23 septiembre 2011

El meteorito que salvó a la doncella plumosa

Saludos, aburridos espíritus del alba y del anochecer. He venido para vaciar el cubo de las experiencias en mi blog, para que las podáis leer al mismo tiempo que agitáis vuestras piernas, que se enredan juguetonas debajo de vuestros escritorios. Si no tenéis escritorio o no estáis sentados frente a uno, entonces me habréis chafado mi introducción. Jolines, maldita sea, Jesús en patinete, amén…

Esta mañana tuvimos la ocasión ideal para preguntarle algunas cosillas sobre la escuela a la única sumnongle vegetal que conocemos. Esa sumnongle es la rosa cotilla que tan plantada está en el arriate situado frente a los setos cercanos a la entrada de la escuela. Sin embargo no pudimos hablar con ella… Nos fijamos en que estaba multi-acompañada y, como somos muy educados muy de vez en cuando, no quisimos interrumpir la excitante conversación que Rosamelia mantenía con un trío de abejas zumbonas. Me perturbabax un poco ver cómo de fascinada estaba la rosa. Pude captar su rostro embelesado a unos cinco metros con forma de conejo (nota: los metros, decímetros y centímetros pueden tener la forma del animal que tú quieras. Solo tienes que imaginártelo~).


—Sí, venid a mí. Oh, roble mío, qué patas tan peludas —mencionó la rosa amorosa—. Estoy muy excitada. Venga, abejitas, zumbadme los pompones, meneadme el polen, rellenadme el gineceo. Venga, vamos, ¡VAMOS, MIS BIZCOCHITOS VOLADORES!

Me dio algo de vergüenza ajena ver a Rosamelia entusiasmada de ese modo. Polinizada quería estar y más no podía esperar… No obstante, gracias a ese ajetreo sexual, la rosa liberó un aroma deleitoso que eliminó el olor a flatulencia de automóvil y a sudor post-desayunero de los nenes que por allí pasaban.

Dentro de la escuela me encontré, sin haberlo planeado ni nada, con una persona maselillosa. Le relaté la secuencia de la rosa con todo detalle.

—¿Y al final polinizaron a la rosa? —preguntó extrañado el señorito Maselillo.
—Ni idea. Quise acercarme pero me daba corte, y no lo digo por las espinas de su tallo, sino por la tensión sexual que había en el ambiente.
—Madre mía.

Como concluimos el tema de Rosamelia muy rápido, decidí sacar a la luz (por mi boca, claro está) las misiones que teníamos que cumplir este año los miembros de la Liga Antipedo.

—Escucha, Maselillo, estas son las misiones que debemos cumplir en este nuevo curso escolar: encontrar a la efigie, averiguar qué es ese mal invisible que esconde la escuela, casar a alguien con Dalipsa para que nos revele el paradero de los lugares ocultos del edificio y encontrar a Poesía —enuncié con voz de docente remilgadete.
—Está muy bien eso… pero son cosas un poco difíciles de hacer, ¿no crees? —preguntó algo ofuscado mi amigo—. Y, por cierto, ¿quién es Dalipsa?
—Maselines, ¿ya no te acuerdas? Es la niña contorsionista, la que dice blasfemias —le explicamos ligeramente disgustados.
—Ah, sí, la niña rara que quería ser tu novia, jajaja —Maselillo rió con timidez al recordar.
—¿Qué has dicho antes de la esfingie? —preguntó la curiozza Yazmina, que al parecer había escuchado toda nuestra conversación.
—Yazmina, está mal escuchar conversaciones en las que tú no participas. Y se dice efigie —le corregí mientras agitaba mi dedo índice.
—Eso, eso, efigie. Suena igual que el perro egipcio con cara de mujer barbúa.
—¿Eh?
—¿Has dicho que la querías buscar? —cuestionó dejando ver su guisantín cuando hablaba tan aburridamente.
—Pues sí —le confirmé confundidә.
—OK. Si la encuentras y te regala pasta, a mí me das un poco, churri —dijo antes de guiñar un ojo sin esperar una contestación

Yazmina nos dejó solos para mezclarse con la peña de clase. Maselillo estaba tan extrañado como yo.

