14 noviembre 2011

Cumpleaños de un ausente

Para bien o para mal, el 14 de noviembre es un día especial. Tal día como hoy, hace dos años nació Poesía, el bebé que nadie sabe dónde está.

Estar en casa un lunes sombrío por la tarde haciendo los asquerosos deberes que marcan en la escuela puede ser una experiencia muy aburridis. Además, si me pongo a pensar en qué tipo de día es este, la concentración que uso para mis deberes empieza a alejarse de mi cabeza poco a poco en su triciclo, lo cual hace que todo sea aún más fastidioso.

Yo me aburría, yo me frustraba y mi gato Perseo me miraba y no me facilitaba el trabajox. Me empecé a sentir tan incómodə, que dejé las actividades de mi escritorio en pausa para salir a la calle a hacer respiraciones fuertes y tranquilizadoras. El día no tenía buena pinta por culpa de la nubosidad, pero me importaba cerito~.

Fui sin ningún destino fijado caminando por Villaflopio del Escaramujo. Me dejé llevar por mis pies para que me transportaran a un rincón muy urbano en donde sentarme a meditar. Sin embargo, no sé si fue por las corrientes empujonas o por una fuerza interior, acabé en la calle de la casa de Noe, justo al oeste del barrio. Es probable que mi subconsciente me incitara a visitarla para hacerle algo de company, porque la pobrecilla lo está pasando fatal.

Frente a la puerta de su edificio me planté algo inseguris y con mi dedo selector pulsé el botón de su casa en el portero electrónico. Hice tres zumbiditos insistentes, separados por quince segundos de espera, pero nadie descolgó el telefonillo. Me mosqueé un poco porque no sabía si eso era una señal de que algo malo había ocurrido. ¿De verdad no había nadie en casa? Tal vez… Pero si realmente hubiera alguien ¿Quizás no quería dejarme entrar? ¿Es de mala educación hacer visitas hoy? ¿Están Noelia y su novio heridos de gravedad en el baño sin poder moverse? ME AGOBIA PENSAR EN LAS POSIBILIDADES.

Sin saber qué hacer en esa calle gris y fría durante tres minutos, me propuse volver a casita. Sentí algo de desasosiego porque ni siquiera podía llamarla por el móvil, pues no tenía nada de saldo… ¡wagh! Pero esa extraña sensación desagradablex se disipó en un flisk justo cuando vi a una joven tristona con un gorro de lana morado acercarse por la acera de enfrente. ¡Era Noelia! La ya-no-Mamá-Bebé caminaba distraída como un espectro de biblioteca hacia a su casa. Tras cruzar la calle, la sorprendí con un saludín para que se percatase de mi presencia.

—¡Noelia, Noelia! Hola, ¡estoy en frente de ti! —dije sacudiendo mis brazos para hacerme más visible.
—Ho, hola… ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí? —preguntó asombradax.
—Quería verte. Estuve llamando por el portero a tu casa, pero no estabas. ¿Cómo estás?
—Ah, bueno… pues… no sé qué decir.

Noelia me miraba como perpleja y hastiada a la vez. Estaba nerviosita y eso se notaba mogollón. La pobre…


—Ouh… ¿Estás bien?
—No. Yo no estoy bien… ¿Qué quieres que te diga? Yo nunca estoy bien.
—Noelia, que sepas que deseamos con toda la magia del corazón que estés bien y que vuelvas a ser feliz —confesé sonriendo poniendo mi mano en el pechoto.
—Ya —expresó con voz cansada—. ¿Has venido a decirme algo o qué?
—He venido a visitarte. Quería hacerte compañía.
—Ah, muchas gracias, pero la verdad es que no tengo ganas de recibir visitas.
—Entendemox —dije algo preocupadə—. ¿Pero no ha venido absolutamente nadie a verte hoy?
—Mmm sí. Esta mañana vino mi amiga Nerea después de vacunar a su perra junto con mi otra amiga, Anuski la de las peladillas —relató mientras miraba inexpresiva varios cachitos de la calle.
—¿Y por qué a ellas las dejaste entrar en tu casa y a mí nuuu? Nunca he ido a tu casa.
—Vinieron a traerme unas cosas. Yo sinceramente no quería que viniese a visitarme nadie, pero no las iba a dejar fuera sin entrar.
—Oh, y yo pue…
—¿Pero por qué viene la gente a mi casa hoy? ¿Es porque es el cumple de mi niño? ¡Pues aquí no hay nada que celebrar! No quiero recordar que hoy no puedo ver a Poesía con sus dos años recién cumplidos.

