04 noviembre 2011

La ruta audiovisual

Eh, tú, ¿me estabas esperando? Pues ya estoy aquí.

Tengo que confesar que no he podido retener mis ganas de narrar los sucesos de este día peculiar… lo cual NO ES BUENO porque tengo mucho trabajo de clase atrasado que hacer y cosas aburridongas que estudiar. Estoy pagando caro los días sin meter mi cuerpo en la escuela…

Pero no pasa nada, coquelicot… conseguiré ponerme al día, porque si no lo hago REPETIRÉ CURSO OTRA VEZ (uff, qué pereza me daría si eso ocurriera…). Ahora que he liberado tensiones contaré la historia de hoy:

Las tres primeras horas de clase de este viernes fueron más aburridas que el funeral de un potaje. Me distraía mucho pensando en cosas de mi vida reciente, tales como el vestido de Halloween que tuve que llevar a la tintorería, la música que toca mi virtuoso gato en su teclado electrónico o las amenazas de muerte. Tuve que esforzarme para escuchar y entender el blablableo del profe de turno y para hacer que mi mano escribiese con el bolígrafo ázulo todo aquello que entraba por mi oído.

Al comenzar la hora del recreo, los nenes de mi clase salieron al pasillo desordenadamente. De camino a la planta baja decidí pedirle a Maselillo unos apuntes de clase que necesitaba para fotocopiarlos. Pronto empezarán los malditos exámenes y tengo que tener todos los datos necesarios para aprobar y ser feliz.

—Yo me voy a la sala de estudios, que quiero terminar unos ejercicios. ¿Te vienes después de hacer las fotocopias?
—Mmm… Prefiero tomar un poco el aire, que el oxígeno está muy sabroso.
—Vale —dijo Maselillo dándome una palmadita en el hombro a modo de arrivederci.

Me dirigí a la sala donde está la ventanilla de la secretaría de la escuela. Me coloqué educadamente en frente del mostrador ya que no había nadie haciendo colas burocráticas en el recreo.

«La letra de Maselillo es muy redondita. Me recuerda a su nariz», pensé mientras ojeaba los textos escritos a mano de mi amigox. Estaba esperando a que apareciese ella, la adorable y alegre Remedios.

—Uy, lo siento. Pensé que no había nadie.
—No pasa nadah, Reme —dije sonriendo mientras me aseguraba de que mi cuerpo no se estaba quedando transparente.
—Lo siento de corazón. Tenía un hambre de dinosaurio y no podía esperar más a comerme mi bocata de sobrasada —confesó avergonzada tras cerrar la puerta por donde entró y se colocó frente a la ventanilla—. Dime, cariño, ¿qué quieres?


Remedios Soseganes es una de las secretarias de nuestra escuela. Es como una mamá escolar muy amigable y siempre está de buen humor. Le gusta hablar con los alumnos que se posan delante de su ventanilla y tararear melodías olvidadas. Contar detalles medio íntimos de su vida remediada no es problema para ella, por eso ha revelado cosas como que antes trabajaba de depiladora de kiwis en una frutería, que tiene seis hijos y que le gustan los masajes calientes en el cuellox.

—Vamos a ver… Necesito que me fotocopies todos estos apuntes, por delante y por detrás.
—De acuerdo —Antes de coger las hojas, Remedios envolvió y guardó su bocata a medio comer con suma delicadeza, como si fuera un cachorrito recién parido.

Remedios se fue hacia el fondo con los apuntes en la mano, donde aún la podíamos ver. Se confundió un par de veces al programar la fotocopiadora pero finalmente consiguió dominarla con unos cuantos botoneos electrónicos de pi-pi-piiii-pi-pop ♫.

—¿Quieres también que te fotocopie dibujos para colorear de ositos enamorados?
—Oh, nonó, nunú. Ya tengo dibujos en una carpeta de mi casa —informé rápidamente.
—Son preciosos, preciosos… —confesó algo ensimismadah.