—¿Sabrá algo de esa efigie? —preguntó el sumnongle.
—No creo. Ella es de las que hablan sin tener idea de lo que dicen y de las que les importa un comino los misterios de la escuela. Es una aburrida de la vidah.

A segunda hora tuvimos clase con el profesor Eulogio Berzomudo, el que no había asistido a clase desde el comienzo del curso por motivos desconocidos. Él es nuestro profesor de biología religiosa, una nueva asignatura que es la combinación de biología con religión. Es una mezcla un tanto contradictoria, pero tuvo que hacerse para dejar hueco a otra nueva asignatura, la de taller de peluquería de caniches.

Dentro del aula de biología religiosa los alumnos se autodepositaron en las desoladas sillitas para atender al profesor que estaba quieto frente a la pizarra. Eulogio es un sumnongle apocado, inseguro y tarta-ta-ta-tamudo. Tiene cara de haber presenciado la muerte de su desabrida familia y su peculiar boca es idéntica a un hocico muy perruno.

—Hola, alumnos. Siento… siento no, no haber podido asistir los días ante-anteriores —Eulogio comenzó a examinar su maletín para extraer una lista. Mientras, mi boca quiso hablar con Hematio, el sumnongle de la sangre, que se había sentado en primera fila.

—Hola, Hematio.
—No, se dice buenos días, compañero Hematio.
—Eso no es verdada. Pero bueno, contigo nunca voy a tener razón en nada… —desistí hablando tan bajo como el rocío encima de una seta desterrada.
—¿Qué has dicho? —preguntó receloso.
—Quería decirte unos cuantos palíndromos simétricos, de esos que se ven igual al derecho y al revés, para que los puedas escribir con sangre en las ventanas y que la gente los pueda leer bien por ambos lados.

Hematio se quedó mudo mudongo, como si su lengua se hubiera convertido en caviar de trucha. Solo me dedicó una mirada retorcida que yo interpreté como una muestra de que no tenía ni la más pajotera idea de qué le estaba hablando.

—Escucha mis palíndromos simétricos, que se me han ocurrido mientras hacía pis esta mañana —respiré hondo para no recargarme de nerviosismo al ver los mortecinos ojos del señorito sangre—. Escucha bien y apúntalos: AMA, AMAMA, ATAOATA, TUTMUMTUT, AHOAHAOHA, AWAUMUAWA, AYAHAMMAUAMMAHAYA, UXUYAYUXU, IVIOMOIVI.
—¿Cómo?
—AHAMAHA, ¡AHAAHAAHIHAAHAAHA!

Le había puesto tanta emoción a mi voz que Maselillo no pudo evitar abrir su orificio bucal por culpa del asombrus. Por otro lado, Hematio, sin parar de mirarme, no se inmutó en absoluto. Parecía que Hematio había pensado que mis incomprensibles palabras eran como unos terribles insultos en un idioma inventado.
—Cállate y no lo mires más, que tal vez esté cabreado —susurró Maselillo a mi oído.
—Silencio, chicos, os lo suplico. Me-me presento: Soy Eulogio Berzomudo —interrumpió el profesor.

Mi mirada humana captó el momento en el que el afligido profesor pronunció su insípido nombre delante de todos los alumnos. Hematio, mientras tanto, seguía acuchillándome con sus ojos como si yo hubiera cometido un crimen de carmín.


—Soy vuestro profesor de biología religiosa. Como ya sabéis, est-este año la asignatura de religión no será optativa y además se combinará con…
—¡YO NO CREO EN DIOS! —gritó Hematio levantándose de su asiento.
—Dios mío… Esto no me había ocurrido nun-nunca. Si no te sientes conforme con mi clase… pues… eh…
—Es una estupidez de asignatura, un disparate sin lugar a dudas. Yo me marcho de aquí, no sin antes dejar mi sello de indignación —Hematio Truncadonte se marchó indignado del aula al estilo buitre desenjaulado tras haber dejado tres gotas de su sangre en el pupitre y unos cuantos triángulos rojos por el camino.