Noelia empezó a sollozar enfadada al mismo tiempo que buscaba las llaves en su bolsillo. Yo me separé unos centímetros de ella y me quedé inmóvil para no agravar su amargura con mi forma de ser. Justo cuando cogió la llave correcta del llavero (en el cual colgaba el amuleto de la suerte que le regalé hace meses ♥), respiró profundamente para no venirse abajo en medio de la calle y caminó unos cuantos pasos hacia el portal de su edificio.

Tuve miedo de decir o hacer algo más, así que me convertí en un monolito humano inerte que miraba con aflicción a la sumnongle. También pude ver como otra sumnongle había salido de detrás de un coche aparcado para colocarse cerca de Noelia. Era un póngido de ciudad muy peludo, grande, viejo y malhumorado.

—Buenas tardes, Noelia. Contigo quería hablar yo.
—Hola, Fide—saludó desganada e incomodada.
—De Fide, nada. ¡A mí me llamas Fidedigna que tú y yo no tenemos esas confianzas! —explicó con acritud.
—Perdone, pero yo ahora no tengo tiempo para hablar de nada.
—Como siempre, la misma cantinela.

Sin quererlo ni absorberlo, Noelia tuvo que aguantar la increpación de esa señora llamada Fidedigna Rollujo, su vecina de abajo. Su inoportuna aparición angustiaba a la pobre Noe hasta tal punto que le daba dolores cabezunos.


—¿Cuándo me vais a pagar el toldo? Que aún lo tengo ahí quemado, desde hace ya casi un año
—preguntó señalando fugazmente el toldo gris parcialmente chamuscado del segundo piso.
—Lo sé. Es que…
—Y las últimas veces que he ido a tu casa a pedirte que me pagues uno nuevo, haces como que no estás. ¡Pero yo sé que estás hay dentro, que oigo cómo bajas el volumen de la tele! —interrumpió muy enfadadah.
—Fidedigna, yo le prometo que yo se lo pagaré cuando pueda, pero ahora NO PUEDO —declaró Noelia vehemente.
—Sí, llevas sin poder mucho tiempo. A mí no me torees de esta forma, bonita, que mi marido tiene negocios en la calle, que lo sepas.
—¡Y a mí eso qué puñetas me importax! —dije yop.
—¿Eh? ¡No estoy hablando contigo, hablo con ella! —Replicó sorprendida e indignada.

Entre gotitas de llovizna, Noelia me tocó el hombro y luego hizo un gesto raro con su mano frente a su cara de expresión inquieta. Creo que quería que no interviniera más en la conversación, pero sentía la tentación de hacerlo.

—Mire. Que le digo que cuando pueda se lo pagaré. Yo cumplo con mi palabra.
—Yo no me puedo fiar de lo que dices tú, y menos de lo que dice tu pareja, ¡La gente como tú empezáis quemando toldos para acabar luego quemando AYUNTAMIENTOS!
—Fidedigna, pues a mí me parece muy mal que usted se haya ido desnuda a cazar un oso a los Pirinecos para luego hacerse un abrigo con su piel, y todo para tener algo de qué alardear en la cena de Navidad con su familia —expresé con irritación a la señorona del lacito negro.
—¿Tú qué tonterías estás diciendo? ¿Tú quién eres? ¡Deja de meterte en la conversación!
—Bueno, adiós —Noelia estaba tan HARTA de lo que pasaba que abrió la puerta para irse a su casa.
—¡No! Tú espera ahí, ¡mala madre! Que eres una irresponsable, una delincuente, una drogadicta y una sinvergüenza, que seguro que tu hijo está mejor sin ti y sin su padre. Que sois lo peor. ¡PÁGAME EL TOLDOOO! —gritó cabreada sacudiendo todas las cosas que colgaban de su cuerpo.

Noelia tenía pinta de estallar en lágrimas, de volverse tarumba y de querer desintegrar a su vecina indeseable. Yo, para evitar un posible desastre, aproveché que estaba al lado de la vieja pesada y saqué con destreza manual algo que sobresalía de su bolsa de la compra para distraerla.