Al entregarme los apuntes clónicos calentitos, a Reme se le cayó SIN QUERER un envoltorio de caramelo de la repisa al suelo. Se apresuró a recogerlo y a tirarlo junto a los otros a la basura.

—Tengo la papelera llena de envoltorios de caramelo. ¡La gente va a pensar que soy una golosa! —comentó la sonrojada secretaria.
—Es preferible que piense eso a que piense que eres una amargadax.
—Mmm… Creo que sí... —respondió confundida a mi comentario—. Si no me pusieran esa cestita llena de caramelos que nadie quiere a mi alcance, yo no me los estaría zampando cada dos por tres.
—Perdona, Reme. La curiosidad me invade. ¿A dónde llevan esas tres puertas que hay detrás de ti? —cuestioné súper interesadə.
—¿Las puertitas de colores? Mira, la puerta A es la puerta por donde se entra y se sale de aquí, y la puerta B lleva al baño ¡Por eso lleva la B de baño! —indicó sonriente.
—¿Y la puerta C?
—La puerta C lleva al archivo.
—Y por casualidad… ¿Hay alguna planta ahí dentro que dé frutos?
—¿Una planta? Mmm… sí. Pero es de plástico. No hace nada, la pobre... —Remedios estaba intrigada por mis preguntas—. ¿Tienes ganas de montar tu propio huerto?
—No… solo estoy jugando a los detectives.
—Oh… pásatelo chachi.

Pagué con un poco de calderilla revoltosa que tenía en uno de mis bolsillos el precio de las fotocopias. Remedios me dedicó una sonrisa de granjera simpática y se dispuso a seguir devorando su bocadillo. Luego, una conocida sumnongle muy floral apareció por allí justo cuando me iba a marchar. Era Belén Jardiña.


—Oh, hola.
—Hola, Belén del Tulipén.
—Qué, ¿duplicando datos? —preguntó con voz chuli-culta.
—Sí. Ya están todos duplicados —indiqué agitando los papeles como las alas de una mariposa en peligro—. Por cierto, me gusta mucho el vestido que llevas hoy y ese sombrero rojo que nunca he vistox.
—¡Gracias! A mí también me gusta mucho —confesó contenta—. El otoño es la estación del año que va más a juego con toda mi ropa. Por eso y por sus temperaturas suaves la adoro… ¡Y a la primavera también, que no falte decirlo! 
—Disfruta al máximo de las delicias equinocciales, Belén, antes de que el calentamiento global las arruine por completo para siempre.
—Así lo hago y así lo haré.
—¡Fantasticuqui!

Belén y yo nos despedimos con una pseudoreverencia postmodernista. Sin embargo, no pude abandonar el área de la secretaría porque Belén me obligó a volver a donde estaba ella.

—¡Espera, espera! Tienes que ver algo.
—¿Qué ocurre?, ¿quién se ha desnudado?
—Nadie —Belén me miró sorprendida—. ¿No te has fijado? Tenemos una fotocopiadora digital nueva en secretaría. Es una fotocopiadora DADF que acepta pendrives con documentos de texto. Recién salida de fábrica.
—Qué prodigiosa…
—Ni que lo digas. Tienes que ver lo rápida que es. ¡Es capaz de fotocopiar diez páginas por segundo! —la sumnongle súper entusiasmadax se acercó al mostrador para hablar con Remedios.
—Muggh…—me quejé yo por lo bajo. No parecía algo fascinante.
—Hola, Remedios. Necesito que me fotocopies este tocho. No son apuntes míos, sino de una amiga, jijiji. —reveló con cierta timidez.
—Oh, de acuerdo —dijo la secretaria con ternura.
—Pero, por favor, usa la nueva fotocopiadora, me hace ilusión.

Remedios, algo insegura, obedeció sin objetar nada a la ilusionada chiquilla del sombrero. Se le notaba mogollón que la fotocopiadora recién llegada la intimidaba un poquis. Remedios es una personita despistada y un poco torpe, por eso un obstáculo tecnológico de ese calibre hace que le tiemblen los dedoooos. A pesar de que al final tuvo el valor de programar la acción, algo, no sé qué, SALIÓ MAL.