El profesor miedica se sentía tan vulnerable al mal humor y a las críticas de sus alumnos que sus movimientos nerviosos se agravaron. Eulogio decidió hablar del temario del primer trimestre para hacer olvidar de las mentes de los sumnongles la escenita grotesca del monstruito sangrante.

—El primer tema que vamos a dar es la cre-creación de nuestro planeta. Es el tema más geológico de todo el curso. También abarca todo el génesis, el primer libro de la Biblia. Os enseñaré cómo Dios creó nuestro mundo en solo siete días… Disculpadme, quería decir siete millones de años, que pasaron tan rápidos que parecieron siete días —Eulogio inició el proceso de sudoración debido a la angustia que sentía cuando se equivocaba—. Y más adelante os hablaré de cómo los animales poblaron la tierra y el mar, justo después de que naciera el Sol… Aunque el Sol en realidad nació antes que la Tierra, pero apareció después porque cruzó un túnel espacio-temporal… ¿O era un vórtice? Oh, y los animales esos aparecieron antes, digo después de los dinosaurios, pero los dinosaurios formaban parte d-de otra dimensión, de donde salieron también una pareja de australopitecos, que se murieron y se reencarnaron en Adán y Eva… Ah, no, no. Solo había uno y de él sacaron una costilla y se convirtió en mujer, pero tuvieron que extraer tejido vivo del mono, o era de…, esperad… Ffffff…, señor, sáqueme de este embrollo.

No hubo manera de que se calmara; a Eulogio se le enredó el cerebro al explicar su contradictorio temario y se dejó a si mismo al borde del lloriqueo penoso. Algunos aseguraron ver lágrimas cayendo como bolitas toboganeras de sus tristes ojos.

—Me aburro ♫.
—Esta clase es una memez. Combinar biología con religión es como intentar unir dos imanes con el mismo polo: completamente imposible. Sin embargo, la considero divertida y fácil de aprobar, solo hace falta que este profesor tan inepto tenga claro lo que nos quiere enseñar —opinó en voz alta la procaz Tulma sin importarle un buñuelo que el profesor le oyera.
—Tulma, no seas tan desaprensiva. El pobre profesor está nervioso porque creo que no está acostumbrado a dar dos asignaturas mezcladas —dijo Mamá Vegas, actuando con el poder de una mamaíta reconfortante.
—Por favor, no seáis malos conmigo, ffffff… —pidió el timorato profesor, que se secaba el hocico con un divertido pañuelín sin poder detener sus temblores.
—No se preocupe, profesor, yo le apoyaré en todo momento —la sumnongle de las trenzas se embarcó en un viaje hacia la pizarra para consolar al profesorcillo—. ¿Ve? Un abrazo siempre viene bien.
—Gracias, alumna… —dijo Eulogio con suavidad de suavizante entre los brazos de Mamá Vegas.
—Déjeme que le acaricie su hocico; seguro que así se sentirá mejor.

Mamá Vegas acarició el morro de nuestro docente. Eulogio, muy manso, sintió irrefrenables ganas de hacer un ruidito que se componía de clones de la letra F (ffffffff).

—¿Es suave? —preguntó curiosa Belén Jardiña.
—¡Quiero tocarlo! —gritó Romina Frotichas.

En un solo segundo, casi todas las hembras de la clase y algún que otro alumno macho se acumularon en torno al profe para acariciar su hocico súper-guau. Es inusual que un profesor tenga hocico, por eso la gente se siente fascinada al ver a uno con uno.

—¡Qué gilipollez! Todas las tías tocándole el hocico al profe. Qué ñoñería… —refunfuñó Bruno, que reprimía sus ganas intensas de acariciarle el morro a Eulogio.
—¿Qué dices, Bruno bruto? Me da que tienes envidia porque Eulogio tiene un harén sobón a su alrededor y tú no —comenté dibujando trazos en el aire con los dedos—. ¿O lo que quieres es tocarlo tú también?
—Bah…
—Mamá Vegas, ¿está rico cuando le tocas el hocico? —cuestionó Yazmina, que era de las pocas que aún no se había levantado a acariciarlo.
—¡Claro! Te recordará a un perrito, susususú.
—¿Pero cómo es la ternura?
—¿La ternura? —Mamá Vegas preguntó sin entender sus palabras.
—Sí, la cosa esa que te indica si algo pica o si está como suave y liso pero sin rasposidad —explicó desganada la choni para que su compañera la comprendiera.
—Oh, ¿te refieres a la textura?
—Sí, eso.
—Pues es como sedosa —describió amablemente.
—Creo que lo voy a tocar. Pero antes me tengo que levantar de la silla.

