12 septiembre 2011

La ruleta de los dos rostros

Adiós, vacaciones de veraniano, os dejo atrás en mi pasado. Ahora he de afrontar el presente y el nuevo curso escolar que hay dentro de él.

La fatídica fecha señalada ha llegado ya y no hemos podido evitarlou. Hoy es 12 de septiembre, inicio de la aburrida rutina estudiantil. Cumplí con mis obligaciones y me presenté, como los buenos alumnos hacen, frente a la entrada de El Diptongo de Coser y Cantar. No fuimos los únicos en plantar los pies dentro del área del instituto a esa somnolienta hora de la mañana (las 9:00); Maselillo y el fantasioso de Orlando Latumba también estaban allí. En realidad la presentación de los alumnos de secundaria empezaba a las 9:30, pero nosotros fuimos tan PRINGAOS que llegamos una media hora antes. No entiendo por qué lo hice… ¿Lo entiende usted?

Me reuní con el sonriente de Maselillo y el sumnongle con corona de pinchitos para no perderme en la soledad del pavimento.


—Maselillo, esto es más inadmisible que tener una Luna cuadrada girando alrededor de la Tierra —le comuniqué al ver su vestimenta tan abrigada.
—¿Qué? —preguntó sorprendido.
—Joder, ¡llevas puesto un jersey, con el calor que hace! ¿Acaso estás castigando a tus glándulas sudoríparas aumentando al máximo su rendimiento?
—No es eso. Ya te he dicho que no me acaloro tanto como los demás.
—Y encima con la cremallera totalmente cerrada… ¡Ay, Tecnofranelo, qué agonía tan térmica! Esto ya es provocar.
—¿Estás de mal humor esta mañana? Tengo gominolas de manzanilla que te calmaran los nervios —intervino Orlando Latumba, que me miraba atónito mientras dejaba su boca abierta.
—No, gracias, nenecillo coronado. De veras estoy de buen humor, solo que a veces me sorprenden algunas cosas y tengo que comentar algo sobre ellas. Mi lengua no puede quedarse quieta dentro de mí —expresé con alegría fresca.
—Ya veo. Deberías de acostumbrarte a mi vestimenta —notificó Maselillo haciendo desvanecer su sonrisa.
—Lo sé, querido Maselines, lo sé.

Reconozco que fui un poco brusqui-tosqui al expulsar mis pensamientos sobre los atuendos invernales de Maselillo, pero no lo pude evitar…

—¿Alguno de vosotros sabe quién será el nuevo jefe de estudios de la escuela? —cuestionó Orlando queriendo despertar nuestra dormida curiosidad.
—Pues, no —respondimos Maselillo y yoh.
—Los candidatos son Chelo y Don Bulbón. Pero yo sé quién conseguirá el puesto de jefe de estudios.
—¿Quién?
—Don Bulbón. Lo he visto todo en una de mis predicciones, justo antes de coger el autobús —dijo sonando muy sinceroso.
—Bueno, tienes un 50% de posibilidades de acertar. Es algo muy fácil de adivinar.
—Pero te digo que es cierto, que lo vi en una predicción.
—Ya, sí…
—El Orlandito tiene razón: Don Bulbón va a ser el nuevo jefe —Yazmina, que apareció por detrás de Orlando, se unió al diálogo.
—¿Tú también predices cosas? —pregunté extrañadә.
—No, joder. Lo que sé es que la ruleta está trucada. A la directora le conviene más que salga Don Bulbón. No me preguntéis por qué porque no lo sé.
—¿Aquí se eligen a los jefes de estudio con una ruleta? —Maselillo, que no se enteraba mucho de lo que hablábamos, necesitaba aclarar sus ideas.
—Claro, Maselillo. Es el método más apasionante que existe.
—Oh…

Yazmina terminó de atestiguar la veracidad de lo que Orlando decía para luego desvanecerse entre sus amigas chonis, que gritaban entre risas como hienas. El tiempo siguió su cauce y el ring ring alarmero sonó para avisar a todos los estudiantes de que se introdujeran en el edificio. La presentación del nuevo curso iba a comenzar.

