23 noviembre 2010

Sin tiempo para esquivar

Desde que nací, he seguido con vida hasta ahora y sin ninguna cicatriz. He sorteado las jugarretas de la muerte en algunas ocasiones con éxito. Sin duda soy una persona afortunada, pero no todo el mundo es como yo.

La tarde de hoy era idónea para dar paseítos sin sentido por las callecitas por donde corretean los ciudadanos felices. Quise introducirme en las entrañas del distrito pero una extraña fuerza me empujó hacia la periferia de la ciudad, en donde acaban los edificios y comienzan los arbolitos.

En una de las aceras más divertidas pude identificar a dos entes metropolitanos que hacia tiempox que no veía. Ambos forman una pareja de treinteañeros distinguidos. Ella se llama Maqui Yage y él Fermín Alevín. Se quieren musho mutuamente, como la mutua y la mente.

Esta es Maqui, luciendo unos tonos maquillísticos frutas del bosque muy rechupetosos.


Su dulce mirada (que se percibía por su ojo abierto) y su sonrisa serena ponían de manifiesto su bienestar consigo misma. Su novio Fermín la acompañaba por su izquierda.


Como siempre muy guasón, el señor Fermín sonreía mirando al cielo y se reía discretamente de las extrañas formas de las nubes. Su imagen impecable, alegre y desenfadada animaba cualquier ambiente, fuera cual fuera.

Ellos pasaron caminando por mi lado en dirección contraria a la mía. No los saludé con mi mano jovial porque ellos a mí no me conocen…

Maqui y Fermín forman una pareja carismática y muy simpática. Son un par de psicólogos que años atrás fueron considerados los mejores de su profesión en la zona. Usaban terapias novedosas y divertidas que curaban las depresiones y neuras de sus pacientes. Trabajaban en un consultorio clandestino al que llamaron Clan del Destino, ya que no habían adquirido la licencia por parte del ayuntamiento debido a razones misteriosas. Aún así, mucha gente asistía a su lugar de trabajo pidiendo asesoramiento psicológico.

Los psicólogos se ganaron el aprecio de sus pacientes. Como agradecimiento por sus efectivas terapias, muchos de ellos comenzaron a invitar a la pareja a parques de atracciones y convites. Todos disfrutaban de la presencia de estos graciosos, guapos, e interesantes psicólogos. El dúo se había convertido en la golosina que todo el mundo quería saborear.

Pero un día un desconocido envidioso de corazón pútrido decidió boicotear su negocio; quería quitarse a la psicopareja de en medio. Maqui y Fermín recibieron amenazas de muerte telefónicas del enemigo que se ocultaba en las sombras. Este les destrozó el coche de ambos y les puso pegamento en su portero automático para que sonase todo el rato. Debido a esto, Maqui y Fermín cayeron en una depresión y cerraron su consulta para mudarse a otro sitio.

El cambio de hogar libró a Maqui y a Fermín del acosador anónimo, posiblemente para siempre. Estaban dispuestos a empezar de nuevo y contaban con el apoyo de sus amigos. Habían recobrado la felicidad.

Por desgracia, hoy ocurrió algo que cortó de golpe esa felicidad. Por las colinas de los alrededores se oían gritos de zoológico agonizante. Los ruidos provenían del cabreadísimo Hipólito Matalahúga, que vivía una agobiante experiencia sobre ruedas.


—¡AAAAAHG! ¡HIJOS DE PUTAAAA! Me habéis puesto el volante por fuera del coche, ¡MAMONEEES, NGFFFFAAAAAARGF! —vociferó con rabia el conductor a toda píldora.

Según los datos que he recogido por ahí, el señor Hipólito había salido de un taller en donde dejó su coche estropeado para que lo reparasen. Sin embargo, los técnicos cometieron el fallo de colocar el volante por delante del parabrisas.

Hipólito conducía muy torpe, como un trompo mareado. No hubo que esperar mucho para verlo colisionar contra algo…

—¡¡AAAAAHG!! ¡NO QUIERO MORIR!

Fue en una estructura de palos e hierros apilados sin sentido donde el coche se estrelló. Justo detrás de esa estructura de materiales se encontraban Fermín y Maqui. No pudieron evadir los golpes de las cosas pesadas que cayeron sobre ellos. Así fue como acabaron.


Maqui sufrió un fuerte traumatismo en su esférico ojo. Otros orificios faciales acabaron derramando sangre por el fuerte impacto. La pobrecilla estaba como envuelta en sirope de fresa sanguíneo.


Por otra parte, Fermín acabó con un corte casi profundo en la frente y con algunas magulladuras. Su cara cariacontecida chorreaba líquido rojo caliente.

Yo estuve un poco lejos del lugar del desastre cuando ocurrió la tragedia. Retrocedí trotando a ese punto para examinar mejor lo que ocurría. Afortunadamente, unos transeúntes de manos ayudadoras ya estaban atendiendo a los heridos.

Una ciudadana identificada como Eloísa Bubibó, se manchó con las gotas de sangre de las víctimas que salpicaron su rostro.


—¡Ay, mi alma! Cómo arde mi alma, Dios —dijo la joven y apenada transeúnte con lágrimas en un ojo.
—Sí, quema, quema y mucho.
—No me cabe en la cabeza todo esto. ¡No entiendo cómo ha podido pasar! Si ese hombre tenía el volante por fuera y le costaba manejarlo ¿Por qué gorgojos se puso a conducir en su coche?
—Yo tampoco entender el porqué. Quizás sea porque el señor Hipoli-Poly-Polito es un gilipollas o algo peor.
—Es eso, es eso. O ese hombre refunfuñón es un idiota inconsciente o es que no aprecia ni su vida ni la de nadie. Pero, sea lo que sea merece un castigo.
—Obviamentex.
—Pobrecitos. Maqui y Fermín son mis queridos vecinos. Ellos han pasado por un momento difícil en sus vidas, y justo cuando ese momento acaba ocurre esto. Oh no, noronono… no.

Qué desgracia… Justo cuando han recuperado la felicidad perdida sufren un fatídico accidente por culpa de un conductor loco. En un segundo las vidas de Maqui y Fermín cambiaron a peor. No obstante, según el telediario de esta noche, el diagnóstico de ambos infelices es favorable. Ahora solo hace falta que le den todo el cariño del barrio y un poco de sana-sana.

La vida es muy caprichosa… A veces te da hostias de golem satánico y otras veces te da besitos de cherry-chus. Es así, te guste o no, pero hay que vivirlah.

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