Perdimos casi media hora por culpa de la escena sobahocicos, y al profesor no pareció importarle. Tulma no paró de dirigir miradas de asco a sus compañeros y a Eulogio. Little Aurora lloró cual sauce porque no consiguió llevar su mano hacia el hocico. Mis manos, sin embargo, consiguieron rozar el peludito morro del profe. Lo siento, PERO TUVE QUE TOCARLO.

La clase terminó porque sí. El profesor nos pidió que compráramos la Biblia de las especies, el libro que íbamos a usar este curso en su clase. Os digo que la clase de biología religiosa no me ha gustado NADA. Nos preguntamos si podremos escaquearnos de la próxima clase si decimos que no creemos en Dios.

En la hora del recreo, mi cuerpo recibió el impulso de ir a visitar a un sumnongle marino muy especial. Tuve ganas de cambiar la rutina por un día.

—Maselillo, ¿te animas a ver a Silver Caribe? Hoy no me apetece estar en el patio soportando a los niñatos de primaria.
—De acuerdo —afirmó feliz—. A ver si podemos verlo mucho más cerca esta vez sin que nadie nos moleste.

Descendimos a la planta baja para poder acceder al patio trasero de la escuela. En él, lucía de mil colores un precioso vergel que albergaba en su tierra fresca diversas especies de plantas. También había dos piscinas que relucían bajo el sol. En la piscina de Silver Caribe pudimos contemplar al mismísimo delfín haciendo piruetas pirucóticas en el aire.


Silver atravesaba los aros suspendidos en el aire con cuerdas invisibles con gran destreza. Casi parecía que volaba.

Nuestro adorado delfín es el archienemigo de Ñangas. Ambos se detestan mutuamente pues los dos mamíferos luchan sin parar por ser la mascota más molona de la escuela. Hoy en día los dos tienen el mismo nivel de popularidad. Pero Silver, además de ser un ídolo carismático, es un nadador de oro (o de plata, valga la redundancia) y un profesor de natación estupendo. Ayuda a los alumnos de secundaria a desenvolverse bien en el agua en las clases especiales de natación.

Pero a Silver no solo le rodean historias de fama y gloria… En algunos concursos de mascotas marinas en los que ha participado, ha recibido cartas de ciertos fans decepcionados acusándolo de ser un delfín engreído y mimoso. Al jurado de los concursos no le suelen gustar los delfines mimosos… no, no, no señor. Por otro lado, ciertos pupilos han confesado que el delfín mordisquea las nalgas a aquellos niños que le agarran la aleta caudal. Sin duda, no es muy angelito que digamos.

—Me encanta Silver, es como una bala de plata que salpica y moja cuanto quiere —dijo maravillado Maselillo.
—Es un primor de cetáceo —comenté justo cuando atisbé al entrenador de Silver en la piscina—. Mira, allí está Iker Marrazo. Nunca lo has visto.

Iker Marrazo, alias Tiburón, es un sumnongle a una nariz pegado. Este treintañero ex-parado dedicaba casi todo su tiempo a ir al gimnasio hasta que un día nuestra directora Urpia lo metió en remojo en su piscina para que hiciera algo especial en ella: adiestrar a Silver Caribe. Los rumores de los pasillos dicen que Urpia es un familiar lejano de Iker y que lo conocía años antes de que viniera a trabajar a el Diptongo de Coser y Cantar.

—Tronco, ese salto ha estado dabuti. Aquí tienes una chuche de pescaíto —Iker le ofreció una delicia como premio a su delfín plateado.
—Jijiiijiii —rió alegre Silver.