Qué bien, chicos, tengo ganas de empezar las clases —confesó Orlando entusiasmado cuando subimos a la primera planta.
—Qué ascox. Yo prefiero empotrarme en el colchón y dormir.
Esto es mucho mejor. Además mi prima ha repetido curso y va estar en nuestra clase —anunció felizmente—. Oíd, os dejo, que me esperan unos amigos.

Orlando se alejó por el pasillo en busca de sus camaradas. Yo, con Maselillo siguiéndome como un perrito obediente, me alejé de las puertas del salón de actos para hablar con dos sumnongles que jugaban con sus consolas portátiles, rellenas de píxeles, ajenos al bullicio y apartados de las masas humanas. Se trataba del dúo de Bruno y Ambrosio.

Oh, ¿Cómo coño cojo los horrorosos cocos rojos? —preguntó hastiado Bruno pulsando botones como un viejo apasionado de los zappings.
Yo propongo dos modos: o con los loros locos o con los osos robot —sugirió Ambrosio, que miraba la pantalla de la consola del estresado sumnongle que quería recolectar cocos.

Interrumpí al dúo de los jueguitos virtuales, después de saludarnos mutuamente al estilo postvacacional, para proponerle a uno de ellos una importante misión.

—¿Qué puñetas quieres que haga? —preguntó very asombrado.
—Pues lo que te acabo de decir: quiero que con un imán manipules el giro de la ruleta.
—Pero, ¿para qué?
—Para que la ruleta escoja a Chelo como la nueva jefa de estudios, en vez de a nuestro antiguo profesor de plástica —expliqué con cautela de gato callejero.
—¿Y tú cómo sabes que va a salir Don Bulbón?
—Lo sé porque la ruleta está trucada y cuando acabe de girar, acabará asignando al profesor el nuevo cargo. ¿Ahora entiendes para qué quiero que uses el imán?
—Sí, lo entiendo. Pero yo paso de hacer el imbécil colándome en el escenario para cambiar el movimiento de la ruleta —a Bruno le extrañaba mi alocadah proposición y al mismo tiempo le parecía estúpida y descabellada.—Bruno, si lo haces y triunfas, te compraré la merienda durante todo el primer trimestre. Un bocadillo, más un zumo, más un bollo más un chicle.
—Uff… OK —aceptó al conocer la deliciosa recompensa.

Don Bulbón Capúleo es una mala persona, un profesor grosero, un capullo con mucho orgullo. No puedo tolerar que consiga ese cargo tan poderoso; podría arruinar nuestros estudios y ennegrecer nuestros futuros. Quizás exagere mucho, pero si tengo la oportunidad de cambiar las cosas a mejor, prefiero hacerlo.

Le indiqué a Bruno cómo colarse por el hueco de las pelusas para acceder al desordenado y tenebroso trastero de la tercera planta. Allí reposan olvidadas múltiples herramientas que aún siguen funcionando de manera óptima. Me acuerdo perfectamente que entre esas herramientas había un poderoso imán que con su magnetismo podría distorsionar el giro de la ruleta de metal. Si Bruno lo unía a un palito, tal y como le pedí, conseguiría crear una especie de báculo poderoso que le concedería el sagrado poder de acercar más el imán a la ruleta.

Tenía mis dudas sobre la sinceridad de la choni de la clase. Yazmina tiene fama de mentirosa, pero hablando de temas considerados triviales por ella misma, la choni no añadiría información falsa sin ninguna razón (como en el caso de la ruleta trucada). Aunque también hay algo que me desconcierta… ¿por qué sabe ella que la ruleta está trucada? Eso no debería saberlo ni las mantis religiosas que rezan encima de los toldos agujereados por el Sol.

Cuando Bruno subió a la tercera planta, Maselillo y yo entramos en el salón de actos junto a otros muchos sumnongles inquietos. Quisimos sentarnos lo más cerca posible al escenario. Nada más reposar nuestros juveniles culos en nuestras deseadas butacas, nos pusimos a hablar esperando a que la directora iniciara la charla.