—¿Qué sucede…? —Belén escuchó el murmullo maquinoso de la fotocopiadora y no le pareció normal.
—Ay, pero… ¿Por qué se oye así? ¿Me la he cargado? —Remedios se alejó de la fotocopiadora como si de una bomba se tratara.

El armatoste grisáceo estaba furioso. Empezó a expeler docenas de hojas fotocopiadas con una velocidad pasmosa. Los folios cayeron como palomas moribundas tanto por dentro como por fuera de la secretaría. Belén estaba absorta por el papiroespectáculo.


—Esto me pasa por tener nubes dentro de la cabeza... ¡Por qué no puedo usar solo la vieja fotocopiadora!
—Un milagro de la tecnología, sin duda... ¡Mirad, mirad cómo se reproducen las palabras! , ¡mirad cómo se difunde la información! Esto es el poder, ¡ESTO ES LA IMPRESIÓN!

Belén estaba increíblemente extasiadah por la escena loca del papeleo aéreo. Se quitó la mochila y el sombrero para disfrutar con más soltura el desastre. Estaba fuera de sí.

¿Cómo lo paro? ¡Ayudaaa! —gritó Reme asustada.
—¡Cierra la ventana! —aconsejó una voz de una persona expectante.
—¡Haz algo ya! —dijo otra voz.
—Ooh… Papeles, papeles, papeles —Belén entró en un trance xerográfico de esos.
—¡Pídele perdón o pulsa un botón! —sugirió otra voz.
—¡Tapónala, atráncala!
—Revienta la fotocopiadora, ¡mátala!, ¡corre!
—¡Desenchufa el trastooo! —intervine en medio del barullo.

Cuando Remedios desenchufó a la bestia, después de unos complicados segundos buscando el cable, todo volvió más o menos a la normalidada. El atentado contra la humanidad y el orden escolar llegó a su fin.

—¡¿Se puede saber qué cojones ha pasado aquí?!

Urpia, la directora, se acercó al lugar de donde provenía el escándalo para ver qué pasaba. Se la veía enfadada.


—Lo siento muchísimo, Urpia. ¡Fue culpa mía! Aún no me he acostumbrado a los controles de la…
—Yo que quería desconectar un poco e ir a tomarme un café en la sala de profesores, voy y me encuentro con esto, ¡ESTO! —la Cuerva interrumpió colérica.
—Urpia, ahora mismo lo recojo todo. No te preocupes —dijo Remedios con voz trémula.
—Remedios, eres una incompetente, no haces bien tu trabajo y siempre estás empanada. ¿Sabes qué?, ¡ESTÁS DESPEDIDA!
—¡Por favor, Urpia, no! No me despidas otra vez. Llevo trabajando desde el año 2002 aquí, y mi prima Petunia desde mucho antes. Esta secretaría es mi vida y yo ya…
—Ah, ¿que ya te había despedido antes? ¡Pero qué tomadura de pelo! Fíjate lo que te digo, ¡NO QUIERO VOLVER A VERTE NUNCA EN ESTA ESCUELA! —sentenció la rabiosa directora— Con dos personas trabajando en secretaría es más que suficiente, maldita sea.
 —Entiendo… —respondió Remedios entre sollozos.
—Y tú, niña. ¿Qué haces tirada en el suelo con esa mueca ridícula? Eso no es propio de una señorita. ¡Recupera la compostura!
—Sí, señora directora —Belén se irguió con rapidez y su semblante súper chulo de payaso drogado se desvaneció—. Está usted muy sexy hoy, señora directora.
—Un momento, tú eres la niñata ruletera, ¿no es así? ¡Pues olvídate de volver a girarla!
—Vale…
—Este lugar queda declarado zona catastrófica. Venga, no quiero ver ningún papel tirado —Urpia dio cuatro palmadas antipáticas para espabilar a los estudiantes y luego miró al suelo y apartó con rabia un inocente folio con su pie—. ¿Qué es esto?, ¿son apuntes fotocopiados? Inadmisible…
¡Esto es confeti din-A4 para espantar a los albatros ♪! 