—Maselillo, vamos a preguntarle si podemos bañarnos desnudos todos juntos en la pisci.
—¿Cómo? —preguntó escandalizadox.
—Mira, Silver, ¿son esos tus coleguis? —preguntó el neoprenado sumnongle al vernos acercarnos.
—Jijiiijiiii —rió Silver en tono de burla, como si fuéramos demasiado miserables para ser sus amigos.
—Hola, Iker, somos Maselillo y compañía. No somos amigos de Silver, pero nos mola mucho ver cómo hace esos saltos en el aire.
—Maselillo soy yo —intentó aclarar el nene pero su voz no llegó a los oídos de Iker.
—Uaoh, troncos, venid a la piscina de los campeones, pa que os mojéis los cabezones —dijo el simpático Iker con su característica voz grave y ronca.
—¡Qué bien, Maselillo! esta es tu ocasión idónea para enseñar tu tanga de mimbre.
—Yo no tengo eso. No digas mentiras —comentó algo sonrojadoh por la mentirijilla que yo escupí.
—¡Jiiiiiiiiijiiiiiiii! —gritó Silver irritado. Cuando vio el pie de Maselillo pisar el borde de la piscina, el delfín se enfureció tanto que tragó agua para escupirla y así mojarle al joven sus pantalones con un potente chorro DE GÉISER LOCO.
—¡Aaaah! Me ha mojado —gritó Maselillo absorto y humedecido.
—Silver, tío, enróllate un poco y no des tanto por culo —dijo Iker decepcionado por el comportamiento de su delfinete. Pero Silver no se arrepintió de su mal acto, y encima mostró su rostro cabreado a su monitor para que se diera cuenta de que nuestra presencia en la piscina era una molestia para él.
—Menudo empape.
—Lo siento, chicos, pero Silver no quiere vuestra visita hoy. Vuestro rollo no fluye por la misma piscina que la de él. Va por otro sitio, ¿entendéis? Va como por otro río y no es compatible con el de Silver. —intentó explicar usando su cutre teoría de la enemistad.
—Eh… Sí. Entonces nos vamos, que no queremos que a la anchoa esta se le estalle la vena de la rabia —expresé mirando de reojo al delfín puñetero.

Nos largamos con paso decidido de la piscina. No queríamos estar más tiempo con el antipático cetáceo y su monitor narigudo. Iker es amigo de tol mundo pero Silver no~.

—Ay, Maselillo, estás muy empapado. La gente va a pensar que no eres capaz de controlar tus esfínteres. Ya sabes que la incontinencia urinaria no es nada sexy.
—No hay problema, me amarro el jersey a la cintura y tapo lo mojado —dijo el sonriente Maselillo mientras solucionaba su problema.
—Maselillo, ¡además de llevar jersey llevas también una camiseta de manga larga CON EL CALOR QUE HACE! —mi estupefacción no tenía límites. Maselillo me dedicó una sonrisa simplona como respuesta a mi comentario.

Minutos después, acabamos en la superficie áspera del patio. No quisimos estar con el grupito, pues ellos se hallaban bajo el sol calientacocorotas. En cambio, decidimos seguir a un sumnongle lila que portaba una misteriosa caja. No era otro que Basilión. Se había infiltrado en la zona de los peques sin ser visto. Era obvio que iba a hacer alguna gamberrada. Gamberro + maleta sospechosa = broma pesada o cosa very chunga.

Seguimos a Basilión hasta el minipatio. Los niños de esa zona se alejaron del macarra como si fuera una bomba fétida y se arremolinaron a los columpios. Vimos a Basilión intentando subir el muro que separa el minipatio de la piscina de Silver. Fuimos testigos también de cómo capturó con destreza a un ave que se posó distraída en dicho muro. Era nada más y nada menos que la desdichada Uzuri, la grulla coronada de la escuela. Basilión la trataba muy mal

—Basilión, has ido demasiado lejos. ¡Deja en paz a Uzuri! —grité con valentía al niño malo que ya había subido el muro.
—Vete a la mierda, imbécil —respondió con rabia. Estaba muy tenso y se notaba por cómo agarraba el delicado cuello del pájaro del Serengueti.
—¡La va a matar!