—Fidedigna, ¡que su queso se va rodandou! —anuncié justo después de haberlo lanzado como una bola láctea por la acera.
—¡Ay, mi queso servilleta! ¡CANALLA, SINVERGÜENZAAA!

La voluminosa señora cubierta de pelo ajeno fue corriendo lo más veloz que pudo a rescatar a su alimento, que había caído detrás de un coche aparcado. Este no llegó muy lejos porque lo tiré con suavidad, además era un queso inocente y no se merecía ser catapultado con rudeza.

La llovizna se transformó en una fuerte lluvia y Noelia se metió en el portal rápidamente. Yo no sabía si huir como ratas in danger de ahí o esperar a ver si Noelia me dejaba entrar en su bloque. Al instante me indicó que hiciera lo mismo que ella y ambos subimos por las escaleras dejando a la bruja huesuda con su lío caseoso en la calle.

Al llegar a la tercera planta, entramos en su casa y cerramos rápido la puerta. El piso de Noelia era más o menos del mismo tamaño que el mío. Era un poco sombrío y el salón estaba algo desordenado, pero a pesar de eso me hacía algo de ilusionne estar en su hogar. Sin embargo, la pesadumbre que se notaba en el ambiente hacía brotar en mi algo de incomodidad, melancolía y confusión (uff…)

—Tengo que pagarle el toldo nuevo cuanto antes a Fide…
—murmuró tocándose la frente.
—Gracias, Noe, por permitirme acceder al interior de tu casa.
—De nada.
—Pero… Si quieres me marcho, ¿no? Necesitas estar sola —dije con voz melosa.
—¿Cómo vas a irte sin paraguas con la lluvia que está cayendo? Mejor te quedas hasta que amaine.
—Guay, ¡gracias, Noe! Así no me acatarro.
—De nada. Y espero que no vuelvas a tirarle la comida a la señora esa, que no quiero más problemas —comunicó con seriedad, abriendo bien sus ojos.
—Lo prometemos —hice unos símbolos dactilares primitivos para demostrar que la promesa estaba oficialmente activada.

Noelia sonrió casi sin ganas y se quitó su gorro para tirarlo en su sofá. Me preguntó si quería merendar o tomarme un café y yo me decanté por beberme solo un vaso de agua. Hablamos en la mesa de la cocina de varias cosicas mientras ella tomaba un café: de la vecina chunga, del dinero, del pasado, de infusiones, de pastillas y otros temas. A veces el silencio de la casa era algo cargante, pero me alegraba ver que Noelia estaba más tranquila que antes. Además, creo que le hizo gracia lo del quesito rodante pero no lo quiso admitir por si eso me alentaba a repetir algo parecido.

Luego abandonamos la cocina para dirigirnos al cuarto de Poesía; Noelia tenía ganas de enseñármelo. Era un lugar muy recuco y adorable, repleto de esencia de bebé.

—Me da la sensación de que cuando estoy aquí, rodeada de sus juguetes y sus cosas, noto como a Poesía más… cerca —confesó Noelia con una ligera esperanza mística.
—Normal, yo también lo noto —dijimos al mirar los alrededores verdoso-azulados—. Esta habitación es muy «poética», no sé si me entiendes…
—Entiendo… 

Al acercarse a la cuna, Noelia cogió un peluche animaloide y lo abrazó con fuerza. No pudo evitar sentirse triste. Poesía realmente no estaba en ese cuarto.


—Este es el muñequito que más le gusta a Poesía
—dijo con tono de tanatorio.
—Qué monada. ¿Es un perrito?
—No sé.
—Oye, habéis quitado la pegatina de la ventanax, ¿verdad?
—Sí… porque oscurecía un poco la habitación —después de revelar la razón del despegatineo de la ventana, Noelia comenzó a llorar—. Me siento muy mal.
—Oh, Noe…

Noelia hundió su cara con acné en el peluche que estrujaba con sus brazos. No sabía si lo hacía porque funcionaba como una esponja que secaba sus lagrimones o si por el contrario lo hacía porque le reconfortaba. En ese momento me volví a paralizar por no saber qué hacer, pero, de todos modos, acabé por acercarme a la sumnongle para ponerle mi mano en su espalda para transmitirle consuelo.

