10 enero 2011

Confabulaciones fatigantes

Por fin se han desintegrado las vacaciones de Navidad, ya no queda ni una. Hoy es lunes, el primer día lectivo del año. Los estudiantes empiezan a desincrustarse los trozos de turrón de la cara y a levantarse somnolientos de sus camastros o literas para regresar a las aulas otra vez. Es tiempo de iniciar un nuevo trimestrín.

Nosotros teníamos ganas de que llegase este día porque el aburrimiento casero era muy espesooooh. Y para colmo los camellos no me han dejado ningún regalito el día 6; pasaron de mí olimpiadamente. ¿Me habré portado muy mal? No lo creo… Tal vez sea porque la magia progenitora no ha intervenido este año y sin esa magia no hay regalos. Qué pena…, me habría conformado con una grapadora de último modelo.

Ahora voy a contar lo que sucedió hoy en nuestra escuela.

Esta mañana hacía frío y coger el transporte público era como montarse en una nevera con ruedas. Sin embargo, la humanidad comprimida dentro de un autobús siempre genera calor, y eso está muy bien. Cuando me bajé en la parada me dirigí luego a la escuela. Mi amigo Maselillo me esperaba allí y me dijo que tenía algo divertido que enseñarme.

—Hola, Maselillo. No te veo desde que nos dieron las notas.
—Oh, sí, es verdad. Aquel día me fui antes y no pude verte cuando salí de la escuela —dijo Maselillo cerrando sus ojitos de botón de betún.
 —Ya.
—Por cierto, ¿qué tal las notas? Yo suspendí dos como esperaba —un deje de disgusto se percibió en sus palabras.
—Pues yo tres: física y química, lengua y edu fisy.
—¿Edu fisy?
—Educación física, la asignatura de las pelotas, los hula hoops y el correteo con sudor excesivo —expliqué con aburrimiento.
—Ah, sí, sí. Esa la recuperas en un segundo —aseguró Maselillo animándome.
—Ya vere-veré.
—Emm, ¿cuándo me vas a dar el número de teléfono? Yo quería felicitarte por Navidad y por Nochevieja.
—Oh…. te lo daré. Es que se me olvida siempre porque tiene unos números rarísimos, imposibles de memorizar. Quiero intentar cambiar el número porque me parece muy grosero.
—Qué extraño —Maselillo se sorprendió por un instante pero luego cambió su expresión por una muy alegre—. Bueno, ya me lo darás. Vamos a dentro que te quiero enseñar una cosa.

Entramos en el aula. Estaba fresca como un puré de colonia y agua bendita. Los dos osos, Ñangas y Carpeto, habían vuelto a sus casitas-jaula después de una breve hibernación en el hotel de las mascotas de la escuela. Por otro lado, Bebesitu miraba por los orificios esperando a recibir su desayuno.

—No me has dicho que te han regalado los Reyes Magos.
—Nada. Creo que les daba miedo el FELPUDO.
—En serio, ¿no te han dado nada? —cuestionó anonadadus.
—Que no. No repreguntes.
—Ah, v, vale. Pues yo a ti sí te he traído algo —Maselillo estaba muy divertido y se puso a rebuscar cosas en su mochila—. Imagínate que soy un Rey Mago.

Maselillo tendió su mano, como solo él sabe hacer, y me ofreció la caja que escondía en una bolsa.

—Mis padres están muy contentos contigo porque has formado una amistad conmigo y porque me has ayudado a integrarme en la escuela. Por eso, como no podían agradecértelo por teléfono, compraron esto para ti —dilucidó sonrojado.
—Qué caja tan preciosa. Me pregunto qué infinidad de secretos guardará —dije con mucha intriga de la mágica.
—Ábrela y verás.

En el interior de la caja había un huevo de avestruz que, si lo mirabas de cerca y con los ojos muy abiertos, te dabas cuenta de que realmente era un ambientadore~. También había unos seis frasquitos de perfume.

—Ayyy, qué bonito es el conjunto de todo esto… —expresé extrañadis pero impresionadis (lo huro).
—¿Te gusta? Yo le dije que compraran esto, como siempre me hablabas de que necesitabas ambientadores para perfumar tu casa… Pero te tendría que haber regalado otra cosa.
—No está mal, Maselillo, no te preocupes. Muchas gracias —respondimos muy gratificados.
—De nada.
—Siento no haberte comprado nada.
—No importa —dijo muy modesto.
—Te voy a comprar en el recreo un bocata de esos que te rellenan bien la panza, mi amore.
—¡Oh, gracias! Es todo un detalle por tu parte —a Maselillo se le abrieron los ojos y el estómago. Creo que empezó a segregar jugos gástricos.
—Mmmmju, sip ♥.