Un trocito de tonada brotó por mi boca. Canté una mini canción inventada para animar el ambiente, pero a Urpia no le gustó ni una pluma.

—¡Silencio! —Urpia se acercó un poco hacia a mí y examinó mi cara con su ceño fruncidou—. Un momento, ¿tú estudias aquí?
—¿Yo? Claro que sí.
—Tú me has dado muchos problemas en el pasado, ¿no es así?
—Emm… creo que no.
—Ten cuidado, te lo pido. Ten cuidado con las tonterías que haces, que yo no tengo paciencia —advirtió severa.

Urpia me dejó sin habla y se fugó como una Emperatriz de los Disgustos sin decir adiós. Cuando me quise dar cuenta, vi que el suelo ya no tenía folio alguno y me percaté de que Belén se había ido corriendo avergonzada con sus apuntes después de haber interactuado por última vez con Remedios. Los alumnos curiosos que habían ayudado en la recogida de folios se habían puesto a murmurar a mis espaldas. Otros, sin embargo, se reían o abrían sus bocas a causa del asombrox.

Remedios estaba ordenando el interior de la secretaría junto a los otros dos secretarios recién llegados. Yo me propuse darle un pedazo de consuelo.

—Qué penita, Reme… De verdad, no queremos que seas expulsada como la inmundicia. ¡Urpia es una pedúncula aviesa muy injusta!
—Gracias, corazón, por no querer que me vaya —Remedios, se secó las lágrimas y sonrió un poquito—. Pero, no te preocupes, no me voy a ir.
—¿Ah, no?
—Como lo oyes: No me voy. Urpia me ha despedido ya cinco veces, pero luego se olvida de que me ha despedido y por eso puedo seguir trabajando aquí como si nada —explicó en voz baja.
—Qué bien, ¿no?
—Sí… Es que necesito el trabajo para sobrevivir. Yo seguiré viniendo.
—Dí que sí, Reme, que este es tu oficio. Tú tranquilízate, trabaja lo mejor que puedas e intenta no despistarte mucho —aconsejé animadamente—. Así todo debería de salir perfecto.
—Claro… —la secretaria alegró su rostro y luego recordó algo especial—. Mi abuela decía que el ser humano es incapaz de hacer algo completamente perfecto, excepto una cosa.
—¿Qué cosa?
—El pan.
—Ooh… ¡qué rico! —exclamé algo confundidis.

Me despedí de Remedios para irme directə al patio, a disfrutar de lo que quedaba de recreo, pero como descubrí que tenía dos llamadas perdidas del mismo número en mí móvil comunicón, detuve mi rumbo al momento. Necesitaba saber quién quería hablar conmigo. Justo cuando iba a llamar a ese número, dicho número me estaba llamando a mí POR TERCERA VEZ.

—¿Dígame? —pregunté expentante al descolgar.
—Hola ♪. Hola ♪.

Una voz aguda, cantarina y reverberante me saludó dos veces. Parecía ir al ritmo de una extraña música que se oía de fondo.

—Hola. ¿Quién eres?, ¿Llamas por lo de los Zipulas?
—Sí, quiero hablarte de eso ♪.
—Oh, y dón…
—Sí, quiero hablarte de eso ♪ —repitió melodiosamente.
—Mmmm… ¿No será una broma? —pregunté con cierto mosqueo.
—No ♪. No ♪.
—Pero, ¿estás aquí, en la escuela de El Diptongo de Coser y Cantar?, ¿o estás dándolo todo en la baby-discoteca?
—Estoy en la segunda planta de la escuela, frente al aula 286. ¿Puedes venir ♪?
—Sí, sí.
—Ven rápido, por favor ♪. Ven rápido, por favor ♪ —insistió sin perder la música de sus palabras.
—OK —afirmé justo cuando la niña rareta colgó la llamada.

Así es, lectorcita curiosa, lo que piensas es cierto (creo). ¡Ella es una de los cuatro niños que han visto a los Zipulas! Su llamada me hizo feliz de abajo hacia arriba y sin rebosar. Por fin ha llegado otro momento clave para nuestra investigación. 