—Me da mucha pena que estés pasando por esto… es tan injustox.

Noelia no contestó.

—Emmm… ¿quieres que me marche ya? Tal vez así estarás mejor. —pregunté tímidamente a pesar de que aún llovía a palanganas.
—Que no, que no —gruñó por lo bajini con la voz quebrada. Casi no despegaba la cabeza del peluche.

Justo después de un silencio deprimente sin moverme de su lado, me dio por probar suerte y la abracé. Como no me empujó ni hizo ningún sonido de molestia, di por sentado que no le incomodaba. Fue un abrazo matriósquico: yo la abrazaba a ella por un lado y ella abrazaba a su peluche. Nos quedamos así más de medio minuto junto a la cuna de Poesía, para aliviar las penas con compresión corporal.

Después abandonamos la habitación de Poe y apagamos su luz. Nos sentamos en el sofá del salón, lleno de ropa sin planchar, para hablar un poquis. Noelia volvió a encontrarse mejor, o al menos eso parecía.

—La verdad… pensaba que con el paso de los meses iba a cambiar, a acostumbrarme a que Poesía ha desaparecido, pero no ha sido así —Noe se autoabrazó y perdió su mirada en el vacío, acongojada—. Ahora me da más miedo ver la tele, coger el teléfono, o incluso hablar con la gente, porque tengo el mal presentimiento de que voy a recibir una noticia horrible sobre mi hijo. Es tan chungo…
—Lo comprendemos. Pero también puedes recibir buenas noticias.
—Lo sé… pero no puedo evitarlo. Será que estoy tan harta de que las cosas me salgan mal. Yo ya no pido ni que la gente que me importa me apoye. Yo solo pido un milagro: quiero a mi hijo de vuelta sano y salvo.
—Yo también lo pido, de veras lo deseo todos los días —revelamos entusiasmados—. De hecho, fui el viernes pasado a buscar pistas en el parque de Maraguarrada. Subí a la torre Brutalia para ver mejor el parque y todo. Y mis amigos de clase también me ayudan con la búsqueda… a veces…
—¿En serio? ¿Has seguido buscando? —preguntó aparentemente sorprendida.
—Sí, sí, sí ♫. Como te dije en la noche de Halloween, esto me lo tomo muy en serio, te lo asegurou. Aunque prefiero no decirte nada más hasta que no tenga información útil de verdad
—Vale… —Noelia mostró una sonrisa difícil de calificar que duró muy poco. Después suspiró alicaída y se toqueteó el flequillo—. Escucha, no te lo tomes a mal, pero a veces creo que no tienes ni idea de lo que estás haciendo, y que nunca vas a encontrar a mi hijo.
—Oh…
—Pero… sin embargo… hay una parte en mí que se ilusiona cada vez que me dices que de verdad lo estás buscando. Y llego a pensar, aunque parezca absurdo, que realmente tienes el poder de encontrarlo. Me gusta pensar en eso.
—Yo también pienso que tengo ese poder.
—Creo que eres la persona más optimista. ¡Y la que más busca desde luego!
—Qué chachi. ¡Soy detectiveee!
—¿Sabes? Hay algo que también me reconforta muchísimo, y es ver los vídeos de Poe que tengo en el móvil —dicho esto, Noelia cogió su teléfono móvil y empezó a buscar en sus archivos.
—Ah, ¿sí? ¡Quiero verlos! Que yo solo he visto a Poe en movimiento una vez —me arrimé para observar la pantalla. Tenía cuatro vídeos en total—. A ver, pon este.
—No, este no que aquí le estamos cambiando el pañal —informó sonriendo con pudor.
—¡Puaj!

De uno de los vídeos que enseñó, yo pude capturar un fotograma entrañable en donde el pequeño Poe estaba fascinado con un muñeco extraño pero apto para bebés al 100% en el sofá.


—Poesía es muy mono… ¡Y muy juguetón!
—Antes le daba miedo ese peluche pero ya se han hecho amigos. Y cuando juega con él siempre lo llena de babas, jijiji —rió con sus ojos vidriosos.