—Déjala en paz, asesino de mascotas. O si no llamo a los profesores.
—Muérete, montón de mierda. Voy a tirar sodio a la piscina para crear un tufo tóxico que mate a ese delfín maricón. Luego voy a meter a este pato de colores dentro de la barriga del delfín. Después mearé los cadáveres y por último me follaré a vuestras putas madres y ¡OS MATARÉ! —la furia en su cuerpo hervía como el caldo de Vulcano—. ¿Quién cojones ha puesto esta mierda de cactus debajo del muro?

Basilión tenía dificultades para saltar al otro lado. Llevar a Uzuri muriéndose poco a poco en una mano y cargar la caja de los productos químicos que robó del laboratorio con la otra le complicaban aún más la tarea.

—Maselillo —susurramos angustiados—, tenemos que matar ahora mismo a Basilión.
—¿Cómo?
—Si no quieres que muera Uzuri, tírale esa piedra de ahí y mátalo de una vez por todas —señalé a un pedrusco que estaba entre las plantas del parterre.
—Pero… pe… —Maselillo estaba tan nervioso que no sabía qué hacer.
—Vale, lo haré yo…

El sumnongle aún seguía refunfuñando mientras intentaba buscar el lugar perfecto para saltar sin romperse un hueso. Uzuri se movía cada vez menos y Basilión se lo agradecía en silencio.

—¡Toma, bestia inmunda!

Mi piedra colisionó con su asqueroso cráneo con gorra. Nunca pensé que fuera a acertar a la primera. Le dio cuando giró su cabeza para intentar mirarnos y no la pudo esquivar. Basilión cayó en el acto al otro lado del muro con Uzuri aún sufriendo en su mano.

Maldijimos a aquellos dos profesores ausentes que debieron estar cuidando a los niños en el minipatio. Unos conocidos nos revelaron que ambos estuvieron galanteando a Milchiga dentro del conducto infantil, el túnel que une el patio de los niños pequeños con la escuela.

Cuando volvimos al jardín de la piscina de Silver, pudimos contemplar a Basilión derrotado en el suelo con una herida sangrante en su cabeza espinosa. Estaba inconsciente. A su lado yacía la liberada Uzuri, que parecía estar muerta.

—Maselillo, hay que hacerle el boca a pico —dije muy seriamente.
—Eh… Pe, pero… —titubeó como un titubelo.
—Siempre poniendo pegas. Ya lo haré YO.

Y así lo hice. Inflé al pájaro con mi boca pegada a su pico. No fue nada romántico, pero sí muy plumoso. Sin tardar, Uzuri volvió al mundo de los conscientes con los ojos llorosos.


—Qué raro… Este ha sido mi primer beso-pico, o simplemente pico —revelé tras finalizar esa rara experiencia.
—No tengo palabras… —dijo Maselillo, que poco después empezó a reírse—. Mira, si ahora la has dejado enamorada.
—¿Gruiiiiiii? —emitió la pájara.
—Ya… Uzuri, ya pasó todo. Siento haber profanado tu pico, pero es que estabas a punto de morir —hablé con timidez.

Uzuri estaba relajada y segura. Sus ojos volvieron a ser azules, como el cielo del mediodía en Ngorongoro.

Dejamos a Basilión en su misma posición con su cabeza ensangrentada. De un momento a otro iban a venir los profesores a averiguar qué ocurría en el recreo. Como en ese momento no estaban ni Iker ni Silver no hubo testigos del pseudoasesinato.

Maselillo y yo huimos antes de que Basilión se despertase. Uzuri se escondió entre las plantas del jardín en donde vivía (ella es vecina de Silver). Yo me llevé un recuerdo de aquel suceso: uno de esos pinchos que tiene Basilión en la cabeza. Cuando la piedra chocó con su frente, uno de esos pinchos fue arrancado provocándole un hemorragia. Ahora ya tengo un trozo de él, como también tengo un trozo de su víctima Perluja, la mascota que asesinó el año pasado al principio de curso.

