15 noviembre 2010

La lente de la fe

Siento muchísimo no haber dado la cara en tanto tiempo, pero el trabajo de clase es una prioridad que nunca se puede dejar de lado. Y para colmo, cuando tenía la oportunidad de acceder a Internet para divertirme un ratitus, este se iba DE PASEO… Oh, my jolines.

Al terminar mis deberes y la mayoría de trabajos que los sádicos docentes nos han marcado a todas las criaturas de la clase (sin contar a las mascotas y bebés), me vi capacitadis para deambular por las calles de mi ciudad y también para comprarme un ambientador nuevo, esta vez con aroma a arroz mojado con fluidos de melocotón. Pero conseguirlo no fue tarea fácil… La mierda de la Tenducha esa estaba ultracerrada, y en la puerta de cristal colgaba un papelín que decía algo referente a pulgas & piojos = problemón. Qué asco, a saber qué puñetas han metido en los recovecos de la tienda esa.

No me pude quedar en stop y avancé unas callecitas de colores hacia el norte. Cuando caminé lo suficiente, encontré otra tienda y educadamente seleccioné y compré un ambientador, pero no uno de esos ambientadores que me gustan mucho. Compré uno con olor a salsa de baño. Ese en concreto lo ponían las viejas de mi edificio y recuerdo que apestaba a tufo aromático de limpiaváteres. Cuando lo olí en la tienda me brotaron arcadas de nostalgia. Por esa razón, puse gutitas de champún de cocodrilo de nené en su interior sin que nadie me pillara para suavizar el intenso hedor de eau de recuerdos. He pecado, lo sé, pero lo hice por el bien de mi nariz.

Cuando salí eran las seis menos no sé qué de la tarde. La luz del sol de esa hora había generado sombras confusas en las calles que hicieron que me perdiera. Quería pedir algo de ayuda gratuita para que me guiase de nuevo a mi dulce hogare, tal y como hacen los mocosos extraviados. Pero la ayuda llegó de los cuerpos más inesperados… Eran dos padres fracaso carentes de ánimo: Mamá Bebé y Papá Bebé.


—Oh, buenas tardes, Mamá y Papá Bebé.
—Hola… —musitó la afligida Mamá Bebé.
—¿Qué tal? —saludó con rostro serio Papá Bebé.
—Bien. Estaba andando por aquí buscando colonia de casa.
—Ah, bien… Mira, ya que estás aquí te doy las gracias por poner en tu foro la noticia de nuestro hijo desaparecido.
—¿Mi foro? En realidad se trata de algo así como un… blog.
—Eso. Aunque me da pena que nadie haya llamado.
—¿Has puesto el número bien?
—Claro que sissy. Lo apunté tal y como estaba escrito en esa servilleta que me diste (creo).
—Entonces solo habrá que esperar —dijo el padre mirando al cielo de la tarde.
—♪Uno más grande, otro más pequeño. Uno más arriba, otro más abajo…
—¿Eh? ¿Qué es lo que cantas?
—¡Ups, perdón! Se me va la peonza. Es una canción contra la homofobia y el parkinson. No la volveré a cantar hasta que acabe el día —mentí para no hacerles cabrear por el verdadero sentido de mi cutre canción.
—Cariño, ¿nos vamos? Empiezo a tener frío —preguntó la joven y desganada madre.
—¿Os vais a casa? Si no es molestia ¿me podríais llevar en vuestro coche?
—Mmmm… sí. Tu casa está cerca de la nuestra.
—Muy bien, grashias.
—Pero antes vamos a ir a la iglesia. Solo será un momentito.
—No está muy lejos.
—¿No te importa si vamos allí primero?
—No, no me importa. Oh, God… Iremos a la iglesia a ver al Papa.
—Jejeje… no, no. Bueno, vamos pal coche —comunicó Papá Bebé, algo incomodado, mientras se encaminaba hacia el auto.

Nos montamos en el coche, que se encontraba a tres metro de donde estábamos, y comenzamos el pequeño viaje hacia la casita religiosa. No estaba muy lejos, solo a unos cuantos kilómetros graciosos. Por el camino, Mamá Bebé hizo comentarios sobre su pasado, de cuando todavía era una no-mamá.

—Qué recuerdos… Por aquí pasaba yo todos los días para ir a clase. Siempre cogía dientes de león e iba esparciendo las semillas en el aire —Mamá Bebé contemplaba los lugares de antaño a través de la ventana del asiento del copiloto—. Y ahí está mi antiguo colegio, La Cruceta del Erre que Erre. Allí fue donde tuve mi primer grupo de amigos. Siempre estábamos todos juntos en el recreo jugando al pilla pilla y a imitar personajes de películas. Qué bonito recordar aquella época en la que me llamaba Noelia…, Noe
—Eso es muy interesante. Estoy aprendiendo cositas entrañables sobre usted.

El coche siguió avanzando y pasó por una zona arbolada muy verdirromántica. Mamá Bebé volvió a urgar en su memoria…

—Me acuerdo de que ahí fue donde te conocí, cariño, justo debajo de ese eucalipto —la joven miró a Papá Bebé que conducía en silencio—. Fue ahí también donde empezó a arruinarse mi vida, con tan solo diecisiete años.

