron de sentir esa desagradable sensación y se reincorporaron en la carrera.

—¡Este bosque es preciosho! Tal vez encontremos aquí el verdadero origen de la humanidad.
—Yo lo que quiero encontrar es la bandera, ¡date prisa!

Yonson y yo nos topamos con el primer obstáculo después de doblar ciertas esquinas irreverentes. Entre las hayas habían colocado una pista sinuosa de color azul. Sobre ella, aproximadamente unos cuarenta melones rodaban y rodaban sin parar. Glenda Sabrosón, la animadora de fiestas, caminaba encima de una pelota gigante con aspecto de melón y le daba latigazos a las frutas para mantenerlas en continuo movimiento. Era una situación muy caótica y melonuda.



—¡Pasad, pasad! ¡No seáis miedosos! —gritó la habilidosa Glenda, sin perder el valioso equilibriox que la mantenía con VIDA.
—¡Ay! Es una estupenda domadora de melones —confesé impresionadis.
—¡Este suelo resbala una pasada! Vamos.

Yonson Marcelo dio unos cuantos pasos inseguros sobre la pista, como los que da un cefalópodo que está aprendiendo a patinar sin la ayuda de su institutriz. Esquivó varios melones pero alguno que otro colisionó contra sus pantorrillas. Glenda tiene en la sangre el talento de un payaso acróbata, pero solo consiguió que Yonson se desplomara contra el suelo dos veces entre gritos desesperados.

—Espérame, ¡ESPÉRAMEEEE, MALDITA SEAX! —espeté desde el otro lado del campo de los melones locos.

Vi que Yonson cruzó la pista en poco tiempo. Yo quería hacer lo mismo... Por eso me armé de valor y de velocidad guepárdica para atravesar la pistah. Lo conseguí sin caerme ni una sola vez. Fui en línea recta como una flecha y evité el contacto con todo melón y con el látigo de Glenda, que se agitaba como una culebra cabreada.

Superamos la primera prueba con éxito. Glenda se frustró un poco al no poder pillarme, pero pudo cebarse a gusto con una parejita ridícula de sumnongles que fue derribada por un melón que salió propulsado de una rampa.

—Joder, qué divertidodo. ¡Esto es mejor que la mierda esa de Fancy Facies!

Nuestro próximo destino era otra prueba mucho más compleja. A simple vista, parecía aterradorah.

—¿Qué es todo esto y aquello? —pregunté boquiabiertә.
—¿Es eso... sangre? —cuestionó Yonson al atisbar manchas rojas.

Otro sumnongle con gabardina púrpura esperaba nuestra llegada a la nueva prueba. Parecía muy tranqui-tranquilo.


—Hola, chicos. Si queréis pasar, debéis de responder correctamente una preguntita cada uno. ¿De acuerdo?
—Pero... ¿es eso un toro... que salta?
—Es una vaquilla saltarina. No os asustéis, no se va a acercar aquí. La vaquilla le tiene miedo a las puertas de color celeste.
—Yonson, yo no tengo ni putas ganas de meterme ahí dentro —confesé.
—Vamos, di la pregunta, ¡que se nos adelantan! —Yonson, por otra parte, estaba ansioso por superar la nueva prueba.
—Está bien —el joven procedió a leer rápidamente la pregunta para Yonson—. ¿Qué es el tomate? Una verdura, una fruta o una legumbre.
—Fruta, ¡FRUTA! —Respondió Yonson. Con esto demostró que escuchó aquello que dije en el Fiesta Bus ♥.
—¡Correcto! Pasa y sigue tu aventura —el preguntador abrió la puerta y Yonson pasó por ella disparadoh.
—¡Yonson, no dejes que te revienten el cráneo!
—Bueno, ahora tú.
—Es que no quiero que ese mamífero cornudo me convierta en sobrasada —no podía ocultar mi terror.
—No temas, tú eres más veloz que ese animal —el sumnongle me sonrió y volvió a mirar a su listado de preguntas—. Venga, dime, ¿cuál de estos tres cítricos tiene una mayor concentración de vitamina C? La cidra, el gubinge o la combava.
—Ni puta ideax. ¿Qué frutas son esas? ¡Yo no tengo una wikifruta en mi cabeza!
—Di una, rápido, que se acerca más gente.
—Pues... Elijo el gubinge porque rima con faringe.
—¡Correcto! Vamos, ¡entra! —el preguntador me empujó con suavidad por la espalda para introducirme en ese dédalo taurino.
—¡Bieeeeen! ¿Eh? Pero...