—Oye, Maselillo, ¿qué opción has cogido?
—Ah, ¿no lo habíamos comentado ya? Creo que te dije que había cogido la opción A.
—¡Estupendo! Entonces como yo. Me pregunto qué opciones habrán cogido Mamá Vegas y los otros.
—Ni idea. Pero sé que Yamiley cogió la opción S —dijo Maselillo trasladando su dedete a su prominente barbilla.
—¿Cuál es esa? —cuestioné a mi pelirrizado amigou.
—La opción de espinacas y panderetas.
—Creo que esa opción es muy entretenida.

Maselillo, el resto de la clase del curso pasado y yo volveremos a estar todos juntos. Pero solo estaremos juntos en aquellas asignaturas que tengamos en común, como lo son las obligatorias.

Unas bocas educativas del fondo del salón de actos intentaron silenciar gradualmente al alumnado cotorreoso. Con unos doce ¡shhhhh! consiguieron eliminar todo el taladrador ruido del lugar. La presentación estaba a punto de empezar.

De repente, se abrió el telón de terciopelo pelón para mostrar a los estudiantes del nuevo curso las maravillas que había tras él. Los sumnongles ovacionaron entusiasmados a los seres que había en el escenario: se trataba de casi todas las mascotas de la escuela. Entre ellas pudimos ver al oso Ñangas y al soso oso Carpeto. También se había unido a la actuación la pájara africana Uzuri del Serengueti. Es una preciosísima grulla coronada que hace dos años ganó el concurso de belleza de mascotas educativas. No es muy sociable pero su adictiva hermosura nos basta para satisfacer nuestros corazones.

Todas las mascotas sujetaban un único hilo dorado que simboliza la amistad. Con ese hilo y al son de una música electrizante, las mascotas iniciaron una eufórica danza bajo los focos de colores del escenario. El show coreográfico fue un BOOM SENSACIONAL que figurará en la historia de los espectáculos más impresionantes de la escuela.

Una vez acabado el baile animalístico, las mascotas posaron artísticamente al borde del escenario. Tras ellas, unos sumnongles empujadores llevaron la famosa ruleta al centro de escena. A un lado se había colocado Belén Jardiña, ataviada con un vestido con brillitos de constelación de mantequilla, y al otro la directora Urpia Obsicorvo, que sostenía un micrófono con forma de micrófono.


—Buenos días, alumnos de El Dip… —dijo animadísima nuestra directora antes de ser interrumpida por el úrsido compacto.
—¡ÑAAAAAAAAAAAAANG!

Ñangas estaba tan exaltado que no pudo retener sus alaridos ñangosos. El público lo miraba expectante, esperando alguna reacción por parte del oso juguetón.

—¿ÑAN, ÑAN, ÑAAAN, ÑAAAAAN? —gritó el oso a los cientos de sumnongles que tenía delante. Quería que respondieran a sus alaridos.
—¡ÑAN, ÑAN, ÑAAAN, ÑAAAAAN! —contestaron al unísono los estudiantes a su adorado oso.
—¿ÑAN, ÑAN, ÑAÑA?
—¡ÑAN, ÑAN, ÑAÑAÑAAAAAAAAAAAN ♥!

El público seguía el rollo al alocado Ñangas; ellos amaban sus juegos y su comportamiento tan enrollados. Como señal de agrado, el público le ofreció a la mascota un prolongado aplauso acompañado de silbidos y piropos. Por otra parte, Carpeto miraba envidioso a su popular compañero.

Afortunadamente, el delfín Silver Caribe no estuvo presente en la presentación, ya que tuvo que asistir a un campeonatox. Si hubiera estado, posiblemente Ñangas la habría liado, pues odia a Silver tanto como Silver odia a Ñangas, y el oso no es conocido precisamente por su carácter pacífico y cortés.

—¡SILENCIO! —la directora usó su pistola para disparar al aire y traer de nuevo la calma a su salón de actos—. Ñangas y el resto de las mascotas, ya os podéis ir. Bien… alumnos, aquí se os presenta un año nuevo de duro trabajo, un año cuyo nivel de dificultaz ha aumentado respecto al anterior.