Maselillo se puso a observar los frasquitos de las fragancias que había sacado de la caja. Sin razón aparente comenzó a sonreír cual buzón de media luna-lunera.


—Maselillo, nunca te he visto con esa sonrisa tan dental. ¿Qué te ocurre?, ¿estás imaginándote el bocata que te voy a comprar?
—No es eso. Es que me hace risa que te gusten este tipo de cosas, me parece gracioso.
—Ay, sí, jijiji. Qué mala, qué mala y qué pillina.
—¿Eh?
—Perdón. Quiero decir: ¿de qué olores son las fragancias? Es bueno saber para bueno oler —necesitábamos conocer la INFO, era muy importante.
—Mmmm, a ver… La de la tapa verde es de lechuguina del río, la de color malva es de besito de mariposa, la de color beige es de diplomacia de vainilla, la de turquesa es de escondite submarino y conchi, la de fucsia oscuro es de puñetazo de primavera y la naranja es de sorpresa de la India.
—Cuánta variedad, tengo musho donde elegir. El de puñetazo de primavera tiene que oler muy fuerte, me imagino.
—Posiblemente, pero todos huelen muy rico —aseguró sonriente.
—¡Sí! —afirmé para luego cambiar de tema—. Eh, no te hagas el loco, ¿qué te han traído los Reyes Magos?
—No mucho: algunas pelis y videojuegos, unos muebles para mi habitación y algo de ropa.
—¿Y a tus padres?
—¿Te interesa saber que les regalaron? —preguntó extrañado.
—Lo siento pero sí.
—Pues a mi padre solo le dieron ropa, un reloj y cosas para el trabajo. A mi madre le dieron también ropa, libros y la edición especial 3D en DVD de la película Volveré.
—Oh, eso impresiona de veras.
—Pues sí. Por la tarde pusimos la peli y a mi madre casi le dio un infarto por como se veía el 3D. Se creía que la cara de Penélope Cruces, que se veía gigante, iba a salir de la tele. Mi madre por poco se cae al suelo de la impresión —comentó como un narrador apasionado.
—Pobrecita, eso es demasiado arriesgadoso —nos compadecimos a la vez que nos asombrarnos.

Al terminar la primera hora de clase comenzamos con la hora de historia. Antes de empezar la lección oímos a la profesora dialogar en el pasillo con una voz impaciente. Se había encontrado con la polémica alumna, la más bajita y portátil de la clase: Évelin. Quisimos apaciguar nuestra curiosidad, así que escuchamos la conversación que la docente y la estudiante mantenían al lado de la entrada del aula. Toda la clase, incluidos Maselillo y yo, salimos del aula para contemplar la situación.


—Buenos días, Évelin —saludó con frigidez.
—Bu, buenos días, profesora Chelo —habló Évelin, temerosa.
—¿Tienes algo que decir?
—Feliz Navidad.
—No, Évelin, no es eso. No sé cómo te las has apañado para que los de consejería no contactaran con tus padres por teléfono. El asunto de las llaves se está alargando demasiado y la directora podrá tomar medidas drásticas si no las entregas inmediatamente —la profesora intimidaba con su voz seria.
—P, pero no las tengo aquí.
—Me lo imaginaba. ¿Me quieres decir porqué demonios las guardas tanto? ¿No quieres que abramos el armario? ¿Qué pretendes?
—Pues… pretendo… proteger a la clase de eso que está ahí detrás —nerviosa, la chica levantó el brazo y señaló con temor a algo que había detrás de la profesora.
—¿El qué? —preguntó sobresaltada.

Todos miramos como idiotas hacia donde la Peke apuntaba. Señaló justo detrás de la profesora, a una pared vacía y sin nada extraño. Nos dimos cuenta de que Évelin nos había mentido solo para poder salir corriendo. Chelo tardó unos tres segundos en reaccionar, los suficientes para que la Peke se perdiera por el laberíntico centro de la escuela. La profesora quiso ir tras ella pero no quería arriesgarse a ir por el camino equivocado y dejar que la Peke se fugara sin problemas de la escuela. Pero hubo una solución a ese dilema y Chelo la llevó a cabo al momento.