Sin poder evitarlo, acabé dentro de ese mini-laberinto compacto. Yonson había subido una especie de torre rocódromo y desde lo alto me gritaba que fuera hasta él. Tenía tanto miedors de encontrarme la vaquilla de ojos radiactivos que agudicé mis oídos para oir sus brincos. Quería huir y permanecer inmóvil al mismo tiempo. Me sudaba el cerebro... No sabía qué hacer.

—¡AAAAAAAH! ¡Fuera, FUERAAAA! —Gritó un sumnongle perseguido por el cuadrúpedo saltarín al otro lado de la pared. Podía oír sus pezuñas retumbar en el suelo.
—Yonson, jolines, ¡¿A DÓNDE POMELOS VOY?! —pregunté desesperadis.
—¡Sigue palante! ¡CORRE, MUÉVETE! —Yonson movía sus brazos indicándome a dónde debía ir.
—Ay, Patri... ¿POR QUÉ COÑO METES A ESTE BICHO AQUÍ?

Acto seguido recibí un tomatazo por parte de unos de los sumnongles con gabardina púrpura. Intuía que eran miembros del clan Quincollado, es decir, familiares de Patri. Esos sumnongles estaban en todas partes y tenían ganas de jugar a la tomatina con los pobres desgraciados que huían dentro del pequeño laberinto.

—Al menos ese pringue rojo de las paredes no es sangre...

Avancé por un pasillo recto y me detuve en seco cuando la vaquilla se cruzó perpendicularmente justo delante de mí. Tuve la suerte de que mi presencia fue ignorada por completo, pero el pavor tan intenso que sentía había obligado a mi vejiga a derramar una gotita de orinín de espantosín. Fue patético, pero nadie noto NADA.

Subí el pequeño rocódromo con torpeza antes de que otros sumnongles con ganas de sobrevivir lo hicieran antes que yo. Yonson me esperaba arriba, en la plataforma. Juntos bajamos por una rampa deslizaculos y acabamos de nuevo pisando la hojarasca. Nos encaminamos a la siguiente prueba.

—¡Tienes que darte más prisa! —Gritó Yonson, indignado.

Tras un breve momento de tensión forestal, nosotros divisamos una última prueba muy simple en donde había que esquivar unos plátanos gigantes que oscilaban colgados de izquerecha a derierda. Al vencer el obstáculo, Yonson saltó de alegría pues tenía la atalaya JUSTO DELANTE DE SUS NARICES.

—Sí, ¡SÍ! La bandera sigue allá arriba —anunció Yonson esperanzado—. ¡Creo que somos los primeros en llegar!
—Tengo el cuerpo medio echo polvox… ¡No soy un gamo, soy una jodida persona de ciudad!
—Cuidado. Está el niñato pelirrojo del año pasado —Yonson se refería a Gustavo, el primo lejano de Patri. Estaba en el suelo quitándose algo de una de sus deportivas.
—Eh, no se puede adelantar a la gente sin zapatos. A ver, no se puede, ¡NO SE PUEDE! —Gustavo gritó inútilmente al apresurado de Yonson y fue tras él después de calzarse el pie.

Parecía haber vía libre para llegar a la meta, pero algo malo estaba por caer, y nunca mejor dichox. La Patri había saltado sin ningún arnés desde la pequeña plataforma que colgaba de la grúa y había caído al suelo sin mucha elegancia. Se había interpuesto entre Yonson y la atalaya de Miraencima. Se la veía desafiante y con un aspecto mucho más frutal...

—¡Oye, tú! No te dejaré llegar a la meta así tan fácilmente. Tienes que esforzarte mucho más si quieres ganar —Comunicó Patri con fuego de limón en sus ojos
—¡Haré todo lo que sea posible! —manifestó el valeroso Yonson
—Patri. ¿Qué haces con esa arma?
—¡Trágate mi zumo, gallito!


Patri disparó su arma misteriosa. Esta estaba conectada mediante una especie de manguera a una bombona que ella llevaba en su espalda. Del arma salió un potente chorrete de un líquido sin identificar que dio de lleno en la jeta de Yonson.