La directora soltó una charlita de cinco minutines que fue UN MUERMAZO. No aguantar bien, no soportar bien tanto blablablá sin pausah…

—Ahora ha llegado el momento de asignar el cargo de jefe de estudios a uno de los dos candidatos que yo misma he elegido: Don Bulbón Capúleo y Consuelo Carabanchelo. Como veis, contamos con la ayuda de Caminito de Belén Jardiña, que ha sido elegida al azar para hacer girar la ruleta —expuso la directora sin saltarse ni un detallín.
—Así es. Es todo un honor para mí ser la giradora oficial de este año —expresó muy entusiasmada.
—¿Habéis visto su traje? ¡ES DIVINO!
—Tan divino como el suyo, señora directora.
—Bien, ya basta de peloteo. Ahora, cuando esté preparada, señorita Jardiña, haga girar la ruleta —Urpia no quería alargar más el discurso insulso; quería que empezara la acción.
—Lo haré ipso facto —dijo Belén esbozando una sonrisa tulipánica.

Pero Bruno apareció inesperadamente de entre el público antes de que la ruleta rodara. Iba a realizar la misión que le había impuesto, pero no esperaba que fuera a aparecer descaradamente ante todo el mundo. Si se hubiera camuflado o algo habría pasado desapercibido. La directora, al observar el artilugio que Bruno portaba, se inquietó.


—¿Quién eres tú?, ¿eres un intruso?, ¿eso que llevas ahí es un arma? —gritó Urpia angustiadah.
—Eh… Pu, pues... Es un imán —titubeó el nene gordito.
—Ay, Bruno, qué desastre… —susurré yo cuando la vergüenza ajena me apuñaló.
—¡ES UN TERRORISTA, UN TERRORISTA! ¡DETENEDLO!
—¡No, Urpia, no! Es un alumno mío —intervino Chelo para derramar su gotita de razón.
—Consuelo, ¿entonces qué hace él apuntándome con un arma?
—No creo que sea un arma. Es un diapasón, ¿no?
—Eh… no sé —Bruno estaba muy confundido, tanto que no sabía diferenciar un imán de un diapasón.
—Tu plan ha salido fatal —murmuró Maselillo contemplando la escena tan avergonzado como yo.
—Cállate, Maselines.
—Bruno, ¿qué haces con un diapasón pinchado en esa vara?
—Pues… —Bruno sintió tantas ganas de mearse encima que salió corriendo del salón de actos siendo el blanco de las miradas intrigadas de los alumnos.
—Dios mío, ¡menuda pérdida de tiempo tan atroz! Tú, niña, gira la ruleta —la directora estaba asqueada por ese evento tan inoportuno.
—De acuerdo.

Así fue. Belén hizo girar la roulette con la fuerza de un gorila que ha consumido esteroides. La directora se reía en lo bajo mientras los propietarios de los rostros visibles en la superficie de la ruleta se sentían nerviosos. Yo pude ver a Chelo manteniendo el control de su cuerpo flacucho en su butaca.

Los alumnos gritaban desesperados por saber el resultado. También había algunos que sufrían convulsiones, otros se reían con nerviosismo, otros lloraban como sauces en remojo y otros no podían contener las ganas de vomitar. Finalmente la ruleta se detuvo y todos pudimos ver cómo la flecha, con el escudo simplificado de la escuela en ella, señalaba el rostro de Don Bulbón. La directora, antes de comunicar el ganador, anunció que este año la flecha de la ruleta no era un queso, como en los cursos anteriores, y que no se iba a sortear de ningún moddo-doddo.

—¿Te has fijado en que el eje de la ruleta coincide con la verruga nasal de Chelo?
Calla, calla. Vamos a oír que dice la Cuerva.
¡Don Bulbón Capúleo, usted será el nuevo jefe de estudios durante un año!
Güegüegüegüe, esto si que es suerte. Me pondré en plan duro para que estos niños se espabilen, si hace falta, claro. Seré un jefe de estudios de puta madre —aseguró el profesor, que subió al escenario para saludar al público aplaudiente.
Perfecto, Don Bulbón. Usted limítese a coordinar, organizar, dirigir todo aquello que sea de su competencia —indicó la directora dibujando un símbolo en el aire con su dedo uñado.