Pude ver en el reflejo del retrovisor cómo Mamá Bebé soltaba una lagrimeja. De no ser por la melancolía de la situación, le habría preguntado cosas que me daban curiosidad saber como «¿Por qué tu novio y tú decidisteis cambiaros vuestros nombres y llamaros casi igual?» o «¿por qué no llamaste a Poesía “Hijo Bebé”? Así habría quedado todo más familiar y homogéneo». Finalmente opté por no estropear el estado de ánimo de Noe con mis cuestiones… .

Ya eran las seis y pico y habíamos llegado a la jodide iglesie. Parecía estar situada en un rincón perdido en las afueras de la ciudad pero apenas estaba a 25 kilómetros de distancia de mi casa.


—¿Estamos en Nepal o qué? No reconozco ni el entorno ni la flora de este lugarg.
—¿Qué dices? Estamos en la cima del monte. La iglesia no se ve desde la ciudad debido a los pinos, pero está al lado del centro urbano.
—Fantástico. Supongo que los pequeños pero entrañables viejos artríticos lo pasan canutas para llegar hasta aquí.
—Sí, pero esta iglesia no la visita mucha gente. La última vez que vine fue un domingo por la mañana y no había más que dos personas… Aún Poesía estaba con nosotros… —Mamá Bebé emitió un ligero sollozo casi imperceptible.
—Debajo del suelo de mi clase hay un bebesitu. Si quieres lo arranco de ahí y te lo doy para que sustitu…
—¿Debajo del suelo de qué? Habla más alto.
—Oh, no era nada interesante.
—Me imagino que la iglesia sigue abierta. Las luces están encendidas, voy a mirar.

Papá Bebé estaba en lo cierto, la iglesia seguía receptiva a las visitas. La persona del interior nos dio la bienvenida amablemente. De no ser porque había alguien más allí y porque los padres Bebé están actualmente sanos de la cabeza, la parejita de exdrogatas pudo haberme llevado a ese sitio desolado para asesinarme lejos de las miradas de los transeúntes de la ciudad. ¡Ouh, pero qué disparates digo!

En el interior de la lúgubre iglesia, la joven madre se arrodilló ante la figura de la virgen y comenzó a murmurar plegarias y otros chismes religiosos que nosotros no pudimos oír.


—Qué lindo el muñeco.
—No es un muñeco. Es la Virgen de la Lupa.
—Así que es eso. Esta muñeca es más molona que las Bratsh, ¿no?
—Dios… —pronunció algo irritada Mamá Bebé mientras se colocaba una mano en su cara.
—Lo sentimos.

Papá Bebé, que deambulaba entre los bancos, se acercó a nosotros.

—Creo que nos tenemos que ir yendo ya. Ahora le toca a Dios hacer su parte.
—Claro, sí… Además la Virgen de la Lupa aportará algo de su poder en la búsqueda de nuestro hijo. Solo tengo que ser paciente…
—Algún día recibiremos una señal del señor para saber dónde está Poesía —esperanzó Papá Bebé a su afligida pareja.
—Es lo que espero. Vámonos ya, que seguro que tiene ganas de volver a casa —dijo Mamá Bebé refiriéndose a mí~.
—Mamá Bebé, ¿el parto fue difícil debido a las dimensiones de la cabeza de Poe…?
—¿Cómo? ¡Si empiezas a decir algo acábalo y no bajes el volumen porque si no, no te oiré!
—Disculpa… Es que se me lengua la traba.
—Oh, Dios… ¡No aguanto MÁS!
—¿Qué ocurre, cariño? —preguntó asombrado Papá Bebé que ya había salido de la iglesia.
—¡Estoy harta de escuchar tonterías, estoy harta de esperar y no tener a Poesía y de que todo me salga mal! ¿Por qué me tortura la vida?

Mamá Bebé rompió a llorar angustiosamente. Su novio tuvo que consolarla mientras íbamos directos al coche. Pero antes de subir en él y volver a mi casa pude captar una bella imagen de los dos contemplando la hermosura del paisaje.


He mentido… Esto de arriba es en realidad una imagen retocadax con los truquitos del ordenador, un montaje visual. Ellos no estaban viendo ninguna puesta de sol. Lo que de verdad estaban viendo era un cartel anunciando una casa que se vendía cerca del monte. Y si crees que esto está inspirado en la serie de los retrasados Teletumpies te equivocas. Poesía no es un homenaje al bebé solar.

Ahora que es de noche me ha dado por reflexionar sobre una cosa: Poesía estaba condenado a sufrir algún percance porque sus padres no son buenos padres. Y unos malos padres crían a unos malos hijos, y esos hijos, cuando se conviertan en malos padres, tendrán a su vez hijos que ellos mismos no sabrán cuidar. Pero si un secuestrador rapta a esos hijos sin cuidar y les aporta unas condiciones de vida favorables y una buena educación, entonces se convertirán en personas buenas y decentes, ¿no? Esperamos que el secuestrador o secuestradora de Poesía lo eduque bien y le dé muchos de esos mimitos aptos para los bebés y… no lo mate.

Por cierto, ayer domingo 14 de noviembre, fue el cumple de Poesía.

Fyuuuuuuuuum.

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