—¡AAAAAH! ¡ESTÁ HELADA!
—Es un zumito rico con solo un grado de temperatura. ¡Disfrútalo! —dijo Patri sonriendo.

Más de una vez Patri castigó a Yonson con su pistola de zumo. Ella disfrutaba torturándolox, pero era parte del juego. Yonson casi no podía ver y se sentía muy incómodo. Así que decidió arremeter contra ella.

—¡PARA DE UNA PUTA VEEEEEEEEZ! —vociferó Yonson descontrolado.
—¡Cuidado, Patri! —Gustavo se había metido en medio.

Mi querido amigo quiso arrebatarle la pistola, pero Patri no era una blandengue a la que se le podía despojar de sus armas tan a la ligera. El forcejeo fue aparatoso y Yonson solo consiguió darle un golpe SIN QUERER a Patricia Limonero. Esta acabó desplomada en el suelo, inconsciente, como una bailarina derrotada.

—Dios… Lo siento mucho —Yonson se sintió muy culpable y corrió a socorrerla. Descubrió que aún tenía pulso y eso lo tranquilizó un poco.
—¿Has matado a Patri?
—¿Por qué has pegado a Patri? Eres un salvaje. A ver, ¡VAS A IR A LA CÁRCEL! —Gustavo gritaba furioso. Fue hacia donde estaba su prima lejana para asistirla.
—Yonson, Patri está bien, tú corre a la jodida atalaya. ¡Corre, que te adelantan!
—¡Vale, vale! —Yonson abandonó el lugar con una mueca de espanto.
—A ver, tú de aquí no te vas. ¡Oye, vuelve aquí! —Gustavo obligó a Yonson a quedarse en su sitio pero no lo consiguió. Fue tras él para intentar detenerlo.

Me quedé a solas con Patri la abatida. No quería que los castañujos del bosque, si es que existen, la devoraran viva. Me fijé al momento que una decena de participantes había llegado al centro del hayedo. Yonson ya no estaba solo y su posibilidad de ganar disminuía. Pero tuve una idea: la pistola de Patri podía servirme para ayudar a mi amigo.


Me hice con ella y disparé a varios de los sumnongles que llegaban al centro del hayedo. Muchos se quejaron de mi ataque líquido y me insultaron, pero al menos no adelantaron a mi amigo. Patri no dijo nada de que estaba prohibido mojar a los contrincantes con su pistola. Además, yo ya había desistido. Prefería que Yonson se llevara el premio porque estaba mucho más motivado que yop.

—¿Cómo llego a la atalaya? ¡No hay ningún puente! —mi amigo dio una vuelta completa en torno a la atalaya, que estaba construida en un pequeño peñón que sobresalía en el centro de una charca.

Antes de recibir ninguna respuesta, Yonson se zambulló sin miedo en el agua sin quitarse la ropa y nadó hacia el peñón. Gustavo y un amigo suyo de su edad, que llegó unos minutos después, decidieron hacer lo mismo que Yonson para frenarle los pies (aunque estaba visto que no lo conseguirían).

—Ay, qué fría y asquerosa —Gustavo se metió poco a poco en el agua—. ¡Ahora vas a ver! ¿Qué? ¡AAAAAAAAH!

Una enorme cabeza de cocodrilo emergió de la profundidad de la charca y se comió al nene pelirrojo. Yo lo vi todo, y los sumnongles que no se atrevieron a meterse en el agua también.


El amigo de Gustavo huyó como una pelusa soplada por una ventisca y uno de los espectadores se desmayó del susto. ¿Había muerto el niño repelente? Pues nono, porque en menos de lo que se dice «en menos de lo que se dice», Gustavo fue defecado por el artefacto cocodrilesco. Salió ileso de esa pseudodigestión, aunque estaba muy asustado y mojado.

Yonson, sin embargo, seguía con lo suyo, sin mirar atrás. Escaló algo cansado la roca, completamente empapado y entró en la atalaya. Ningún otro sumnongle había conseguido llegar hasta el peñón. Después, subió la escalera del interior y llegó a la azotea. Allí cogió el mástil del gallardete y empezó a reír cargado de alegría. Yo contemplé la escena del victorioso Yonson desde abajo.