—Basilión es idiota. Ni el yodo ni el sodio hacen nubes tóxicas cuando entran en contacto con el agua. Casi estuvo a punto de liarla parda, pero sin tufos venenosos de por medio.
—Oye, ¿hablabas en serio cuando dijiste que querías matarlo? —preguntó apurado.
—Por una parte sí. Pero no queríamos que ese fuera el momento para convertirnos en unos asesinos, Maselines. Quizá más adelante, cuando peligre nuestras vidas —expliqué con serenidad—. Yo no quiero ir a la cárcel, así que no le digas a nadie que le tiré una piedra.
—¿Y si él te delata?
—Lo dudo porque no llegó a ver quién se la tiró. Además tiene mala memoria, y ahora me imagino que será peor que antes por el golpe.

El recreo acabó y nosotros salimos airosos de aquella dramática situación. A veces pienso que Uzuri está mejor en su antiguo hogar… Aquí, en la escuela, no siempre puede pasear en paz y en armonía porque algunos alumnos la acosan enviándole notas de amor y piropeándola a cada momento. Es por ello que Uzuri necesita buscar la tranquilidad en el jardín de la piscina, que le recuerda un poco al hogar en donde ella vivía antes de que Urpia la capturase con la legendaria técnica del 1, 2, 3, ¡te pillé, muchachilla! cuando estuvo de viaje en África.

El resto del día fue muy poco apasionante. Solo al salir de clase tuvo lugar una sorpresa. Unos extraños sumnongles se acumularon frente a la escalera de la entrada y me fui imposible no hablar con ellos.

—Esos seres llaman mucho la atención. Voy a mirarlos más de cerquis —le dije a Maselillo.
—No los molestes, ¿vale?
—No creo lo que veo, o ¿no veo lo que creo? —el pasmo se cebó con mis incrédulos ojos.

Cuatro mujeroides idénticas, vestidas de violeta, entonaron una canción con una melodiosa voz artificial.

♫♪ Bella es su tez; su pelo, maravilla
Su forma angelical huele a vainilla
Ella, Salomé, es la que encandila ♪♫.

—La canción es repipi y engolada; parece que habla de una princesa remilgada y fácilmente torturable —critiqué la letra sin miramientos frente a la chica que apareció de entre las cuatro mujeres extrañas un segundo después de que acabara la canción.
—¿De verdad es eso lo que crees? —preguntó Salomé con una voz lenta y suave.
—Pues sí. Pero reconozco que está bien cantada.
—Estupendo. ¿Sabías que la canción me presenta a mí?
—Me lo imaginaba, porque saliste de en medio de esas cuatro —dije señalándolas.
—No hay nada como una buena presentación para dar una buena impresión. Por cierto, me llamo Salomé Lomán.

Salomé Lomán es una joven un poco más mayor que Maselillo y yo. Es sosa pero hermosa como un atardecer pintado en un plato de porcelana. Iba acompañada por una comitiva de cuatro mujeres clónicas de piel turquesa y de un niño bajito cuyo rostro era difícil de ver.