—Ambrosio, Bruno y vosotros dos, dirigíos juntos hacia el pasillo de la entrada —Chelo empezó a seleccionar a sus alumnos estratégicamente con rapidez.
—Sí, profesora —afirmaron con decisión.
—Mamá Vegas, Little Aurora y tú, id hacia las escaleras por el pasillo de los talleres.
—Eso haremos —respondieron serviciales.
—Tulma y vosotros cuatro encargaos de vigilar la entrada al patio.
—¡Está bien!
—Grongo… ¿Dónde está Grongo? En fin, no importa. Maselillo y tú buscad a Évelin por el primer piso.
—Sí, profesora —contestamos Maselillo y yo al unísono.
—Que el resto vigile el aula y las zonas cercanas a ella. La Peke no se va a escapar sin devolver las llaves.

En solo quince segundos la clase se disolvió por toda la escuela. Sabiendo que la Peke se introdujo por una de las zonas más enrevesadas, no había casi ninguna posibilidad de que se aproximara a la salida del edificio. Estaba muy atrapadah.

Maselillo y yo subimos rápidamente por las escaleras y buscamos por los pasillos. Los profesores de guardia nos preguntaron a qué se debía nuestro vagabundeo en horas de clase y nosotros les explicamos que era una misión importante organizada por nuestra tutora Chelo.

Tuvimos mucha suerte; tras solo cinco minutos hallamos a la Peke en el pasillo del laboratorio de química. Se había ocultado en un hueco en la pared que había tapado con una caja. Nosotros quitamos la caja y la Peke se descubrió.


—Hola, Peke… Pequeñina. Vamos, sal, no tengas miedo. No te haremos daño, somos muy buenos —intentamos no asustarla hablando con cariñito.
—No me hables como si fuera una mocosa de cinco años —replicó enfadada.
—Pues sal ya, entonces.
—Vale, ya me habéis pillado, no tengo escapatoria —reconoció Évelin.
—Pero Évelin, ¿por qué has hecho todo esto?, ¿por qué no devuelves las llaves? ¿No quieres que la gente coja cosas de ese cajón? —Maselillo tenía muchas dudas que resolver.
—No es eso. No puedo explicarlo.
—Tienes que explicarlo sí o sí, porque si no acabarás desterrada de la escuela.
—Deja de decirme cosas que ya sé, jolines. Estoy en un aprieto y todo esto ha salido mal… Ay, ¿por qué me habré metido en este lío? —el estrés la tenía secuestradah.

Évelin salió del hueco en donde todas las peques se han escondido alguna vez. Ella estaba indecisa y apesadumbrada pero recapacitó enseguida y se encaminó a donde estaba Chelo.

—Profesora, aquí estoy.
—Évelin, esta actitud merece un castigo. Me has decepcionado mucho. Llamaré a tus padres para que conozcan el mal comportamiento que has tenido —la profesora estaba harta de todo el follón, pero hablaba con serenidad.
—¡No, señorita, no, se lo ruego! Ya he aprendido la lección, mañana traeré las llaves sin falta ¡SE LO PROMETO!
—Lo siento, Évelin pe…
—¡Le entrego mi móvil y mi cámara de fotos! Los saco ahora mismo de mi mochila. Usted se los quedará si mañana no devuelvo las llaves… Cumpliré con mi palabra y diré el porqué de todo esto —Évelin se puso de rodillas desesperada.
—¡MUMUMUMUMUMUMUMU! —irrumpió una estúpida voz en la conversación.
—¡SILENCIO! —gritó alterada la profesora antes de recuperar la compostura—. Bien, Évelin, me quedaré con ellos hasta mañana. Depende de ti si los quieres recuperar y conservar tu lugar en la escuela.
—Lo sé, profe, confíe en mí. Este problema ha llegado a su fin —Évelin se expresaba con sinceridad.
—Por tu bien espero que sea así.

La clase y nosotros nos quedamos con caras de fantasma kokkusakka, pues cosas así no suceden a diario. Ahora todos esperan expectantes a lo que ocurrirá mañana. Yo también ansío descubrir la verdad que se esconde en la mente adolescente-pop de nuestra pequeña Évelin.

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