—¡GANÉ, GANÉ! —gritó Yonson.
—¡Muy bien! ¡Ya tenemos ganador! —anunció un miembro del clan. Algunos de los participantes que no se atrevieron a mojar sus calcetines aplaudieron al héroe del limón.
—¡Genial, Yonson! Ahora podrás invitarme a tomar limonadas durante un mes —dije a Yonson, que no se enteró musho de lo que dije. Estaba súper entusiasmado con su triunfo.

Patri comenzaba a moverse de su letargo accidental. Volvió al mundo de los conscientes. Estaba desconcertada y mientras se toqueteaba su destrozado gorro de frutas.

—Uh, ¿qué pasa?, ¿qué me ha pasao? —cuestionó confundidah.
—No lo sé, Patri, pero mi amigo ha ganado tu concurso —expliqué sin querer mencionarle lo del puñetazo accidental.
—¿Sí? Pues no me enteré de na. Lo último que recuerdo fue que... fue que lo mojé con mi pistola... creo.
—Seguramente. Creo que estás aturdida por haber estado oscilando por un buen rato. ¿A quién se le ocurre ir colgando de una grúa? —me arrodillé a su lado y le entregué algunas de las frutas caídas de su gorro.
—A mí. Son las cosas que hago pa impresioná.

Gustavo anduvo con torpeza por la tierra y entre sollozos comenzó a maldecir a Patri por haber colocado ese cocodrilo en su tortuoso juego de cruzar el bosque. Patri le ofreció algo de consuelo y confesó que se había pasado un poco al poner ese reptil gigante. Le prometió a su primo que le iba a dar un suculento pastel de aguacate, pero a Gustavo parecía no atraerle mucho el ingrediente principal de ese postre.

Yo me alejé de Patri y Gustavo. Rodeé la charca mirando hacia lo alto de la atalaya. Quería saber por qué Yonson tardaba tanto en bajar. Si no me equivocaba, el sumnongle estaba descansando sentado en una almena y sujetando la bandera con una mano.

—¡Yonson, baja ya!

Nada más acabar la oración recibí una pedrada en la cabeza.

—¡Ah, joder! ¿Quién ha sido? —giré la cabeza hacia atrás y no vi a nadie. Luego miré en otras direcciones cardinales en busca de un lanzador de piedras. Sospeché de algunos sumnongles que se aglomeraban cerca de la charca—. ¡AH! ¿QUIÉN PERSONA QUÉ PASA AQUÍ ES? —pregunté a tope de enfado, porque una segunda piedrecilla maligna volvió a colisionar contra mi cuerpo. Me quedó claro que quien tiraba piedras estaba escondido tras los árboles—. Da la cara, ¡cobarde! —me adentré unos dos metros entre las hayas—. ¿Quién eres? ¿Por qué me tiras piedrax? Un momento... Eres... ¿Eres Bola Q?

Un duende invisible me inyectó miedo en mi organismo. Pensé por un momento que Bola Q había vuelto a las andadas (o a las rodadas) colándose de nuevo en la fiesta. Luego recordé que Bola Q no tiene brazos, así que no puede lanzarme NADA.

—He oído tu paso. ¡SÉ QUE SIGUES AHÍ!

Detecté algo de movimiento. Mis ojos analizaron la escena hasta que encontraron algo fuera de lo normal... Esa extraña mano que saluda.


El año pasado vi a esa misma mano, o a otra MUY SIMILAR, dentro de mi edificio desvecinado. Las manos suelen estas adheridas a un ser humano, por lo tanto, debía de haber una persona detrás de ese árbol. Quise averiguar quién demonios era y por qué estaba ahí. Quise saber por qué me había tirado piedras y si tenía algún asunto pendiente conmigou. Pero, el valor me volvió a fallar...

He sido capaz de perseguir a Bola Q, de enfrentarme al Picafuso Zampamoscas y de insultar a Basilión Tronchacocos, pero, no sé, esta vez siento muy malas vibraciones... No quiero que hagan daño a mis células cosas raras que no sé cómo son…

—¿Qué haces ahí? ¡Ven! —Yonson había salido de la atalaya. Estaba cruzando de nuevo la charca con la bandera en la mano.
—¡Voy! —hice un gesto con la mano para indicarle a Yonson que esperara.

Volvi a mirar al bosque y noté que la mano ya no estaba visible. Sucedió como en las pelis de miedo, qué casualidad… Ese hecho me estremeció un poqui más.