Su forma de hablar es muy rara, pero tal vez podría revelar algo importantek.

Al alcanzar la segunda planta me metí de lleno por los sinuosos pasillos en busca de esa aula. Me coloqué el dichoso pañuelo salvavidas por si las moscas basilionas (todavía sigo teniendo miedo a ese malandrín, muououh…). Lo guardo siempre en la mochila.

Pronto sentí que estaba muy lejos de los ruidos felices del recreo, además no había nadie en el pasillo. Pero el silencio empezó a tornarse en algo melodioso. Se oía una música electro-techno-rara, con una marcada percusión, que parecía venir de donde el aula 286 está.

—¿Será cierto el rumor del karaoke oculto en la escuela? —me dije para suavizar un poco la tensión.

Grabé esa música tan inusual porque era algo pegadiza. Puedes escucharla, si lo deseas, aquí mismus:

♫🎵

Continué caminando hacia mi destino. Me percaté de que, aparte de la música que se oía más fuerte a medida que me acercaba al aula, unas luces de colores misteriosas se reflejaban en las paredes. ¿De verdad hay una discoteca en la escuela?

Al doblar cierta esquina, pude contemplar el panorama disco-rave for kids de donde provenía el temazo musical y la iluminación loca. Frente al aula estaba solo ella, la niña que me llamó. Sentí algo de miedito.


Disfruté del extraño espectáculo durante unos segundos. Me di cuenta de que las luces venían de las propias ventanas y de los fluorescentes del techo, lo cual es muy raruco. No quería perder más tiempo porque el recreo dura menos que la sequedad en la sudorosa gordizona.

—Hola, niña. ¿Fuiste tú la que me llamó antes por teléfono para quedar aquí? —cuestioné delante de ella.
—Sí, fui yo ♪. Sí, fui yo ♪ —dijo cantando armoniosamente con una voz robótica, siguiendo el ritmo de la música de fondo.
—¡Qué ritmo tienes, chata!
—Soy Estela Remix, la chica MP3 ♪.

Algunos sumnongles mocosos de primaria han hecho correr rumores sobre una niña que puede hacer sonar canciones desde las entrañas de su cuerpo como si fuera una radio. Sin duda alguna, esa niña era Estela Remix. Con unos extraños cachivaches implementados en sus hombros y pecho, Estela puede generar música y reproducir grandes éxitos de la pasada década.

—Estela, eres maravillosa. Seguro que tienes una historia muy interesante que contar.
—No hay nadie como yo ♪. Cantante estereofónica, vibrante y melódica, de luz multicolor ♪.
—Eres como una gramolaaaa ♪. ¡Eso mola! —dije cantando dos o tres sílabas para adaptarme mejor al diálogo.

Yo no pude frenar mis impulsos bailongos al escuchar a Estela y a su música. Por otra parte, Estela estaba más tiesa que una lápida. Tras realizar unos cuantos movimientos de pájaro del paraíso, pregunté por fin a la inexpresiva sumnongle lo que quería preguntar.

—Entonces… ¿has visto a los Zipulas?, ¿sabes dónde están?
—Sí, eso fue hace años ♪ —la nena seguía cantando pero su rostro mostraba cierta intranquilidad.
—¿Pero en dónde están?, ¿dónde los viste?
—Estaba en el parque de Maraguarrada ♪. Saltaba a la comba sin miedo nada ♪. Pero un enano vino a molestarme ♪. Meterme mano, a su gruta llevarme ♪.
—¿Dónde está esa gruta?, ¿dónde está esa gruta? —pregunté desesperadis.
—La estatua guarda la entrada a la gruta ♪. En una zona con árboles rosas ♪. La zona en sí está muy bien oculta ♪. Los setos forman murallas frondosas ♪.
—Eh, uh, ah, ih, oh… —entoné vocales dudosas porque no comprendía muchou lo que decía la chica MP3—. Entonces… ¿cómo llego a la guarida de los Zipulas?
—Necesitas un mapa o un guía ♪. Buscarlo sin ayuda es una tontería ♪.
—Entonces guíame tú hasta la guarida de los Zipulas.