—Hola, yo soy Maselillo —intervino forzosamente Maselillo al presentarse para formar parte de la conversación.
—Hola, Panecillo —saludó con cortesía pronunciando mal el nombre de mi amigo. Salomé volvió a hablarme sin dejar tiempo a Maselillo para corregirla—. Antes te oí decir, mientras mirabas a mis escortdolls, que algo te asombraba.
—Ah, pues… que las escortdolls esas no son mujeres muy normales; parecen artificiales —confesé a la nena de la boquita de cereza y cejas puntillistas.
—¿Qué es normal y qué no lo es en este mundo tan variopinto? —Salomé conversaba sin cambiar su pose—. Oh, Pascual, toma nota de todo lo que acabo de decir.
—¿Y también de lo que ha dicho esta persona con la que estás hablando? —preguntó el niño de cara borrosa.
—Claro. Tú apunta todo lo que quiero para que mi biografía esté completa.
—Qué coñazo…
—Pascual, hermanito, si te quejas, no te enfoco la cara —advirtió haciendo un elegante ademán.
—Está bien… —dijo desganado el blurry kid.
—Estupendo. Bien, retomemos el tema —Salomé respiró hondo antes hablar—. Las escortdolls no son realmente humanas: son humanoides. Como ves, estas escortdolls tienen piernas y caminan casi tan bien como una persona pero apenas son conscientes de su propia existencia. Quise traerlas hoy a clase por primera vez y despertar la curiosidad a la gente.
—Qué interesante. Cuéntanos más cosas.
—¿Qué más puedo contar…? Mis escortdolls sirven para hacerme compañía, para memorizar y decir frases y para cantar canciones cortas. No son muy listas pero son muy útiles. Me alegra ser la única persona en el mundo con escortdolls.
—¿Y de qué agujero las has sacado, si se puede sabers? —pregunté frunciendo el ceño.
—Su origen es un historia un poco oscura. Digamos que mis escortdolls son algo así como… muñecas poseídas. La compañía de robótica de mi tío trabajó en un proyecto para crear unos maniquíes robotizados llamados Genova Lotus. Pero antes de poder finalizar el primer arquetipo perfeccionado ocurrió algo muy horrible y los maniquíes cobraron vida. Pero esa parte me la reservo para mi biografía, así que ya te enterarás cuando la leas.
—Vaya… —dijo Maselillo fascinadox al oír el relato.
—¿Qué? ¡No me digas que me vas a dejar con la intriga! Eso no se hace —comenté desilusionadis.
—Lo siento, pero así es el plan —la sumnongle pija miró de nuevo a sus cuatro compañeras y no pudo evitar presumir de ellas—. Yo, que soy una chica adinerada y puedo permitirme comprar lo que quiera, cuando me enteré de lo de las Genova Lotus poseídas, pagué lo que no está escrito para que fueran mías. Estoy muy contenta por tenerlas.
—Me alegro por ti, Salamí.
—¿Perdón?
—Oh, nada… que me gustan tus ojos; son muy coloridos —disimulé halagándola.
—Muy amable. Me los he pintado con unos rotuladores especiales para las escleróticas —explicó complacida.
—Eso está genial —surgió un silencio de seis segundox. Luego, tomé otra vez la palabra—. Creo que es hora de irme a comer. Ha sido un placer conocerte, señorita de las mil gracias.
—Lo mismo digo. Y gracias por el título. Nosotros también nos vamos ya… Veo que mi amiga me espera —anunció Salomé al reconocer a una persona entre la lejana muchedumbre.
—Salomé, estoy cansado de anotar todo lo que dices… —se quejó su hermano.
—Puedes parar ahora. Tómate un descanso y un helado. Adiós… y adiós a ti también, Panecillo.

Maselillo agitó su mano rechonchita para despedirla. Después, las cuatro Genova Lotus de cinturas de avispa repitieron la misma canción de presentación.

♫♪ Bella es su tez; su pelo, maravilla
Su forma angelical huele a vainilla
Ella, Salomé, es la que encandila ♪♫.

—Chicas, por favor, cambiad lo de huele a vainilla; me hace sentir como un ambientador —pidió la disconforme Salomé, que se fundía en la distancia junto a su séquito. Mientras, muchos estudiantes la miraban a ella y a sus acompañantes con cara de asombro.
—Qué guapa es, ¿no? —expresó Maselillo con pudor—. Lástima que no tuviera valor para hablar con ella.
—¿Estás enamorado, Maselillo? —pregunté sorprendidә—, ¡pero si la acabas de conocer y te llama Panecillo!
—No pasa nada. Si algún día la conozco más a fondo, le diré cómo me llamo realmente.
—Oooh.

La revelación de los sentimientos que Maselillo sentía por la pija forrada era completamente inesperadah. Me ha dado un vuelco a la realidad, pero no os preocupéis, estoy bien. Aunque el suspense que siento por saber el origen de las escortdolls me ha dejado la mente descuagrifulada.

Esto ha sido todo por hoy. ¿O acaso queréis que os cuente cómo me lave los dientes? Conforme pase el tiempo, os contaré más cosas de mi día a día.

Hasta la proximeta.

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