Disfrutamos del pequeño videoshow de Poesía juntos en el sofá. Al rato pude oír unos pasos de alguien subiendo la escalera al otro lado de la puerta y luego un tintineo de llaves. Se trataba de Papá Bebé, que había acabado de llegar a su casa y estaba abriendo la puerta.

—Hola, cariño.
—Oh, hola. ¿Tenemos visita? —preguntó refiriéndose a mí, OBVIAMENTE.
—Eh… sí. Vino hace un rato.
—Holali.
—Hola… cuánto tiempo —Papá Bebé se adentró un poco más en el salón, desconcertadoh—. ¿Pero pasa algo o qué? ¿Ha ocurrido algo?
—¿Pasar? No pasa nada. Le estaba enseñando vídeos de Poesía —explicó Noe sin levantarse, sin entender el porqué de esa pregunta—. Has vuelto más pronto.
—Sí, bueno… —el sumnongle, que colgaba su paraguas en un perchero, no parecía conforme con mi visita—. Y tú qué tal, ¿cómo va todo?
—Pues entre bien y mal, pasando por la regulera, más o menos —expliqué con solturax—. Y haciendo lo que puedo para averiguar el paradero de Poesía.
—Está buscando pistas en el parque de Maraguarrada —informó Noe dibujando el contorno de un parque invisible con sus manos en el aire.
—¿Eso es cierto?
—Sí.
—Tú qué, ¿has estudiado criminología? —preguntó con sarcasmo.
—Nop. Yo solo estudio cuarto de la ESO.
—Deja que lo busque, Diego. Su ayuda siempre viene bien —intervino para intentar aumentar la indulgencia de su novio.
—¿Cómo? Buscar a Poesía no es como buscar una cosa tirada en el suelo. A Poesía se lo han llevado, no está esperándote al aire libre, en el parque, para que lo encuentres.
—Diego, ¡no digas eso, por favor! —Noe se levantó del sofá y su voz volvió a quebrarse.
—¡Digo lo que pienso, Noe! No seas estúpida —Diego se alteraba muy disgustado.
—¿Cómo?
—¿Tú de verdad crees esas gilipolleces de adolescentes? ¿Para qué dejas que entre a casa?, ¿para escuchar sus tonterías e ilusionarte como una boba como cuando hablasteis por última vez en la noche de Halloween?

Papá Bebé, cuyo nombre real es Diego Grienal, que, según parece, había vuelto a usarlo, se situó delante de mí, con cara de mala leche, para soltarme un rapapolvón. Yo intenté inquietarme lo menos posible.


—Ya te vale, ¿eh? Que, si la policía no ha encontrado nada, menos vas a encontrar tú. Deja de decir que buscas pistas y mierdas. No tienes ni pajotera idea de encontrar a un bebé. Así que no vayas a contarle a Noe tus chorradas de detective de pacotilla, que le vas a dar esperanzas a lo tonto y la harás sufrir mucho más de lo que sufre ahora.
—¿Estás diciendo que ya no puedo tener esperanza de volver a ver Poesía vivo? —intervino Noe, escandalizada.
—Cariño, sí. Pero ha pasado mucho tiempo. Y no hay indicios de nada. ¡Nadie sabe nada!
—¡Pero el caso sigue abierto!
—¿Y qué? ¿No te das cuenta de que no estás viviendo bien? Tenemos que aceptar que Poesía se ha ido para siempre. ¡Que estas historias de desaparecidos siempre acaban mal, Noe! ¡La esperanza solo sirve para sufrir más y más! —Diego soltaba lo que pensaba gesticulando con fuerza.
—Pero… ¡tú eres su padre! ¿CÓMO DICES ESO? ¿YA NO CREES QUE VOLVERÁS A VERLO? ¿TE IMPORTA UNA MIERDA TU HIJO O QUÉ? —Noe estaba ultradecepcionada.
—Por favor, ¡hágase la paz!