La predicción del vidente de pacotilla se cumplió. O mejor dicho, Yazmina estaba en lo cierto. Este año la escuela será parcialmente controlada por el señorcillo del vocabulario sucio.

No vimos a Bruno después de la presentación. El sumnongle fracasó en el intento de imantar la condenada ruleta. Maselillo me reprochó por haber comprometido a Bruno en una empresa infructuosa y ridícula que le ha causado una humillación innecesaria. Tales palabras activaron mi glándula de los remordimientos y me obligaron a ofrecerle a Bruno la mitad de la recompensa que, en realidad, no se ha ganado. Es decir que le voy a alimentar con meriendas hasta finales de septiembre. Qué gilipollas soy.

Nos fuimos al patio del recreo a ventilar a Ambrosio, que se había quedado paralizado por la tensión que le produjo la incertidumbre que causaba la ruleta, la reina del azar circular. Después, nos dispusimos a irnos a nuestras casitas, pues en la escuela no había nada más que hacer. Pero antes de largarnos nos detuvimos frente a una alimaña problemática y fastidiosa, enredada en la escultura de la directora que hay en el vestíbulo de la escuela. Se trataba del Riki y yo pude capturar visualmente su cara de estoy preparado para insultar.


—Oye, moco, arrúgasela al mamo —dijo el payasoide al vernos a Maselillo y a mí.
—¿Qué dices, primate?
—No le hagas caso a ese niño. Ya sabes que se puede chivar a su peligroso hermano mayor —me aconsejó mi amigo en voz baja.
—¡CUATRO OJOS, TU CARA ES MÁS FEA QUE UN CULO! —espetó el sumnongle de extremidades flexibles.
—Ese mocoso me ha llamado… cuatro ojos. Qué osado.
Vamos, vamos, que no hay nada malo en llevar gafas. Pasemos de él ya.

Es la quinta vez en mi vida que me llaman cuatro ojos. Nunca nunquita he aguantado ese comentario peyorativo sobre mi deficiencia óptica. Ojalá ese sumnongle inútil y molesto, conocido como el Riki, encuentre su lugar en el Más Allá lo ANTES POSIBLEX para que nunca se burle de mi condición de gafotas.

Podría haber aprovechado la situación para meter al niñato en un tremendote problemón. La escultura de Urpia matando a la Serpiente de la Desobediencia (es un reptil metafórico) no debe ser tocada por nadie, ¡NADIE! Si hubiese estado algún profesor presente en el vestíbulo en ese instante… el Riki habría ganado su primer parte de incidencias del curso. Pero habría sido mejor si lo hubieran pillado mirando debajo de la falda de la escultura, ya que si un estudiante hace eso, es inmediata y permanentemente expulsado del centro.

Dejamos atrás a la tiránica estatua con el mocoso enredado en ella para luego encontrarnos de nuevo con Yazmina, que estaba sentada en la escalera tomando el aire. Nosotros éramos de los pocos alumnos que quedaban por salir.

—Al gilipollas del Riki le metería un litro de cemento fresco por la boca —dijimos hastiados a Maselillo.
—Oye, no te pases con mi cuñado.
—¿Cuñado? —preguntó mi boca a la choni.
—Sí, el Riki es mi cuñado; es el hermano de mi novio.
—Iuuuh —emitimos asqueados al conocer el enlace amoroso del temido hermano del Riki.
¿Qué?
—Que no soporto a tu puñetero cuñado. Es un maleducado —le revelé sin pudor.
No, coño. Solo es un poco pillo. Él es muy humorista; tienes que tener más sentío del humor.
—Una cosa es humor y otra faltar el respeto.
Psss… —Yazmina hizo caso omiso a mis palabras. Acto seguido, sacó un cigarrillo relleno de alquitrán y nicotina de la mala y se lo empezó a fumar.
No sabía que fumabas, Yazmina —dijo, ligeramente absorto, Maselillo.
—¿Por qué fumas si sabes que es malo?
—Porque me da la gana, feos, y porque para vivir la vida hay que hacer de to. Fumar es un placer aunque algunos gilipollas digan que es malo. Es como el sexo —argumentó la choni con un tono indiferente.
—Pero el sexo no es perjudicial.
—A ver, el sexo tiene el SIDA, el bombo no deseado, las verrugas y otras mierdas que te salen.
—Ya, pero las enfermedades pueden aparecer o no dependiendo de unas circunstancias, en cambio…
Me aburro ♫.