Estela Remix se quedó en silencio y con los ojos bien abiertos. Pareció bloquearse como un ordenador traumatizado. La música alegre empezaba a desvanecerse y las luces a brillar todas a la vez.


—No me pidas volver a ese lugar, porfi. No quiero ir a esa plaza circular, ¡No quiero ver a esos guarros jamás!
—¡Pero necesito tu ayuda! Tenemos que evitar que los Zipulas vuelvan a manosear culitos y genitales infantiles.
—¿Y si me vuelven a hacer cosas? Ellos me dejaron la cabeza como mareada, luego me hicieron cosquillas asquerosas debajo de la falda y después quisieron frotarse con mi cuerpo. ¡Son enanos pero sus cabezas pesan mucho! —gritó Estela estresada y sin cantar—. Yo lo pasé mal, mal, fatal; gritaba y gritaba y al enano rojo le pegué una patada en la nariz para que me dejara en paz. ¡Después los cuatro enanos quisieron atarme con la cuerda de la comba pero no lo consiguieron!
—¡Qué horror! —exclamé como un espíritu condenado en el infierno.
—Me dio mucho miedo. Estaba tan asustada en ese sitio subterráneo que… apreté mi MP3 con todas mis fuerzas mientras sonaba Chopping onions is fun! y grité SOCORRO lo más alto que pude. Golpeé con la mano a una bombilla sin querer y la rompí. Luego… algo raro pasó… ¡me di un calambrazo y me fusioné con mi MP3! Gracias a eso pude aturdir a los Zipulas con sonidos y luces, escapar por la entrada y volver a donde estaban mis amigas —relató menos agobiada que antes.
—¡Eso es un milagro! Ojalá poder fusionarme con algo díver.
—Si puedo hacer luces de colores es gracias a eso. Si puedo hacer música es gracias a eso. ¡Soy Estela Remix, la chica MP3! —gritó como una tímida superheroína radiactiva
—Ahora que te veo más valiente y segura, ¿por qué no me acompañas hasta la entrada de la guarida solo una vez? Venga, por favorio —supliqué a Estela con mis manos enredadas—. Si vienes conmigo no te pasará nada nadita.
—¡Te he dicho que no quiero ír! ¡No pienso ir a ese sitio nunca más, NUNCAAA!

Tal y como hizo aquella vez con los putos Zipulas, Estela realizó un truco luminoso cegaojos y emitió unos cuantos sonidos para confundirme y luego huir por los pasillos como una coneja amenazada. Estaba claro que esa muchacha no me iba a llevar hasta ese sitio circular y oculto. Ella no quiere retornar a ese lugar traumático; lo aborrece demasiado y yo he decidido comprenderlo.

Me quedé asolas con mi propia soledad en ese lugar, donde ya no se oía música ni brillaban luces de colores. No tenía nada más que hacer allí, así que fui en busca de Maselillo para contarle todo lo ocurrido con Estela.

Pasaron las horas en la escuela y seguí sin ver a Estela, pero mi intuición juvenil me dijo que ella estaría bien con sus compis de clase. Jolines… Ya solo quedan dos de los niños que me pueden ayudar a encontrar ese lugar misterioso del parque de Maraguarrada, donde se concentra ese zipuleo repugnante.

Ay, los días no me están poniendo las cosas en almeja de plata. La vida es muy maleducada, se enmaraña por si sola delante de mis narices y yo no puedo remediarlox. No obstante, creo que hay solución para casi todo lo que tengo encima. Ahora toca descansar durante este finde en casita, ponerme al día con las cosas de clase y rascar a mi gato con el rastrillo de madera.

Se acabó la entrada, mi gentil Usted. Ahora, déjeme dormir .

1 comentario:

  1. Madre mía cómo está Urpia, cada día se supera. ¡Yo quiero que se venga a mi escuela!

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