Estaba contemplando uno de los dramas familiares MÁS ESTRESANTES DE TODA MI VIDA. Y para colmo Fidedigna subió al tercer piso, igual de cabreada que antes, a anunciar su ultimátum en el peor momento posible. Éramos pocos y volvió la abuela…

—¡Noelia! ¡Noelia, abre! Ya no te doy más tiempo. ¡O me pagas el nuevo toldo o te denuncio! —La señora hacía ruido con timbrazos y golpetazos en la puerta.
—Ay, no, ¡joder!
—¿Otra vez Fidedigna? —Preguntó Diego.
—Sí, nos la encontramos antes abajo. Quiere que le paguéis ya.
—¡Noelia, Diego!, ¡abridme ya! ¡Quiero mi toldo nuevo de poliéster antes de que acabe el mes!
—¡Señora, váyase a su puta casa y tráguese una pipa medicinal que si no le va dar un soponcio! —dije pegándome a la puerta y mirando por la mirilla.
—¿Qué haces?, ¡CÁLLATE! —dijo Diego gritándome en la cara.
—¡NO LE GRITES! —exigió Noelia a su novio, defendiéndome.
—¿Tú otra vez? ¡granuja de mierda! ¡Que me he tenido que agachar por tu culpa a coger mi queso!, ¡SINVERGÜENZA!
—Y ahora está la loca esa aporreando la puerta. Esto ha sido culpa vuestra ¿verdad? La habéis cabreado.
—¡PÁ-GA-ME! —Fidedigna aporreaba la puerta por cada sílaba que pronunciaba.
—¡¡¡POR FAVOR, YAAAAAAAA!!!

Noelia se desmoronaba literalmente con gritos de estrés como una torre de jengah mal construida. Me daba tal mal rollo verla así de agonizante en el suelo que fui a agarrarla por los hombros para intentar recomponerla. Diego me pidió alertado que la soltara y así lo hice. Me levanté y con una idea en mente para poder ayudar a mi amiga y por eso fui disparadə hacia la cocina a por una solución exprés. ¿Podrían ser ansiolíticos, una infusión de valeriana o un abanico? Nada de eso. La solución flotaba en el cielo y se llamaba Pelafrú, la hierofanía del amor.

—¡Pelafrú! Necesitamos tu ayuda ¡PELAFRÚÚÚ!
—¿Qué haces? ¡No grites! —el enfadado sumnongle agarró el cuello de mi jersey por detrás para alejarme de la ventana, pero yo volví a ella cuando este regresó al salón.
—¡UAAAAAAH, AAAAAAAH! ¡DIOS, POR FAVOR, AYÚDAME! APIÁDATE DE MIIII! —Noe vociferaba empapada de agua de ojos.
—¡PAGADME YAAAA, ENERGÚMENOOOOS!
—¡Que no tenemos dinero, señora! —Diego arremetió contra la puerta para achantar a la vieja.
—¡PELAFRÚÚÚÚ!

Los sumnongles allí presentes se quejaban de los gritos con más gritos. Noelia no podía soportar más a su mundo; parecía que todo estaba en su contra. Sin su bebé, sin el apoyo de su pareja, sin la comprensión de los demás, sin dinero… todo se apilaba sobre ella como ladrillos de dolor y frustración. Es por eso que más que nunca necesitaba a la Pelafrú. ¡Con el amor brotan los buenos sentimientos!

—¡Ven, Pelafrú! ¡PELAFRÚÚÚ! —espeté al mismo tiempo que veía a varios vecinos de la calle y a transeúntes mirar hacia mí, sorprendidos.
—¿PePela qué? ¡YA ESTÁ BIEN!

Retorné sin suerte al salón junto a Diego, que me agarraba del brazo. El tremendo calvario que se vivía en ese piso parecía no tener fin. Pero afortunadamente, cuando la esperanza se había quedado sequita, apareció una potente luz fucsia que provenía de las ventanas. Una explosión de luz amorosa y radiante que inundó toda la casa. Era ella… ¡había venido a socorrernos!


—¡Radiante y efectiva, así es Pelafrú! ¡Muchísimas gracias!

La luz fucsia tranquilizó a los protagonistas de esa alborotada escena y llegó a todos lados: desde la cima de las estanterías hasta las profundidades del fregadero. Noelia y Diego se quedaron absortos por un momento. Yo me deleitaba viendo el centelleo de los corazones.

—¿Qué pasa?
—No sé… Noto el aire como… diferente —Noe se puso de pie y secó su rostro.
—Corazoneeeeeeeees .

La luz fucsia se iba apagando poco a poco, pero la calma ya se había establecidox. Pelafrú, tan rápido como había venido, se fue. Noe y Diego se acercaron y se miraron avergonzados. Por otra parte, Fidedigna se quedó por fin quietita, afuera, en el rellano.