La choni me interrumpió sin compasión. Decidió darle una caladita a su cigarro que tan a gusto se lo fumaba. Mientras, un nene desesperado huía del macarra purpúreo que a muchos atemorizaba. Los componentes de la persecución eran Basilión y el sumnongle Blas Guijo, el niño que estuvo en nuestra clase el curso pasado.


¿Qué tal el veranito? —cuestionó Yazmina pasando una tonelada del suceso que ocurría ante la entrada de la escuela.
—Oh, el pobre Blas está en apuros.
—¡Déjanos a mi mantita y a mí en paz, por favor! —gritó Blas atormentadete.
—¡Párate, maricón! —espetó rabioso el sumnongle violáceo.

Maselillo y yo presenciamos la persecución ignorando las preguntas fuera de lugar de la fumadora. Blas Guijo es un chico que es víctima de incesantes acosos, insultos y agresiones. La causa de esa injusta tortura a la que está sometido es su característico vestuario: los pijamas. Nunca viste con ropa de calle porque, según dice él, le resulta incómoda si la compara con la suave y ligera textura de la ropa para dormir~. A Blas también se le reconoce por su mantita, que lleva a todas partes y cuida con amour de adolescente inmaduro. Ahora que está en la misma clase que Basilión, la va a pasar canutas porque el matón odia verlo vestido así.

Finalmente Blas huyó lejos de Basilión. Tiene suerte de ser más veloz.

—Ay, cómo me pican las patas. Creo que me voy a arrascar.
—¿Tienes algo escrito detrás? —dije al comprobar que en los gemelos de Yazmina había unas manchas negras.
¡Sí! Es un tatu que me hice después de hacer los exámenes de recuperación. Es una frase que me inventé yo y está llena de filosofía y eso.
—Queremos verlo —deseábamos ver el texto grabado en sus patas.


—¿Se puede borrar?
¡No, nunca se borrará! —respondió ofendida.

Como vimos que Yazmina no quería que estuviésemos más tiempo cerca de ella, nos fuimos del recinto escolar. En mi opinión de corazón, pienso que su tatuaje es una mierdah: es feo y cutre y para colmo estará marcado en su piel para toda la vida. Pobre mujer con mal gusto… acabará como una pizarra tras tres horas seguidas de clase si nadie la detiene.

El día fue intenso como una explosión de yodo en el mar. No conseguimos controlar la ruleta porque Bruno se equivocó de instrumento, aunque ahora pienso que con un imán grandote tampoco habría conseguido nadah. Por otra parte, a pesar del triunfo de Don Bulbón, estamos contentos por tener de nuevo como tutora a Chelo. Mañana disfrutaremos del primer día de clase con ella y con los mismos compañeros del año pasado, más los repetidores. Me pregunto hacia mis adentros cómo serán.

Por cierto, ya se ha cumplido un año (y un poco más) de la muerte de mis vecinos en el área vecinosa a manos de aquel reloj loco. Y también hace un año exacto de la desaparición del bebé Poesía. Santo Violín, ¡cuántas desgracias! No desearía a nadie la pérdida de un hijo o el accidente mortal múltiple de unos vecinos.

Sin poder evitarlo me pongo a pensar en que esas tragedias pueden volver a suceder. Tememos que le pase a mis compis lo que a mis vecinos les pasó. ¡Tememos que por culpa de algún reloj u otro aparato acaben aplastaditos! ¡TEMEMOS IMAGINARNOS ESTAS COSAS TAN DOLOROSAS!


No… No ocurrirá. Yo haré todo lo posible para que no ocurra, no-no-noncio. Aunque algunos de mis compis no me caigan bien, sigo deseando que nadie pierda su tridimensionalidad.

Ahora estoy solo en casa, por la noche, en mi hora de pensar…

—¿Crees que Orlando Latumba predijo en su momento el accidente que sufrieron mis vecinos?
—No lo sé, pero podemos mirar su cuaderno de predicciones

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