Me reuní con Yonson sin parar de pensar en lo sucedido. ¿Debí de haber mirado detrás del árbol? ¿Esa persona está relacionada con alguno de mis difuntos vecinos? ¿Esa persona va a por mí? ¿Es realmente una persona? No saber, no saber.

Yonson, Patri, el resto de la peña y yo abandonamos en manada el centro del bosque. Muchos se reían de las experiencias vividas, otros se quejaban y algunos se desilusionaban. Pero, por lo general, todos se lo pasaron chachi piruleta.

—Joder, me lo he pasado mejor que en mi cumpleaños. Aunque estoy muerto de frío —Yonson escurría sus trapos corporales por el camino sin poder borrar su sonrisa.
—¿Y me vas a decir para qué quieres tú esas cremas? Tú no eres de los que se untan la cara como una tostada mañanera… —pregunté con curiosidad al mismo tiempo que jugaba con la banderita de la atalaya como una majorette.
—Pues… para usarlas. Pero reservaré la mayoría para dárselas a mi chica del mar.
—¿Chica del mar? ¿Tienes una novia sirenita? —preguntó la Patri, que se entrometió en la conversación. Parecía que se había olvidado de que fue víctima de un puñetazo puñetero.
—Emm… No es mi novia, pero me gustaría que lo fuera. Yo sé que ella me quiere y yo la quiero a ella. Estoy yendo al gimnasio solo por ella —reveló Yonson con timidez a Patri—. Ah, y de veras siento mucho lo que te hice antes…
—Que no te preocupes… Fue un accidente.
—Yonson, ¿no te das cuenta de que ella se habrá convertido ya en caldo de plancton? La pobre ya estaba un poco podridah —expresé sin tapujos. Creo que en ese momento sentí algo de celos de serpiente.
—No digas esas cosas. Sé que ella sigue allí y sé que me está esperando —Yonson respondió ofendidete. Parecía que le había retorcido sus esperanzas.

Tuvimos una pequeña discusión que Patri luego moderó con habilidades de presentadora de televisión. No fue gran cosa, pero mis repentinos celos me amargaron un poco la tardex. ¿Por qué siento ese afecto más poderoso por él? Sé que no vale la pena… Yo no soy esa zombi de mar… Yonson no cruzaría una yincana llena de peligros para conseguirme un regalito. He de asumirlo, pero me va a costar.

El resto del día estuvo bien. Disfrutamos de un almuerzo muy vegetal, con frutas exóticas y de formas provocativas. Ensaladas y macedonias llenaron los estómagos de todos los allí presentes.
Después, unos cuantos espectáculos y algo de karaoke libre le dieron ese toque musical que faltaba a la fiesta. Yonson y Glenda bailaron una extraña danza sobre el escenario que animó a la gente a bailar y a cantar. Yo bailé una pequeña coreografía futurista que encandiló a una chica gordita amante incondicional de los pisapapeles de oficina.

Una vez finalizada la fiesta, todos nos montamos de nuevo en los Fiesta Buses. Yonson cargó con su cuantioso premio y con una toalla que llevaba encima que un familiar de Patri le prestó, aunque su ropa ya estaba casi completamente seca.

Ahora estoy en casa, como no, disfrutando de un merecido descanso. Me preguntaba cómo demonios consiguió Patri el dinero para montar toda esa fiesta. El cocodrilo, la vaquilla, el laberinto, todo eso cuesta lo suyo. Sé que la jodía es medio rica, pero he oído que el ayuntamiento del municipio en donde está ese hayedo financió parte de la fiesta. Lo que es seguro es que la fiesta se ha vuelto más popu que antes y Patri la hará año tras año. Aunque lo de hacerla en ese bosque, que fue en su momento un coto de caza, no es lo recomendable… Ella explicó que la próxima la montaría en un lugar donde no se moleste a la naturaleza. Y espero que no lleve vaquillas; no estoy de acuerdo con que las metan en juergas humanas sin su consentimiento.

Bueno, ojitos que leen, es hora de despedirse. Quizás vuelva la semana que viene a la escuela, pero no es seguro. Basilión sigue dándome miedo… ¡Ah! Y esa mano del bosque también.

¡Quiero vivir en paz y en armonía otra vez, joder!

-Bye-

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