—Perdónenme por los golpes que he dado y lo que dije antes en la calle. Me he comportado como una loca. Noelia, ya me pagarás cuando tengas dinero, ¿vale? Adiós —comunicó Fide antes de bajar la escalera.
—Adiós, Fide, pelúa. Agradecemos su comprensión.
—Perdona, cariño, me he puesto muy bravo —confesó avergonzado a su novia.
—No pasa nada, mi amor. Si en parte te entiendo.
—Oye, que me parece bien que sigas teniendo fe en que Poesía volverá a casa. Pero es que te quiero tanto que no aguanto verte sufrir.
—Lo sé, mi amor, lo sé. No pasa nada. Y siento mucho lo que dije antes… Sé que de verdad te importa mucho nuestro hijo —declaró mirándolo con una sonrisa.
—Lo quiero mucho. Y seguiremos teniendo esperanza, ¿vale?
—Sí. Siempre.

Noelia y Diego, ahora más relajados, se dieron un beso de bellota y se abrazaron con firmeza al lado del televisor. Yo, también más relajadis, me limpié las gafas y anuncié que tenía que volver a casa.

—Chicos… creo que me marcho ya. Ya es de noche y tengo que terminar los deberes.
—Oh. Pero quédate a cenar, al menos. Hoy haremos pasta —dijo Noe.
Grazie mille, pero no —denegué su propuesta con amabilidad de doncella.
—Y perdona por lo que te dije antes. Fueron los nervios del momento.
No problem.
—Déjanos al menos llevarte en coche, que creo que sigue lloviendo.
—Que no, que no, que apenas chispea. Gracias de todos modos. Ya nos veremos. ¡Adiós, parejita! —dije sonriendo como una parábola cuencuda.
—¡Adiós y muchas gracias por todo! —expresó Noe agradecida y enternecida mientras Diego se despedía con la mano.

Noelia y Diego se abrazaban y besaban apasionadamente como si hubiesen redescubierto su amor. Ella movía sus brazos en la espalda de su novio como dos limpiaparabrisas y él le besuqueaba mientras la mejilla. Justo antes de que saliese yo por la puerta, me fijé en que se habían acercado un poco a su dormitorio. Daba la impresión de que, aprovechando esa fogosidad inminente que llevaban encima, iban a fabricar un nuevo bebé (¿Poesía 2, tal vez?).

Como yo ya no pintaba nada en ese grimoso túnel del amor post-bronca, salí de allí rumbo a mi hogar. Ya era de noche y las calles estaban muy mojadas, pero me daba iguals. Al caminar pensaba que, aunque tuvimos una tarde noche movidita y llena de escándalo y gente muy alterada, a fin de cuentas, le vino bien mi visita a Noe. Y la participación de Pelafrú fue súper conveniente; creo que ella misma ya sabía que en esa casa había que acrecentar el amor con su poder rosado, para que esos dos dejasen de sufrir un cacho. Solo espero que el efecto amoroso del poder de Pelafrú dure lo máximo posible…

He tomado la decisión de no hablar más sobre mi investigación buscabebés a Noe y a su novio, porque ya he averiguado que hacerlo se puede liar la situación que no veas. Uff… También hay que cargarles las baterías a esa Virgen de la Lupa porque la inepta aún no ha encontrado a NINGÚN BEBÉ. Qué feo no concederle ese favor milagroso a una de sus admiradoras más devotas.

Ahora que lo pienso… ¡hoy hace justo un año menos un día que fuimos a ver a la virgen a su iglesia del monte! Qué rápido se escurre el tiempo por los relujos y calendorrios.

Santo fieltro… No me ha dado tiempo de terminar los deberes con tanto drama y tanta escritura. Pero no me echéis la bronca, mañana los podré acabar en la biblio en la hora del recreo. Es que, si tengo que elegir, prefiero darle prioridad a escribir mi entradax, que si no se me difuminan los detalles en mi memorie y yo no quiero eso.

Por ciert~… si no ocurre nada interesante mañana, pasado o el otro, lo próximo que escriba en mi blog será una entrada sobre el concurso de muecas, ¡que ya falta muy poco y pienso ir!

Hasta la proxiiiii.

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